He pasado muchas veces por delante y no sabía que el arquitecto de este edificio quiso imitar a Gaudí: Azulejos con diversos motivos marinos

He pasado muchas veces por delante y no sabía que el arquitecto de este edificio quiso imitar a Gaudí: "Azulejos con diversos motivos marinos"

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He pasado muchas veces por delante y no sabía que el arquitecto de este edificio quiso imitar a Gaudí: "Azulejos con diversos motivos marinos"

Para muchos, es un ejemplo de arquitectura fallida; para otros, un intento valiente, aunque mal calibrado

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Hay edificios bonitos, construcciones corrientes y luego hay atentados estéticos. Bueno, para ser más moderados diremos que hay edificaciones donde la estética es dudosa. Mucho.

Cada persona puede tener ya un edificio en la cabeza de este estilo, pero en Murcia hay uno que brilla por su extrema fealdad. Es un hecho objetivo, tanto que su artífice tuvo que pedir perdón.

Lo más curioso de todos es que, a pesar de su fealdad, el edificio sigue en pie. Y no solo eso, muy poca gente conoce su historia. Una historia que lo relaciona con Cataluña y, más concretamente, con Gaudí.

La cuestión es que el arquitecto del que estamos hablando, Rafael Braquehais, se propuso emular al mayor icono del modernismo catalán, Antoni Gaudí, cuando le encargaron diseñar la sede de la Asamblea Regional de Murcia. El problema es que el resultado se parecía tanto como un huevo a una castaña.

Arquitectura fallida

Para muchos, es un ejemplo de arquitectura fallida; para otros, un intento valiente, aunque mal calibrado, de traer el modernismo gaudiniano a tierras murcianas. Pocos, sin embargo, conocen que su autor quiso rendir homenaje a uno de los estilos más complejos y exuberantes del siglo XX

No es algo que nadie imagine, lo confesó el propio arquitecto murciano: “Quise construir algo que hablara del Mediterráneo, que llevara el mar a las paredes. Que recordara a Gaudí sin copiarlo”. El resultado, sin embargo, generó más confusión que admiración. 

Toques marinos

La fachada del edificio, revestida de azulejos esmaltados con toques marinos en tonos turquesa, blanco y ocre, con formas ondulantes y una escultura alegórica en su entrada, parece querer evocar el dinamismo de La Pedrera y la exuberancia vegetal de la Casa Batlló. Pero algo no encaja. 

Las proporciones, los volúmenes y el ritmo compositivo recuerdan más a un collage apresurado que a una composición fluida. A diferencia de Gaudí, que se inspiraba en la naturaleza desde la estructura hasta el ornamento, aquí el lenguaje naturalista parece superpuesto como una piel decorativa.

Cómo es la construcción

Dentro, la sensación se intensifica. En el vestíbulo principal, el visitante se encuentra con una escalera de mármol blanco y verde, robusta y monumental, flanqueada por paneles de azulejos con motivos marinos: delfines, algas, caracolas. 

Esos mosaicos, que pretendían representar la relación histórica de la región con el mar, desbordan en color y simbolismo, pero carecen de la sutileza orgánica que hacía reconocibles las obras de Gaudí. La abundancia decorativa contrasta con la ausencia de una narrativa arquitectónica clara. No hay una evolución espacial, sino una sucesión de efectos.

El Patio de los Ayuntamientos, concebido como un espacio de luz y centralidad, intenta recuperar la noción de atrio mediterráneo. Una bóveda translúcida lo cubre, permitiendo que la luz natural se difunda sobre las paredes revestidas de estuco pulido

Sin embargo, nada de eso consigue el efecto de recogimiento y asombro que generan los patios interiores en el modernismo catalán. El espacio se percibe más como un pasaje entre zonas funcionales que como un núcleo simbólico del edificio.

Una carrera de prestigio

¿Qué falló? No se sabe. Braquehais tuvo una carrera profesional reconocida entre Extremadura y Murcia, donde participó en proyectos institucionales cerca del edificio del CSIC de Miguel Fisac, asumió el cargo de Arquitecto Municipal de Cartagena en 1970.

Sus vecinos estaban tan contentos con el trabajo que nadie dudó en que fuera él el encargado de proyectar la Asamblea Regional con la idea de dejar una huella cultural en su ciudad. Inspirado en las ideas de D’Ors y el simbolismo mediterráneo, el arquitecto quiso construir un edificio institucional que no se pareciera a los habituales parlamentos sobrios y rectilíneos. 

Qué dicen los expertos

La crítica fue feroz. La prensa especializada no dudó en catalogar la obra como uno de los edificios más fallidos de la arquitectura pública española

Algunos columnistas hablaron de “arquitectura de parque temático”; otros, con menos diplomacia, lo incluyeron en listados de los edificios más feos de España. La dureza de las críticas no solo afectó la reputación del proyecto, sino también al propio arquitecto, que tras años de servicio público, acabó abandonando la ciudad y retirándose a Asturias.

Inspiración desconocida

Lo más curioso es que la mayoría de los vecinos y visitantes de Cartagena pasan por delante de la Asamblea sin saber nada de todo esto. Muchos ignoran que esa fachada recargada de cerámica fue concebida como un acto de admiración hacia Gaudí. 

Pocos saben que los azulejos marinos son un guiño, imperfecto, al trencadís barcelonés. Y que el edificio, pese a sus desajustes estéticos, intentó abrir una conversación entre dos costas del Mediterráneo: la catalana y la murciana.