Más allá de la cortesía que supone un encuentro entre dos presidentes tan alejados ideológicamente, poco o nada se puede esperar de ese encuentro protocolario entre Pedro Sánchez y Quim Torra previsto para hoy. El presidente catalán tiene sus horas contadas, pues él mismo decidió iniciar la cuenta atrás de esta legislatura, aunque con ciertas trampas. No es lo mismo decir “convocar” que “desvelar la fecha” de las elecciones catalanas, como dijo el dirigente independentista.

Es lo que tienen las convocatorias en diferido, que luego haces lo que te sale del forro. El procesismo lo ha hecho desde que Artur Mas puso rumbo a una Ítaca sabiendo que ese viaje nunca llegaría a bien puerto. Ni él mismo arribó a esas tierras utópicas. Tampoco sus sucesores, cargados de épica y, sobre todo, de tópico secesionista, han logrado implementar la república. Ni Carles Puigdemont ni Torra han cumplido con el tan cacareado mandato del 1-O. E incluso amagaron con un nuevo referéndum durante esta legislatura, ahora agotada, como reconoce el actual president, no vaya a ser que el paso del tiempo evidencie todavía más la farsa del sueño independentista.

Conviene recordar que ese retroceso en las pantallas separatistas que suponía convocar otra consulta ciudadana --¿de qué ha servido entonces la cárcel de los dirigentes independentistas?-- supuso la penúltima gran crisis entre Junts per Catalunya y ERC, que muy elegantemente, le dijo a Torra que se podía guardar esa idea del referéndum detrás de sus ponsetias amarillas. Y éstas, a buen recaudo, no vaya a ser que, tal como ocurrió en diciembre de 2018 durante la reunión que culminó en la llamada Declaración de Pedralbes, el foco esté más centrado en el color del atrezzo que en el contenido del encuentro entre ambos presidentes.

Por mucha semiótica que se intente evitar, pues parece que los encargados de protocolo andan muy ocupados evitando lazos y banderas (o la ausencia de ellas) que estropeen el momento, lo cierto es que esa cumbre da para una foto sobre un comienzo del diálogo entre gobiernos que no liderará Torra. Ni siquiera podrá hablarse de inicio del deshielo o reconstrucción de puentes, pues eso ya ocurrió hace un año, cuando Sánchez acudió al Palau de Pedralbes para hablar con Torra, mientras sus respectivos ministros y consejeros se peleaban por otra foto, la que debía visualizar o no una cumbre entre gobiernos.

En esta ocasión quedará claro que no hay encuentro al más alto nivel entre ejecutivos, sino una cita previa a esa Mesa de Diálogo que, según las encuestas de intención de voto, liderará en un futuro ERC.

Bastante humillante fue que el líder del PSOE no se pusiera al teléfono, por lo que era necesario que Sánchez bajara la tensión y encontrara un hueco en su agenda catalana para ver a Torra, entre sus previstas reuniones con las alcaldesas Ada Colau (Barcelona) y Núria Marín (L’Hospitalet de Llobregat), agentes sociales, la cúpula del PSC y el presidente del Foment del Treball, Josep Sánchez-Llibre.

Por mucho que PP y Ciudadanos arremetan contra el presidente por reunirse con un intruso, pues consideran que el inhabilitado Torra está usurpando las funciones de presidente, la cita era necesaria. Precisamente para visualizar que la bilateralidad siempre exigida por los nacionalistas catalanes, de nuevo, saltará por los aires --ocurrió con el Estatut y con la financiación autonómica--, pues forma parte de la ronda de contactos de Sánchez con los presidente autonómicos. Y también para evidenciar que Torra ya no es un interlocutor válido porque no tiene legitimidad ni poder para negociar nada en nombre de Cataluña.

A Sánchez le interesa esta cumbre, sí, para quedar bien con ERC y garantizarse la aprobación de los presupuestos generales del Estado. Y también le conviene a los republicanos, que de momento pueden exhibir como triunfo el reconocimiento, por parte del Gobierno, de que en Cataluña existe “un conflicto político”, algo que no puede hacer Junts per Catalunya. ¿Autodeterminación? Eso se negocia o se ejerce. Y nada de eso va a ocurrir. Esquerra lo sabe y avanza. Junts también, pero retrocede.