Guillermo del Valle, impulsor de Izquierda Española y cofundador de El Jacobino, en una imagen de archivo

Guillermo del Valle, impulsor de Izquierda Española y cofundador de El Jacobino, en una imagen de archivo Cedida

Política

Guillermo del Valle (Izquierda Española): “Este Gobierno depende de fuerzas ultras que nada tienen que ver con el progresismo”

  • El abogado madrileño es uno de los impulsores del nuevo partido que se presentará a las elecciones europeas, con el propósito de ofrecer una alternativa de izquierdas para votantes decepcionados por los pactos del Gobierno con ERC, Junts, PNV y EH Bildu
  • Denuncia la complicidad de la "izquierda oficial" con el nacionalismo "identitario y reaccionario", y defiende la recentralización de competencias en Sanidad, Educación y de la fiscalidad para garantizar la "solidaridad", la "redistribución" y la "igualdad de oportunidades" en todo el país
16 enero, 2024 00:00

Noticias relacionadas

Guillermo del Valle (Madrid, 1989) es abogado y uno de los impulsores de Izquierda Española, un nuevo partido que acaba de registrarse con intención de presentarse a las elecciones europeas en junio. Su propósito, aseguran sus fundadores, es ofrecer una alternativa a todos aquellos votantes progresistas decepcionados por los pactos del Gobierno con los partidos secesionistas. Y ofrecer un programa que, desde la izquierda, plante cara al nacionalismo “identitario y reaccionario” de formaciones como Junts y ERC. Lo cual pasa, entre otras cuestiones, por recentralizar competencias en materias esenciales como, por ejemplo, la Sanidad y la Educación y garantizar la “solidaridad” y la “igualdad de oportunidades” en todo el país. Algo esencial para un proyecto que, según Del Valle, propugna entre sus principales valores la defensa del Estado social y de derecho y la redistribución de la riqueza.

- ¿Qué les ha llevado a crear este nuevo partido?

Llevamos cuatro años de trabajo en la plataforma política El Jacobino defendiendo ideas que no están bien representadas en España y que han sido abandonadas por la izquierda oficial. Por un lado, defendemos un proyecto clásico de emancipación de las personas y de liberar de los condicionantes de origen que las lastran. El 70% de la riqueza tiene que ver con la condición social de partida, existen unas profundas desigualdades, y no se está dando una respuesta eficaz y coherente a eso. Hay una izquierda que se ha olvidado del proyecto de vocación universal, de las mayorías sociales. Ahora existe uno identitario, de exaltación de las diferencias, divisivo... Esas complicidades, no sólo con el nacionalismo, sino con las identidades y los particularismos, han abandonado un poco los ejes racionales en la acción política.

Ese vacío ha dejado de lado a mucha gente de izquierdas que se siente huérfana, que comparten esas ideas de igualdad y de libertad de todas las personas, y de defensa de los derechos sociales. Y que, al mismo tiempo, son partidarias de una comunidad política no fragmentada, no dividida en pequeños grupitos o diferentes tribus.

- ¿Cuáles son los principales puntos del programa de Izquierda Española, y cuándo se hará público?

Los 30 puntos esenciales de lo que va a ser Izquierda Española se publicaron ya en El Jacobino y dan un mapa bastante completo de lo que somos. Ahora estamos trabajando en documentos programáticos que se irán conociendo en las próximas semanas o meses. Algunos de ellos ya se han publicado en El Papel, la revista digital del proyecto. Ahí hay posicionamientos sobre temas como, por ejemplo, reindustrialización, política fiscal, laboral, reforma constitucional, etcétera.

Hay cuatro o cinco ideas fuerza. Somos un partido con visión de conjunto. Por un lado, está la defensa de los derechos sociales, en cuestiones como la lucha contra la precariedad laboral, contra la degradación de derechos públicos. Es una pata social y económica que se tiene que reforzar. Nuestra forma de ser más competitivos y productivos no puede ser con el modelo neoliberal de devaluación salarial, de tener sueldos de miseria, fraude laboral, falsos autónomos… ese es un modelo muy poco sostenible socialmente y no inteligente desde el punto de vista económico. Hay que ser más ambiciosos que el Gobierno en algunas cuestiones. Y poner sobre la mesa otras cuestiones de futuro, como mejorar la inversión en I+D, el aumento del tamaño de nuestras empresas. Y saber que la desregulación del mercado de trabajo no mejora los salarios ni la productividad.

- ¿Y qué se puede hacer frente a ello?

Hay que evaluar nuestro modelo productivo y cómo repartir. Se pueden hacer muchas cosas: una reforma fiscal progresiva -lo cual no se soluciona con un paquete ómnibus o bajando el IVA-; en el IRPF, tener presente que las rentas del capital no pueden tributar por debajo de las del trabajo; o hacer una armonización en Patrimonio y Sucesiones. La confederación fiscal no funciona, sólo le sirve al liberalismo para competir fiscalmente a la baja.

Otra parte importante de nuestro programa será la pata educativa. Creemos en una educación pública, absolutamente blindada, laica, y que escape del fundamentalismo pedagogista de algunas partes de la izquierda posmoderna que se han olvidado de los valores de la transmisión de contenidos, de los saberes, que son mejor el vehículo para la igualdad de oportunidades. Una instrucción pública que se aleje de los proyectos de privatización de la derecha, y que devuelva a la Educación los valores de esfuerzo, mérito, capacidad, de igualdad de oportunidades.

Otra idea fuerza es la reforma del modelo territorial, a nivel español y también europeo. Se tiene que ir hacia un modelo que garantice la igualdad y la solidaridad. Ese es el gran abandono de la izquierda oficial, que ha abrazado todo tipo de identidades diferenciales y privilegios. Nosotros no hablamos la lengua de los derechos históricos ni de los privilegios identitarios, sino de igualdad. Y eso exige que tengamos una Sanidad y una Educación comunes, una fiscalidad común y única en toda España, para que no exista una competencia fiscal a lo Ayuso ni pactos fiscales para nadie. Y en Europa, lo mismo: necesitamos una unión fiscal y presupuestaria, una integración. No creemos en los paraísos fiscales como Luxemburgo ni en conciertos económicos para regiones ricas. Hay que defender una idea de ciudadanía común, integrada. Y el laicismo es otro de nuestros principios.

- ¿Qué implantación territorial tienen por ahora? ¿Han perfilado ya sus listas electorales?

En Cataluña el crecimiento está siendo positivo, como en Madrid, Andalucía, Valencia, Asturias, Castilla-León… En Cataluña concurren además varios factores. Por un lado, ha habido gente desencantada con Ciudadanos (Cs), que en la periferia de Barcelona, Hospitalet, y en barrios trabajadores claramente de izquierdas como Nou Barris obtuvo resultados extraordinarios en el pasado. Y que tuvieron que ver con un partido que era distinto, en el que había mucha gente de izquierdas, pero que con Albert Rivera cambió al tratar de competir con la derecha.

En nuestro proyecto tenemos a personas de ese espacio como Sergio Sanz, que fue diputado de Cs, Juan Antonio Cordero, que también fue importante en sus inicios, o Félix Ovejero, uno de sus referentes fundacionales. Pero también hemos llegado a personas del ámbito socialista, como Julio Villacorta, o de EUiA, de gente de lo que en otro momento fue el PSUC, de la sociedad civil… Hemos tenido un crecimiento de procedencias diversas, desde la izquierda, el centro-izquierda socialdemócrata, hasta la más transformadora y sindical. Estamos creando una estructura interesante y las listas se conocerán en su momento, estamos trabajando en eso.

- ¿Quién estaría al frente del partido en Cataluña?

En Cataluña, como en otros lugares, se van a designar delegados de acción política y organizativa, diferentes equipos. En el caso catalán, Ricardo García-Manrique, profesor de la Universidad de Barcelona, miembro de Universitaris per la Convivència y de otras entidades de la sociedad civil, aúna bien esas dos patas: tanto de compromiso con los derechos cívicos -caso de la escolarización bilingüe-, como la parte social y económica. Es una persona que ha publicado libros que muestran que es inequívocamente de izquierdas, y tiene ganas de asumir esa responsabilidad.

- ¿Qué opina de las cesiones del Gobierno a partidos como ERC y Junts, como por ejemplo la ley de amnistía del procés?

Lo vemos muy críticamente. No todo se está haciendo mal, pero esto sí, y es muy lesivo para la igualdad. La amnistía es un privilegio indudable, casi estamental, porque considera intocables a ciertas personas. Esto arrasa un poco con la concepción de la ley democrática, que lucha contra la arbitrariedad. El Estado de Derecho protege a los más débiles, porque garantiza sus derechos. Despreciar eso y la ley democrática es clasista. Porque, si abrimos la excepción a un grupo de personas -que además dicen que van a volver a cometer sus delitos- porque interesa tener sus votos para afianzarse en el poder, eso es una arbitrariedad y un privilegio. Es profundamente reaccionario.

Y luego viene todo lo demás, que tiene una connotación material, social y económica quizás más grave. Porque si uno dice: a unos les hago una quita de deuda, luego se la doy a otros… entramos en el terreno pantanoso de lo confederal y lo asimétrico. Al final, tenemos la sensación de que España es un país profundamente desigual, también en lo territorial, y eso afecta a todo. ¿Cómo se paga un pacto fiscal para Cataluña? Esto rompe completamente la redistribución y la solidaridad. Y de eso va una nación política. Una nación política no es el cuarto de las banderas, de los himnos o de las emociones patrióticas. Una nación política es una unidad de justicia y de redistribución. Yo no tengo una visión esencialista de España.

La posible ruptura de la caja única de la Seguridad Social es enormemente preocupante, porque es una forma de privatizar las pensiones públicas. Establecer un impuesto a las grandes fortunas y transferirlo a las comunidades autónomas, y que el PNV diga que va a retorcerlo… Nosotros no podemos validar eso como “progresista”. No entendemos cómo Sumar y el PSOE pasan por ahí, ellos verán, pero estoy seguro de que muchos de sus votantes se sienten sin representación, y hay mucha gente desilusionada con esa entrega de la izquierda oficial al nacionalismo.

De la misma manera ocurre cuando oigo hablar de un ámbito laboral de decisión vasco, catalán -o madrileño, da igual-… Nosotros somos internacionalistas, nos preocupa la precariedad y luchamos contra ella en cada rincón del país, con vocación de ir más allá y defender espacios de integración supranacional.

- ¿Y cómo ve la cesión de competencias en inmigración a la Generalitat de Cataluña que Junts asegura haber pactado con el PSOE?

Me parece bochornoso que un Estado llegue tan lejos en la centrifugación competencial. La política no puede ser una transacción mercantil. Y, además, con un partido que sólo puede ser considerado de derecha identitaria, y cuando no de ultraderecha. Se ha ido vaciando el Estado yendo muchísimo más lejos que los Estados federales. Y me preocupa que pueda estar en manos del nacionalismo identitario, que tiene esa relación tan preocupante y tóxica con el concepto de ciudadanía, que maneja criterios étnicos, que quiere extranjerizarnos a millones de personas. Y más aún viendo la presión de partidos como el de Sílvia Orriols, que gobierna Ripoll con Aliança Catalana, y que está presionando a Junts para que muchos de sus alcaldes estén usando el discurso identitario propio de la Liga Norte. Eso es muy peligroso. Y todo, por la irresponsabilidad y la configuración tan disfuncional de este Gobierno, que depende de fuerzas ultras, identitarias y que nada tienen que ver con la agenda progresista.

- ¿Le ha sorprendido que un dirigente de Sumar como el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, haya dicho que le parece bien la cesión de competencias en inmigración a Cataluña?

Es un escándalo, pero no nos sorprende nada. Por eso surge Izquierda Española, por el desvarío y el desbarajuste de una izquierda oficial que ha abandonado los criterios racionales y su razón de ser. Y que compadrea con el nacionalismo hasta tal punto de justificar la transferencia de una competencia a una comunidad autónoma que está gobernada por personas que son análogas a la Liga Norte. Junts es exactamente lo mismo. Y ERC ahora juega otro papel, pero cuando Oriol Junquera hablaba de “proximidades genéticas” en un artículo suyo, ¿qué quieres que te diga? No se parece al internacionalismo obrero.

Que diga eso Urtasun los define. ¿No hemos dicho que era un riesgo la extrema derecha populista, identitaria, xenófoba, racista en toda Europa? Pues ahora resulta que está bien transferir una competencia tan importante como la inmigración en una comunidad autónoma donde hay unos señores que mantienen una hegemonía política, social y económica cuyo proyecto va de la extranjerización. Para Puigdemont somos extranjeros millones de personas. Eso buscan, levantar otra frontera. Poner a esta gente al frente del control migratorio y derivar quién es de aquí y quién es de fuera me produce escalofríos. Y ver a la izquierda oficial oficiando de cómplices de todo esto es un bochorno.

- Junts acaba de proponer también al Gobierno medidas para que las empresas que huyeron de Cataluña por el procés vuelvan a la región. Planteando incluso multas, o bien incentivos, si no lo hacen. ¿Qué le parece?

Junts es un partido populista. Porque lo mismo que hablan de esas multas, algo que va contra los criterios de cualquier Estado de Derecho, otros días hablan de un pacto fiscal para Cataluña y de un modelo de competición fiscal a la baja insolidario. Todo son salidas de pata de banco.

También han pedido que se publiquen las balanzas fiscales. Y me parece un escándalo. Las balanzas fiscales son un pretexto más del nacionalismo identitario para romper la redistribución y el Estado democrático. Las balanzas fiscales nunca se pintan, por ejemplo, de Barcelona en relación a Girona. Como no tendría sentido tampoco decir que Madrid está agraviado porque se transfieren muchos fondos a Cáceres. Ni Madrid, ni Cataluña, ni Cáceres pagan impuestos. Los impuestos los pagan las personas, físicas y jurídicas. No es que salga mucho dinero de un territorio: lo que hay es redistribución, de los más ricos a los que lo son menos. Y si hay mayor concentración de capital, de dinero, de empresas en determinadas regiones, pues saldrán transferencias, lógicamente, porque pagarán más las personas que allí residen.

- ¿Cómo se puede resolver el problema territorial? ¿Cuál es su propuesta?

La alternativa siempre está en la política, no en la antipolítica ni en el populismo. Hay mucha gente que quiere un país más equilibrado, también en lo territorial, porque esto afecta a la vida de la gente. Hay que hacer pedagogía y explicarlo con ejemplos. Casi todo el mundo en este país, incluso los nacionalistas, quiere, al mudarse de comunidad autónoma, o al salir de ella, tener un historial clínico común o un calendario vacunal compartido, tener las mismas oportunidades en todo el país, ser atendido en igualdad... En resumen, si vamos a hacer una tarjeta sanitaria europea, no tiene sentido que aquí vayamos hacia una fragmentación cantonal.

Hay que salir del marco nacionalista. Hay que mirar más allá de las fronteras, no levantar nuevas, y afrontar los retos globales. Como por ejemplo, la inteligencia artificial o los retos medioambientales. ¿De verdad alguien piensa que un Estado cantonal, fracturado, con pequeñas parcelas o islas dándose la espalda, es el modelo correcto para afrontar retos globales? No tenemos una varita mágica, pero aspiramos a que se nos escuche.

- ¿Y en el caso de la lengua? En Cataluña, la Generalitat tiene un sistema educativo monolingüe obligatorio en catalán y se niega a incluir el castellano como lengua también vehicular...

Nosotros hemos estado en manifestaciones de Escuela de Todos defendiendo el bilingüismo. Hemos criticado la inmersión como un modelo discriminatorio, atendiendo a lo que dicen Asamblea por una Escuela Bilingüe y otras organizaciones de la sociedad civil. En una autonomía bilingüe, hay que respetar el bilingüismo. Es algo que me preocupa en términos de igualdad. Hay que garantizar el derecho a una escolarización también en la lengua común, eso garantiza iguales derechos para todos. Eso no significa atentar contra el catalán. La sentencia del TSJC habla de impartir al menos un 25% de materias en una de las dos lenguas. Y nosotros somos más ambiciosos. Lo que no nos parece razonable es que se establezca un país fracturado, con barreras lingüísticas de entrada.

También hay que garantizar que un extremeño pueda opositar en igualdad de oportunidades en la Administración pública catalana, de la misma manera que lo puede hacer un gerundense en Cáceres. Me parece razonable que exista esa igualdad de oportunidades y de derechos. Pero quien tiene una cosmovisión identitaria y reaccionaria piensa que hay una lengua “propia”, y por tanto, otra impropia o extranjera. Eso un sustrato que tiene mucha gente.

Hay que garantizar el bilingüismo y la lengua común. Y, a nivel laboral, la movilidad: que no haya barreras para privatizar el mercado de trabajo. Por cierto, que la derecha no dice estas cosas: quien más perjudicado está por esas barreras lingüísticas son los trabajadores, y la gente con una situación económica y social más desfavorable. Personas inmigrantes de otros países, por ejemplo, que viven una situación muy dura y difícil. No pongamos barreras lingüísticas, no segreguemos más. Al revés, integremos, y hagamos una comunidad de iguales, no tanto de diferentes.

- ¿Le sorprenden los malos resultados de España en el informe educativo PISA, especialmente en Cataluña?

Es un problema que hay que atribuir a la incapacidad de gestión en una comunidad autónoma que no ha sido ajena a los recortes sociales, a la degradación de los servicios públicos, a políticas a veces neoliberales de abandono del Estado social y de la Educación pública, mientras se destinaban ingentes recursos a la construcción identitaria. Atribuírselo -como han hecho, aunque luego medio rectificaran sus declaraciones- a la población migrante, que es la que tiene a veces mayores dificultades de renta, sociales y económicas de origen, es algo intolerable.

En Educación hay que volver a tener una visión de conjunto. Quiero una Educación pública, laica, de calidad, que sea un verdadero ascensor social. Una Educación común e igualitaria, y eso por desgracia no lo tenemos en España.

- ¿Defienden ustedes una recentralización en cuestiones como Educación o Sanidad?

Ya vimos en la pandemia la incapacidad de establecer unas normas comunes. Y lo estamos viendo hoy cuando se dice el Ministerio de Sanidad pide, implora, suplica a las comunidades autónomas que pueda haber una implementación de mascarillas. Tenemos un sistema de Salud desvertebrado, vaciado, y eso no es bueno. El vaciamiento competencial del Estado se hizo por imposiciones nacionalistas, no porque fuera mejor la gestión.

Yo no soy federalista, pero incluso en los Estados federales existe una lealtad. Eso no existe en España. Estamos muy lejos de un modelo simétrico. Hay que recuperar competencias legislativas para garantizar la igualdad de todos. Y esto es compatible con la desconcentración territorial.

- ¿Y en el caso de la fiscalidad?

En el tema fiscal es claro. Me remito a Thomas Piketty: cuanto más se descentraliza un Estado, más aboca a la competencia fiscal a la baja, y menos progresivo es. Ejemplos hay en los impuestos de Patrimonio, Sucesiones, IRPF… Eso hay que revertirlo. Claro que hay que recuperar la capacidad normativa de los impuestos para el Estado central. Esto es rompedor en cierta medida, pero muy progresista y socialista.

- Una de las cosas que se reprochan a su partido es su propósito de atraer también a electores de Ciudadanos, o incluso que usted formara parte de UPyD en el pasado. ¿Qué le dirían a estos críticos?

Eso es un hombre de paja. Yo estuve poco tiempo en UPyD, y con mucho orgullo. Sin embargo, Irene Lozano, que fue diputada con ese partido, está ahora en el PSOE, le escribe la biografía a Pedro Sánchez y no hay ningún problema. Eso lo dicen para acallar el debate y no hablar de ideas. No hay ningún inconveniente con la procedencia de las personas.

Hablan de las procedencias porque no pueden decir mucho más. No somos un partido ambivalente, en el centro, difuso. Y lo saben. Si no lo supieran, no habrían reaccionado así: no hubiera salido Íñigo Errejón a decir nada, a acusarnos de nacionalistas, ni el ministro Óscar Puente, ni Adrián Barbón… que, digo yo, tendrán cosas que hacer. Óscar Puente podría, por ejemplo, no transferir Rodalies ni seguir privatizando el servicio público, como hace con el transporte de mercancías. O, como han dicho los sindicatos, no debilitar la capacidad de negociación de los trabajadores, disgregando en 17 empresas lo que podría ser una empresa pública fuerte con negociación colectiva.

- Desde la izquierda también se suele equiparar el no ser nacionalista con ser de derechas. O bien con ser nacionalista español. ¿Qué opina de ello?

Es bastante ridículo. Resulta que el nacionalismo étnico es el que filtra y el que otorga carnets de progreso y de quién es de izquierdas. Y, sin embargo, es una ideología de la que participan ideas como las de Torra, que hablaba de "baches en el ADN" y de "bestias taradas", de Jordi Pujol y su escrito sobre la inmigración andaluza, de Heribert Barrera… Se puede decir que son casualidades, pero no lo son.

También hay un secesionismo de corte neoliberal. Y me llama la atención que Yolanda Díaz, Íñigo Errejón, Pablo Iglesias y toda esta gente estén ciegos ante esa realidad. Es llamativo. Nosotros no somos nacionalistas españoles, sino defensores de una nación política cívica, identitariamente laica, culturalmente plural, con una idea de ciudadanía común, igualitaria para todos, de vocación universal, abierta a la construcción de espacios supranacionales de integración política. Y defensores de una España de libres e iguales, sin fragmentaciones tribales, que además pueden servir a la derecha económica para no redistribuir. En el nacionalismo hay un trasfondo de segregación de los ricos, y que a la izquierda oficial se le haya olvidado eso me parece revelador y preocupante.