Cuando se habla de la Venecia catalana, todo el mundo piensa en el mismo lugar, Empuriabrava. Los canales que tiene esta ciudad de la Costa Brava le dan una imagen muy similar a este municipio costero. Pero en realidad hay otros puntos de Cataluña que llevan al Veneto italiano.
A menos de media hora de Barcelona, aparece un pueblo muy característico, único, que recuerda al mítico Lido de Venecia. Obviamente, no está en una isla, tampoco tiene una extensión kilométrica, pero sus particulares casetas en la arena llevan a uno a esa imagen, aunque aquí son más grandes.
Dónde está
Lo mejor de todo es que si Venecia está saturada de turistas, la playa de este pequeño pueblo barcelonés está fuera de todas las guías. No es Sitges ni Castelldefels y, aunque esté en medio de ambas ciudades, su ubicación en medio de acatantilados la hacen pasar más desapercibida.
Para empezar, uno debe ignorar la autopista. Se tiene que ir por la famosa carretera del Garraf y sortear las decenas de curvas que separan las ya citadas localidades. En un momento, aparece el cartel con el nombre del pueblo, Garraf.
Una playa particular
Tras cruzar la carretera por debajo, el visitante se encuentra con una playa que posee un encanto único. Su característico skyline formado por 33 casetas es tan pintoresco y nostálgico como inconfundible.
Pero más allá de las casetas, la cala se distingue por su fina arena blanca y sus aguas cristalinas repletas de peces. Al estar bajo un acantilado, las rocas se meten en el mar y convierten el lugar en un refuigio ideal para peces y otro tipo de fauna marina. No en vano, muchos acuden allí para practicar buceo.
Cómo es
Por las mencionadas características de la zona, la playa suele ser un lugar calmo, donde el viento no sopla con tanta fuerza. Esto permite largas caminatas, tranquilidad y aguas calmas.
La llamada playa de las casetas mide 380 metros de largo y unos 28 metros de ancho. Allí se ubican tres restaurantes y dos chiringuitos, se pueden alquilar kayaks, patines a pedales y tablas de paddle surf y dispone de todo tipo de servicios: duchas, socorristas y rampas de acceso. Claro que si algo destacada es el exclusivo y recuperado hotel privado, solo para socios, que gestiona el grupo Soho Club. Un hotel que llamó la atención de National Geographic.
Aires de Venecia
En cualquier caso, si algo destaca esta cala es por sus casetas. El rasgo más distintivo de esta playa son estas construcciones pintadas de verdiblanco, conocidas porque recuerdan a esas casetas de bañistas de las playas del Lido de Venecia. Sólo que en las catalanas se puede vivir gracias a su mayor tamaño.
Si fotogenia es de tal magnitud que, más allá de servir para el postureo, a menudo han servido de plató ideal para spots de televisión o escenas de películas. Y eso que ya tienen más de un siglo de historia, un factor que las ha llevado a ser declaradas Bien Cultural de Interés Nacional.
Origen de las casetas
El por qué de la ubicación de estas casetas allí es, todavía hoy, un misterio. Unos dicen que fueron ubicadas allí por los primeros bañistas. Otra versión es que eran espacios donde los pescadores. Por último, no se descarta que en realidad fueran para los trabajadores del ferrocarril, porque sí, el tren llega hasta allí.
En cualquier caso, estas casetas, o al menos las primeras, datan de 1923. Estaban hechas de madera y el clima y las olas las echaba abajo con facilidad. No fue hasta 1931, cuando Domingo Sorribas, con permiso de la Comandancia de Marina, construyó la primera caseta sobre pilares. La aprobación despertó el interés de muchos y vecinos y ya en 1934 había 33 casetas.
Una historia particular
Desde entonces han pasado muchas cosas. En 1946, el Ministerio de Obras Públicas (MOPU) se convirtió en el propietario de las casetas y responsable de hacer las concesiones. Además, fijó que todas tenían que ser iguales y estar pintadas de blanco y verde. Una estética que aún se mantiene.
A partir de los 50, las casetas fueron amenazadas por la ampliación del pueblo, la construcción del puerto deportivo y la llegada de turismo. Pero siempre se mantuvieron en pie gracias a la lucha vecinal, quienes tienen un papel clave. En 1984, la Associació de Veïns de la Platja de les Casetes de Garraf se organizó para conservarlas, pero ahora están en manos privadas. La mayoría pertenecen a los herederos de sus constructores.
Qué ver
Más allá de la playa, Garraf bien merece una visita. Es uno de los pueblos más jóvenes de Cataluña, fue erigido en 1901 cuando todavía una colonia de pescadores y trabajadores de la cantera de La Falconera que está próxima y del puerto, propiedad del conde Güell.
Su ubicación privilegiada la convirtieron en un atractivo y en la segunda década del siglo XX ya tenía más habitantes que Castelldefels. La actividad de la cantera atraía a trabajadores y el mismo Eusebi Güell mandó construir un apeadero, ahora convertido en estación. Allí empezó la gran eclosión.
De aquellos tiempos todavía se mantienen en pie edificios históricos y de una arquitectura más que interesante. El más especial es el Edificio Gaudí Garraf. El nombre ya da pistas. Si allí estaba el conde Güell es fácil deducir que le pidió a su arquitecto favorito una casa allí. Y Gaudí, erigió esta casa donde ahora se encuentra un restaurante diseñado por el referente modernista.
Cómo llegar
Gracias a Eusebi Güell este pequeño municipio cuenta con estación propia y todavía llegan trenes. La línea R2 Sud de Rodalies para allí y tarda menos de media hora en llegar allí desde Barcelona.
Si se accede en vehículo privado hay que tener en cuenta dos cosas. Primero, que hay un aparcamiento público limitado con zona azul de junio a septiembre. Y aun así, se llena rapidísimo, como el que hay también en el puerto deportivo. Se llega vía las curvas del Garraf o, lo que es lo mismo, por la C-31.