Vivir en el campo, la moda del Covid que nunca se consolidó
El turismo y los salarios crecen en zonas como Lleida, pero son incapaces de retener a los jóvenes que se van para estudiar o acceder a una vivienda
24 abril, 2024 00:00Noticias relacionadas
La despoblación amenaza el porvenir de numerosas comarcas de la Cataluña vaciada y provincias enteras como Lleida. El turismo rural y la industria, motores que han conseguido repoblar regiones como la Toscana catalana, son incapaces de frenar el éxodo de jóvenes que hacen las maletas rumbo a grandes ciudades como Barcelona o incluso al extranjero en busca de estudios, trabajo o, en definitiva, de un futuro mejor.
En paralelo, los salarios de algunos oficios se han disparado ante la falta de mano de obra, pero existe un destinterés entre los estudiantes, que prefieren ir a la universidad, aunque esta fiebre académica sólo provoca una sobreabudancia de perfiles titulados que disminuye su retribución. Algunas empresas rurales ofrecen cada vez más dinero, pero no consiguen aprendices ni personas con formación profesional especializada, de modo que suplen esta carencia con personal extranjero que no cubre este vacío de autóctonos ni en número ni en cualificación.
Un éxodo de catalanes
Según datos del Idescat, en los peores años de la pandemia (2020 y 2021), las ciudades catalanas perdieron a casi 50.000 habitantes que se fueron a vivir al campo, cifra que se redujo a 13.599 personas en 2022. De hecho, Cataluña en su conjunto empieza a ser parte de aquella España vaciada: mientras crecen los discursos populistas contrarios a la inmigración, la comunidad se convierte en una tierra de emigrantes más que de nouvinguts.
Con estas cifras oficiales en la mano, los 50.107 españoles que se asentaron en la autonomía catalana en 2022 fueron insuficientes para compensar los 55.972 catalanes que dejaron su tierra para irse a otros puntos de España. Sólo los flujos migratorios procedentes del extranjero explican que la población de un territorio con más perros que niños haya superado los ocho millones.
Las casas de campo se pasan de moda
Otro aspecto por el que huyen muchos jóvenes es el precio de la vivienda. Aunque en la Cataluña vaciada todavía es más barato acceder a la vivienda que en las grandes ciudades, la diferencia no es suficiente para retener a los habitantes a causa de las políticas públicas de las últimas décadas, lo que significa que son muchos quienes prefieren buscar un trabajo en las metrópolis con la expectativa de cobrar más y, entonces sí, pagar un alquiler más alto.
Aunque la despoblación afecta de forma grave a numerosas comarcas de las cuatro provincias catalanas, la ilerdense en su conjunto lleva una década estancada a nivel demográfico si se tienen en cuenta los números de población del Instituto Nacional de Estadística (INE). Lo que es más, en 2020, un tercio de los contactos registrados a través de Idealista para vivir en Lleida eran de usuarios interesados en residir en micropueblos, una proporción que en 2023 se ha reducido al 23%. En Girona, ha pasado del 19 al 14,6%.
"Falta de construcción"
Desde el portal inmobiliario subrayan que "el supuesto éxodo al mundo rural" del Covid "nunca llegó a producirse". Eso no significa que la crisis sanitaria no cambiase las preferencias habitacionales, con una mayor demanda por las zonas alejadas de los núcleos urbanos y por los espacios amplios, soleados, con jardines o equipados para el trabajo. Unas preferencias que han terminado volviendo a ser las habituales, pues la mayoría de compañías han recuperado el trabajo presencial y vivir cerca del centro vuelve a ser un plus.
"En las comarcas de Lleida falta mano de obra y se está notando a nivel empresarial", lamenta Montse Casas, directora general del grupo PMP. La ejecutiva del sector inmobiliario asegura que hay una "falta de construcción" y "se está perdiendo mano de obra". Ello, sumado a que "cada vez hay menos mano de obra especializada, gente que ha hecho la carrera universitaria y no una FP, y que se ha dejado perder la figura del aprendiz", lo cual "se nota en muchos oficios vinculados a la construcción".
Sin políticas de vivienda
De hecho, muchas de estas profesiones, entre ellos estructuristas, paletas, pladuradores, yeseros, instaladores o ebanistas, "están desapareciendo". La también presidenta de la Comisión Territorial de la patronal de promotores y constructores (APCE) en Lleida recuerda que "cobra más un electricista que un ingeniero", aunque esta mayor retribución no resulta llamativa para la mayoría de jóvenes, ya que "cada vez hay más universitarios y se han dejado de lado los oficios". Hasta el punto de que "muchos se van a hacer estudios universitarios a Barcelona y ya se quedan en Barcelona".
Ante este "problema grave", la única solución que ve Pujol es revisar las políticas públicas de vivienda para hacer más atractiva la opción de quedarse en los municipios ilerdenses. Algo que considera que se podría hacer, por ejemplo, abaratando el suelo de protección oficial para incentivar la construcción de pisos asequibles. "No estamos ayudando en nada a reducir el precio de la vivienda aquí en Lleida", indica la responsable de PMP, que precisa que éstos se incrementaron más de un 8% sólo de 2022 a 2023.
Aeropuertos en vez de pisos
Más allá del coste de la mano de obra y de los materiales de construcción, Pujol sostiene que el exceso de burocracia, por ejemplo en cuanto a la eficiencia energética, afecta tanto a agricultores como a constructores: "Partimos de unos mínimos que exige la normativa y estamos casi obligados a hacer edificios para la excelencia, cuando podrían salir edificios más baratos de protección oficial", apunta. "Si hubiese políticas de vivienda, mucha gente joven de Lleida se podría plantear un alquiler en Lleida, que no es lo mismo que en Barcelona. El coste de vida es más barato y, si todavía lo fuese más, tendríamos profesionales que volviesen al territorio", concluye.
Mientras la falta de inversión pública en vivienda se cronificaba en el territorio, se levantaban infraestructuras faraónicas que no han logrado el objetivo de dinamizar la economía local. Es el caso del aeropuerto de Alguaire, que cerró 2023 con una media de 85 pasajeros diarios, aproximadamente los mismos que atrae la estación de tren de Villacañas, un pueblo de menos de 10.000 residentes ubicado en la provincia de Toledo. Un turismo bien gestionado y que no genere más tensiones -como ocurre en el Pirineo- en el mercado residencial local, junto con un giro en la estrategia de las Administraciones públicas, puede ser la única esperanza para permitir que también las regiones rurales sean atractivas para vivir.