"Sin prisa y sin ganas". Así perciben a su líder fuentes del sector pragmático de Junts, que desconfían de que Carles Puigdemont vuelva a Cataluña en los próximos días para arriesgarse a ser detenido en plena investidura de Salvador Illa. Otros cuadros del partido más afines al fugado advierten de que el regreso es “ahora o nunca”, ya que si el socialista es investido habrá quienes le exijan que cumpla su promesa de abandonar la política.
Es por ello por lo que, estos días de recta final de las negociaciones entre PSC y ERC, Puigdemont deshoja la margarita sobre su regreso: jugarse la detención a principios de agosto, o asumir que Illa será el nuevo president de la Generalitat.
¿Cuándo dejará la política?
Cuando el fugado se postuló como candidato a la Generalitat para las elecciones, lo hizo bajo la promesa de que, si no era president, abandonaría la política institucional. Es decir, que no se quedaría a liderar la oposición frente al PSC a los mandos de la presidencia. Esta promesa regresó como un bumerán la noche del 12 de mayo, que evidenció que no había una mayoría independentista para investir a Puigdemont, pero el fugado alimentó el poco creíble relato de que el PSC podía hacerle president con su abstención a cambio de no desestabilizar el Gobierno de Pedro Sánchez en Madrid.
Cuando el PSC y ERC empezaron a moverse con la financiación singular como centro de las negociaciones, el de Waterloo comenzó a enterrar su relato de investidura y pasó al boicot por tierra, mar y aire, con el único objetivo de disuadir a la dirección de ERC de pactar con Illa. Una dirección ya de por sí en apuros por la guerra interna con el sector junquerista [afín a Oriol Junqueras], hasta el punto de que se acabaron aireando los trapos sucios del partido con el escándalo de los carteles del alzhéimer.
La estrategia del miedo
A la estrategia del miedo de Puigdemont se apuntaron múltiples e influyentes actores. Desde la Assemblea Nacional Catalana (ANC) pilotada por Lluís Llach, que amenazó con agitar las calles contra ERC, pero pinchó en su movilización del 13 de julio; al president del Parlament, que advirtió de que nadie detendría a su líder en sede parlamentaria, deslizando incluso la posibilidad de que él mismo actuaría como escudo humano. Y, por supuesto, Junts ha hecho un gran esfuerzo para convertir en verosímil la amenaza de Puigdemont preparándose para una gran movilización este sábado 27 de julio como previa al hipotético "regreso inminente". Ahora, sin embargo, no las tienen todas consigo.
“Esta movilización iba a ser para evitar la detención de Puigdemont y va a acabar siendo una fideuá popular para celebrar el cuarto aniversario del partido”, se lamentan algunos dirigentes contrariados por los movimientos de su líder y por el hecho de que hayan pasado de 5.000 personas a unas previsiones mucho más modestas.
Son las mismas voces que dudan de que Puigdemont regrese antes de que pase el verano, y que incluso ven prematuro que lo haga en septiembre, teniendo en cuenta los reveses judiciales del Tribunal Supremo y la falta de garantías del de Waterloo para regresar sin ser detenido.
El incentivo para que Puigdemont vuelva
Pese a todo, reconocen que solo Puigdemont sabe lo que terminará haciendo en los próximos días, y que el contexto de una presidencia de Illa que mande a Junts al desguace frente a la influencia de ERC puede ser un poderoso incentivo para que decida regresar. Y es que la detención revitalizaría el relato de un político en horas bajas tras la victoria en votos y escaños del PSC, además de permitirle consolidarse en el liderazgo del partido de cara al próximo congreso, cuando Puigdemont podría convertirse en nuevo presidente del partido en sustitución de Laura Borràs.
“Es muy probable que no vuelva, pero los mensajes y las consignas son que lo hará. Está intentando movilizar y que lo protejan en su vuelta, pero la capacidad de movilización no la tendrá ni ahora, ni en septiembre”, explican fuentes del partido sobre el plan de Puigdemont para regresar.
Sin capacidad de movilización
La capacidad de movilización es un punto clave sobre el dilema de Puigdemont a la hora de regresar o no a Cataluña, coinciden voces que se mojan a favor y en contra de dicho regreso. Los neoconvergentes consultados afirman que está sondeando su capacidad de sacar de casa al independentismo a principios de agosto y que los primeros inputs que le llegan no son buenos.
Como dato: en el marco de reuniones territoriales para ayudar a proteger a Puigdemont en su vuelta al Parlament, esta misma semana se han producido varios encuentros de la ANC en los que solo se han podido ver "personas mayores que viven de la nostalgia de 2017", aseguran fuentes del partido que definen el panorama como "desalentador".
Rull controla los tiempos del Parlament
Por otro lado, la presidencia de Josep Rull no es un comodín del que el partido pueda disponer para blindar a Puigdemont en sus planes. Y es que, más allá de “excusas dilatorias” que muevan uno o dos días el calendario, Rull habrá de permitir a Illa que se presente a la investidura porque, a pesar de ser un “soldado”, su margen de maniobra es mínimo. Tendrá que cumplir el reglamento de la Cámara.
Si Puigdemont vuelve, “habrá un día de ruido en la calle, pero Illa será president y ERC sacará tajada”. El expresident no quiere ir a la cárcel, pero extiende la creencia de que quiere volver para condicionar el pacto ERC-PSC. Un pacto que, “si es bueno y se puede defender”, será avalado por las bases, admiten incluso desde Junts. Más aún, si la dirección lo apoya, de igual forma que en la consulta de Junts se votó abandonar el Gobierno por estrecho margen porque Puigdemont, Borràs y Jordi Turull así lo deseaban.
Son lagunas que, incluso los defensores acérrimos de Puigdemont, advierten al ser preguntados sobre su regreso. Principalmente, porque puede que ERC acabe votando a Illa de igual manera en la investidura y la estrategia de presión no tenga ningún efecto más allá de poner nerviosa a la dirección republicana.
El verano no es el mejor momento para volver
“El momento para volver era la investidura de 2018 o esta última campaña”, apuntan dirigentes de Junts que ven agosto un mes “pésimo” para regresar. En este sentido, algunas voces consultadas ven la Diada un momento más apropiado, ya que pueden existir más certidumbres en el plano judicial y, además, es una ocasión más interesante para atraer a las bases independentistas y reivindicar la unidad frente a una ERC que ya habría pactado hacer presidente a Illa.
Sin embargo, el principal obstáculo es que, para entonces, Puigdemont ya habrá sido puesto frente al espejo de su promesa de abandonar la política y ERC “le habrá metido un gol” con la financiación singular.
Finalmente, si Puigdemont decide o no regresar en los próximos días, solo lo sabe él. Pero el calendario, la desmovilización del independentismo y los incentivos de ERC para mandarle a la papelera de la historia votando sí a la investidura de Illa, son importantes factores frente a una detención con final incierto.