Semanas decisivas para el futuro de Grífols. El productor de hemoderivados afronta un mes de junio especialmente crítico para tratar de dejar atrás la profunda crisis abierta desde comienzos de año por la publicación del informe de Gotham City Research, que ha supuesto un antes y un después en la compañía. Un documento que sembró no pocas dudas sobre sus prácticas contables, su gobernanza y las operaciones con el socio Scranton Enterprises, gobernado y participado por varios miembros de la familia fundadora, que da nombre a la farmacéutica, y aún primer accionista.

Antes de que termine el mes y, con él, la primera mitad de 2024, Grífols debe cerrar definitivamente la venta del 20% de su participada china Shanghai RAAS, una operación acordada con el grupo local Haier días antes de conocerse el documento de Gotham y que resulta clave para reducir el elevado apalancamiento financiero que padece la empresa, sin duda su talón de Aquiles desde la llegada de la pandemia.

Amortizar deuda 

Desde que se plasmó el pacto de compraventa, en los últimos días de 2023, Grífols estableció como fecha límite para su cierre el final del primer semestre. Un pronóstico que ha mantenido según la transacción ha alcanzado los diferentes hitos administrativos que, en principio, están por completo superados. 

A la espera de los datos finales, la desinversión supondrá un ingreso próximo a los 1.800 millones de euros para Grífols, fundamentales para amortizar la totalidad de vencimientos que tiene pendientes hasta 2025, que suman en torno a 3.000 millones de euros. 

Thomas Glanzmann, consejero delegado de Grifols, durante una junta de accionistas EFE

Para completar la diferencia, la compañía logró colocar en el mercado hace unas semanas una emisión de bonos por valor de 1.000 millones de euros; una maniobra cerrada con éxito aunque a un elevado coste debido a la notable bajada de sus calificaciones crediticias a raíz de su apurada situación financiera y la crisis abierta por Gotham.

Además, en poco menos de dos semanas Grífols celebrará la primera junta de accionistas desde que sus títulos se desplomaron como consecuencia de la publicación del informe. Será la primera vez que dé la cara ante los socios un remozado consejo de administración en el que el apellido Grífols sigue, al mismo tiempo, muy presente (con cuatro vocales) pero carente por completo de poder ejecutivo, por vez primera en la larga historia de la empresa. 

Precisamente, la asamblea del próximo 14 de junio reflejará uno los aspectos que la crisis bursátil y reputacional que ha sufrido la farmacéutica ha hecho modificar de manera más profunda: su modelo de gobernanza. El demoledor informe del bajista Gotham, con el que el grupo mantiene un pleito en Nueva York bajo la acusación de difundir información falsa para provocar una caída de las acciones, provocó un terremoto interno que tuvo como principal consecuencia alejar el apellido Grífols de cualquier cargo con carácter ejecutivo. 

Una pérdida de influencia que el productor de hemoderivados ya había iniciado, bajo la presión de fondos de inversión y otros accionistas institucionales, que insistían en profundizar en la profesionalización del consejo.

Nacho Abia, nuevo consejero delegado Grifols

 

De forma paulatina, los Grífols abandonaron la presidencia ejecutiva, los asientos del consejo con tal carácter y, por último, cualquier función de este tipo en el organigrama. Víctor Grífols Deu y Raimon Grífols, que ejercían en esta última etapa como directores generales ejecutivos, han sido los últimos ejemplos del cambio. 

El nuevo paradigma se completa con una mayor presencia de independientes en el consejo y la incorporación de Nacho Abia, sin vinculación previa con el grupo ni con la familia fundadora, como consejero delegado. Será también la del 14 de junio la primera junta del ejecutivo, que dispondrá de plenos poderes en Grífols a partir del año que viene, cuando está previsto que la presidencia, actualmente ocupada por Thomas Glanzmann, deje de tener este carácter.

A pesar de los avances en la mejora de la gobernanza, los títulos de Grífols no han podido recuperar buena parte del terreno que han cedido desde aquel fatídico 9 de enero, cuando Gotham hizo público el primero y más demoledor de sus informes sobre la empresa. Hasta el cierre del pasado viernes, las acciones de la compañía acumulan un retroceso del 35%.

Es cierto que el valor ha sido capaz de remontar en torno a un 46,5% desde los mínimos que tocó en este delicado proceso (a comienzos de marzo). Además, el repunte se aproxima al 12% desde que el nuevo consejero delegado ha empezado a ejercer sus funciones (al inicio del segundo trimestre). 

Objetivo: flujo de caja positivo

Con todo, el grupo debe afrontar aún numerosos desafíos. Sus cuentas con los supervisores parecen, por ahora, saldadas con la reexpresión de algunos aspectos contables que afloraron algo más de 1.000 millones de euros de deuda y elevaron el apalancamiento hasta el entorno de 8 veces su resultado operativo neto (Ebitda), de acuerdo con el balance de los tres primeros meses del año.

Además de reducir esta ratio, que ahoga financieramente a la compañía desde hace años, Grífols se centra en el no menos crucial objetivo de recuperar su capacidad de generar flujo de caja positivo, para lo que se ha dado de plazo hasta el final del presente año.

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