David Madí Cendrós aprovecha el último programa televisivo de FAQS de la temporada para dejarse entrevistar. Después de tiempo sin hablar en público de su situación, de su pasado inmediato y de su vinculación con el soberanismo, el hoy empresario se adentra en la sala de masaje de TV3 para un interrogatorio a medida. Más allá de su defensa por la implicación del caso Voloh, el Madí auténtico emerge cuando se le pide que haga de analista político como antaño y una colega le cuestiona de forma directa sobre si cree que ha concluido el procés. Su respuesta, con alguna referencia a la historia de Cataluña, con el sustrato de apelación sentimental a quienes participaron en el 1 de octubre y con la ambigüedad propia de un buen nacionalista es inequívoca: se trata de una “sesión continua”.

Madí siempre estuvo equipado del arrojo político que otros no fueron capaces de vestir. En sus años más jóvenes practicaba una pizca de temeraria imprudencia fruto de la bisoñez. Ya convertido en un adulto con espolones opta por usar su liberalismo ideológico para plantear cuestiones con la misma frontalidad de siempre. Y cuando se refiere a la “sesión continua” lo que está diciendo a las claras es lo que sospechamos: ni los indultos, ni las mesas de diálogo, ni la clemencia del Estado frente a quienes le golpearon serán suficientes en el tiempo para normalizar el panorama político catalán.

Admito que Madí tiene razón. Basta con analizar cómo se ha comportado el liderazgo nacionalista con el incendio de Cap de Creus (Girona) de este fin de semana para darse cuenta de que la reivindicación identitaria no descenderá ni un ápice de intensidad. Con una desfachatez impropia de un cargo público, la presidenta del Parlament, la exagerada Laura Borràs, se permitía cuestionar las ayudas del ejército español frente a las de Francia siempre con la hispanofobia en la boca o en el teclado. No fue la única, la televisión pública catalana escondió durante horas la presencia de efectivos aéreos y terrestres (la popular UME) que estaban colaborando en las tareas de extinción y protección del territorio y los ciudadanos afectados por el siniestro.

No, ni indultos ni puñetas. Regresaremos a las andadas y pronto en la sesión continua que se anuncia se proyectará la misma película repetida hasta la saciedad. Por más voluntad que exista en determinadas facciones del constitucionalismo catalán para apaciguar el enfrentamiento y avanzar hacia la reconciliación, el propósito se intuye difícil. ERC está hibernada y JxCat velando las armas a la espera de que su máximo dirigente pueda recuperar una parte de la normalidad perdida cuando se fugó huyendo de la acción de la justicia. La CUP, por fortuna, no está ni se le espera y todo hace intuir que disueltos los dirigentes con liderazgo y calidad ahora andaría sumida en una burbuja asamblearia de la que saldrá con dificultad.

Decía el periodista Lluís Bassets en una entrevista publicada este domingo que el catalanismo es la solución, porque en esa tercera vía de resignación se consiguieron grandes avances durante años. Bassets, como muchos otros supuestos intelectuales de la izquierda catalana, solo dieron la cara ante el nacionalismo cuando se sintieron del todo engañados y comprobaron que el catalanismo que defienden era sinónimo de nacionalismo de baja intensidad. Llevaban años soportando la sesión continua en sus carnes con cristiana resignación y ni les sorprendió que el independentismo empezara a proyectar de repente pornografía soberanista a la par que Artur Mas se vino arriba. Ante el abismo de octubre de 2017, algunas de esas referencias del pensamiento reaccionaron, cayeron del caballo y sacaron la cara que escondieron durante años mientras hacían el caldo gordo a quienes se empeñaron en construir un discurso de baja calidad democrática y represión que vinculaba a España con una derecha recalcitrante e inflexible. Sorprende que ahora vuelvan a reivindicar un catalanismo que nada tiene que ver con un regionalismo leal y lógico.

No, estimados, el nacionalismo no cesa, está solo en tregua. El revolcón de la justicia y la respuesta de la mitad de los catalanes ha causado una disminución de la velocidad, pero sin parar el tren. Este septiembre próximo, con los líderes indultados, alguna mesa construida para iniciar un dudoso diálogo, y más aposentados en el Govern de la Generalitat regresará la droga dura in crescendo. Tras la Diada habrá que estar preparado para la reanudación de la sesión continua nacionalista que vaticinaba Madí. Es como cuando uno se engancha a una serie de televisión y acaba devorando temporadas por malas que puedan resultar. Lo de indultar a los condenados de la prisión lo han leído como una pausa para proveerse de palomitas.