Lloret de mar es conocido por sus fiestas, por sus playas y su bucólico jardín botánico. Muchos van directos a los puntos de ocio y turísticos de la ciudad y se saltan una de las joyas más preciadas de la ciudad, la que es una de las cúpulas más bonitas de Cataluña.

A pesar de su fama turística, esta construcción no es como la de Las Vegas, llenas de led y poco más. La cúpula de Lloret es parte del legado histórico y arquitectónico de la ciudad, un símbolo no sólo del lugar, sino del talento artístico de Cataluña. Un ejemplo de fusión de estilos que combina lo mejor del gótico con la luz del modernismo erigido por un reconocido indiano.

La cúpula en cuestión es la que se encuentran la iglesia de Sant Romà. Esta construcción es un testimonio de la historia, un ejemplo del gótico catalán y del peso y la importancia del modernismo, un símbolo del patrimonio cultural de la región. 

Antes de que Lloret de Mar se transformara en un destino turístico internacional, la localidad no era más que un pequeño pueblo costero con una rica historia que comenzó mucho antes de la época medieval. Por esos tiempos, cuando era poco más que un conjunto de casas dispersas, la parroquia principal del pueblo estaba situada en el interior, en la ermita de Les Alegries. 

Una iglesia de la Edad Media

Poco a poco, a medida que la comunidad crecía y se acercaba al litoral, se decidió trasladar la sede parroquial a un lugar más accesible. Así, en el siglo XVI, se eligió la explanada conocida como Sa Carbonera, cerca del mar, como nuevo emplazamiento para la construcción de la iglesia de Sant Romà. Este cambio marcó un hito en la historia de Lloret, consolidando su desarrollo hacia una localidad más próspera y conectada con el Mediterráneo.

La iglesia de Sant Romà comenzó a construirse en 1509 y se completó en 1522. Originalmente diseñada en estilo gótico catalán, su arquitectura incluía elementos defensivos como una puerta levadiza y estructuras fortificadas, adaptándose a la necesidad de protección frente a ataques piratas, comunes en esa época. Los maestros de obras Bartolomé Ruffi y Pere Capvern, provenientes de Girona, fueron los encargados de dar forma a esta edificación, que costó unas 3.000 libras catalanas.

Una cúpula modernista e indiana

Uno de los aspectos más interesantes de la iglesia es que su transformación y expansión en el siglo XX fue posible gracias al aporte de un mecenas local, Narcís Gelats, conocido como un "indiano" que hizo fortuna en Cuba. Aunque Gelats nunca llegó a ver la culminación de las obras, su contribución económica permitió la construcción de las capillas laterales y otros detalles modernistas que hoy en día hacen de esta iglesia un lugar tan especial. Estas aportaciones fueron fundamentales para que la iglesia de Sant Romà se convirtiera en una mezcla única de tradición gótica y modernismo catalán.

Su aportación económica fue fundamental para restaurar, la enorme cúpula de esta iglesia. De diseño poligonal. Esta cúpula es una obra de arte en sí misma, con cinco pináculos octogonales que se alzan majestuosamente hacia el cielo, decorados con cerámica y colores que brillan bajo la luz del sol de la Costa Brava. Los restauradores apostaron por el uso de tejas de cerámica vidriada de colores que la hacen resplandecer con los rayos del sol. De allí que se considere una de las más bonitas de Cataluña.

Cúpula de la iglesia de Sant Romà CANVA

A pesar de su color y de su estilo modernista, la idea de las cerámicas casa muy bien con el estilo gótico del conjunto. Algo que leído puede resultar extraño, pero que al verlo de frente queda constado.

La fachada de la iglesia, por ejemplo, está enriquecida con elementos escultóricos que incluyen grabados de personajes con barcas, escenas del Génesis y motivos vegetales que comulgan muy bien con las cerámicas de la cúpula. Además, se encuentran grandes mosaicos de los doce apóstoles, obra de los talleres Bru de Barcelona, que adornan las fachadas norte y sur del edificio. Estos detalles, también añadidos a principios del siglo XX, no sólo son propios de la época, sino que están claramente inspirados en la arquitectura islámica, lo que añade un toque exótico a la estructura.

El campanario de la iglesia también es una estructura imponente. De planta cuadrada, se eleva con una cornisa almenada y un tejado piramidal a cuatro aguas. Las ventanas arqueadas y las almenas escalonadas le dan un aspecto de fortaleza, recordando su origen defensivo y su papel como bastión en la historia de la región.

Ya en el interior, la iglesia de Sant Romà destaca por sus proporciones elegantes y su nave principal, que conserva las estructuras del presbiterio y la bóveda originales. Estas características han permitido que el templo sea decorado con un estilo que combina lo gótico con influencias posteriores. En el siglo XVI y XVII, se añadieron diversas capillas laterales, incluyendo la del Baptisterio y la del Santísimo Sacramento, diseñadas en un marcado estilo modernista por el arquitecto Bonaventura Conill i Montobbio en 1916.

Todo este conjunto hace de la iglesia de Sant Romà un lugar de encuentro y de culto activo para la comunidad local, pero también un monumento único, que pasa desapercibido, a pesar de su resplandeciente belleza. La torre campanario y el impresionante interior de la nave, con sus finas proporciones, no hacen otra cosa que destacar la importancia de este templo.

Más allá de la arquitectura, de su uso religioso o de lo controvertido que puede ser el dinero recibido de un indiano para la reforma de la cúpula, nadie niega que este edificio es un reflejo de la historia y el arte de Lloret y Cataluña. Un momento hecho del pasado y la vanguardia,

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