Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966) encara uno de los mayores retos de su carrera política, sin desdeñar los años que pasó como alcalde de su municipio ni la complicada gestión que tuvo que asumir como ministro de Sanidad durante la pandemia de Covid-19. Hoy, el primer secretario del PSC acaricia la presidencia del Govern, y tiene en sus manos el nuevo rumbo de Cataluña tras años gobernada por el independentismo.
Por el momento, Illa ha sorteado la primera piedra en el camino hacia la investidura, tras asegurarse el apoyo de ERC en una ajustada votación de las bases republicanas. Pero llega otro escollo, tal vez el último: el posible regreso y casi segura detención del prófugo Carles Puigdemont, el máximo responsable del procés, huido de la justicia española para no rendir cuentas por esos hechos. Sólo él –y algún diputado díscolo que pudiera romper la disciplina de voto– puede alterar los tiempos para el inicio de una nueva etapa en la comunidad autónoma.
Promesas incumplidas: nunca ha vuelto
Puigdemont, desde Bélgica, ha prometido en distintas ocasiones que regresaría a Cataluña. Nunca ha cumplido. No es menos cierto que también ha asegurado, en tiempos recientes y con la bravuconería que le caracteriza, que estará en el Parlament en el pleno de investidura de Illa, aunque pese sobre él una orden de detención en cuanto pise territorio nacional: la justicia no traga con la amnistía que él mismo dictó para los encausados del procés (y para sí mismo) a cambio de apoyar a Pedro Sánchez en Madrid. La malversación que se le imputa queda al margen, por ahora, del perdón.
De este modo, si esta vez cruza la frontera, terminará detenido. Lo dice hasta su abogado, Gonzalo Boye, en un mensaje también para alentar al independentismo. Ese escenario abriría la puerta a una suspensión del pleno de investidura –aún sin convocar, aunque previsto para la semana que viene–, teniendo en cuenta que uno de los diputados del Parlament estaría arrestado, y que el presidente de la Cámara catalana es Josep Rull, de Junts, partido de Puigdemont, y quien ha asegurado que antes tendrán que detenerle a él.
ERC mira hacia otro lado
En ese caso, la investidura quedaría en el aire, pendiente de si vuelve a fijarse una fecha para el pleno a la espera de que ERC decida mantener o no su voto a favor de Illa aunque Puigdemont se encuentre en prisión provisional. De todos modos, los republicanos han dejado claro en distintas ocasiones que miran hacia otro lado cuando se les ha preguntado expresamente por ese hipotético escenario. De hecho, una de las claves del apretón de manos con los socialistas es quitarse de en medio a un rival político como el expresident, que prometió que dejaría la política activa si no volvía al Palau de la Generalitat
Sir ir más lejos, este viernes, cuando la secretaria general republicana, Marta Rovira, manifestó que lo que ha hecho su partido durante los últimos tiempos es trabajar para que Puigdemont pueda volver “en libertad”. “Si se produce este escenario [la detención], la dirección se reunirá para tomar decisiones que hoy no están tomadas”, se limitó a responder tras valorar el ajustado apoyo de la militancia al acuerdo de investidura de Illa a cambio de concesiones fiscales y lingüísticas. Una respuesta muy similar a la que ha venido defendiendo ERC en los últimos días.
Comuns: "No viene de un día, ni de dos..."
Del mismo modo, los Comuns, que también han pactado su apoyo a Illa, manifiestan que lo único que podría pasar con la detención de Puigdemont es que se posponga unos días el pleno de investidura. Para la líder del partido, Jéssica Albiach, “no viene de un día, ni de dos, ni de una semana, siempre que [la investidura] se haga antes del 26 de agosto”, fecha en la que se activaría la cuenta atrás para la repetición electoral: “La detención de Puigdemont no cambiará los resultados” para coronar al presidenciable socialista, añade.
La detención es la última baza que le queda a Puigdemont, pero ni siquiera la previsible movilización en las calles ante su arresto, salvo que se llegue a un estado de excepcionalidad no contemplado, impedirá la investidura de Illa. De todos modos, no deja de sorprender que el hombre resucitado por el PSOE por siete votos sea el último obstáculo del PSC para recuperar la Generalitat.
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