Lleida es un poco demasiado olvidado para muchos catalanes. Algunos lo relacionas con la Plana, más árida y casi desértica a causa del cambio climático, pero en realidad es uno de los puntos más verdes de Cataluña.
Sus prados, sus vastas huertas, sus árboles frutales y sus increíbles bosques, la convierten en una de las provincias más bucólicas del territorio. Pero es que, además, entre montañas, prados, ríos y demás se encuentran pueblos increíbles que bien merecen una visita.
Un pueblo desconocido
No falta en las listas de los pueblos más bonitos Taüll, un rincón único del valle de Boí, que destaca por sus pequeñas dimensiones y por su iglesia románica. También destaca Gossol, el pueblo que enamoró a Picasso.
Fuera del mapa del turismo rural, en cambio, hay mucho por ver. Es el caso de Garòs, un pequeño destino que vale la pena tener el punto de mira. Sus diminutas dimensiones, su oferta gastronómica y de alojamiento, su belleza, su entorno y el hecho de no ser muy conocido lo hacen ideal para los que buscan un poco de paz.
Dónde está
Este pueblo que enamora a todo aquel que lo visita se encuentra en medio de los Pirineos catalanes, concretamente en la zona conocida como el Alto Arán, en el Valle d'Arán. Pero es que, si ya este lugar es completamente atractivo, la ubicación exacta de Garòs lo convierte en un imán. A 1.115 metros de altura, entre los barrancos de Cal y sólida, en la vertiente derecha del Garona, es imposible no sentirse como en la Suiza alpina.
Sea por su ubicación o por el clima, normalmente fresco, Garòs es sinónimo de calma. Apenas viven 100 habitantes, y este es uno de sus mayores atractivos. Más allá de la naturaleza del entorno, del verde frondoso, del gris de sus montañas y de su cultura, destaca como destino para aquellos que quieren alejarse de las grandes aglomeraciones y multitudes.
Qué hacer
La poca cantidad de gente que acude y habita allí, lo hacen amigable incluso para los animales. A día de hoy, todavía está atravesado por el popular Camin Reiau, es decir, los caminos trashumantes, por los que uno puede ver a los ganados cruzar el pueblo en cualquier momento.
Por poco que se quiera a los animales, cuando una llega allí, siente la sensación que les debe hacer caso. Perderse por las escasas callejuelas de Garòs es una experiencia única, una inmersión en la arquitectura del Aràn. De hecho, la mayoría de edificaciones son las populares casas aranesas, edificios de dos o tres plantas hechos con piedra oscura y techos de pizarra, ideales para las nevadas del invierno.
Qué ver
Pero, sin duda, si algo destaca entre su decena de calles es la iglesia parroquial de Sant Julià. Se trata de un pequeño templo religioso que mezcla elementos del románico y del gótico, fruto a las vicisitudes de la época. Y es que si bien fuer construido en el siglo XII, sufrió una importante reforma en el siglo XV.
Desde fuera, lo que más llama la atención es su campanario. Erigido el año 1619, sus dimensiones le dan un aspecto de torre de defensa. En ella se encuentra un reloj adosado que, originalmente, estaba en la iglesia de Santa María de Arties.
La leyenda de Garòs
El campanario de Garòs también es conocido por la leyenda en torno a él. Se cuenta en el pueblo que allí se conservaba una calavera de unos tres metros de largo de guerrero Gegant Mandrónius. Este ser mitológico habría luchado en la aldea aranesa de Betlán contra la invasión de los romanos y fue allí enterrado.
En la actualidad, no hay rastro de ella, pero lo que sí se encuentra en el interior de la iglesia de Sant Julià es el altar mayor de estilo barroco datado de 1774. En él lucen imponentes un Cristo de talla, una imagen gótica de la Virgen y una cruz procesional de plata.
Dónde comer
Cerca de allí está la plaza mayor, de gran encanto y tranquilidad fuera de lo normal. Si normalmente este epicentro de cualquier población suele estar abarrotado, en Garòs es la constatación de que hay posibilidad de encontrar la paz que uno necesita.
Pero no sólo de relax y cultura vive el ser humano, también hay que comer. Y aquí hay dónde hacerlo. A pesar de lo reducido de su tamaño, este municipio ofrece una variedad gastronómica destacable. Unos buenos ejemplos son los restaurantes Es Arraïtzes, el Çò De Garòs o el Restaurant Eth Restilhè.
Dónde dormir
Y si después de comer uno quiere un paseo, puede hacerse al cementerio del pueblo. Si sienten respeto no pasa nada, no hace falta entrar, pero merece la pena acercarse, aunque sea sólo para por ver su reja de forja renacentista.
En definitiva, Garòs será pequeño, pero ofrece de todo para el visitante: cultura, gastronomía, naturaleza y tranquilidad. Además, no sólo cuenta con numerosos restaurantes, sino que uno puede alojarse allí en algunos de sus hoteles y casas rurales.
Cómo llegar
Garòs está menos alejado de la civilización de lo que parece, se encuentra a 15 minutos en coche de Baqueira Beret por la C-28. La carretera pasa por la capital de la Vall d’Arán, Vielha, que se encuentra a 5,2 kilómetros.
Desde Barcelona, la ruta es más larga. Se tarda cuatro horas en llegar. Uno debe ir por la A-2 hasta Lleida y desviarse por la N-230 que llega hasta Vielha.