Cuatro de los políticos catalanes presos por el intento de secesión se han dirigido a Carles Puigdemont para pedirle que no fuerce la máquina hasta provocar nuevas elecciones autonómicas y que haga posible la formación de un Govern.

Jordi Turull, Josep Rull, Joaquim Forn y Jordi Sànchez, que fueron en la lista de JxCat del 21D, han preferido no enviarle una carta abierta para evitar que fuera interpretada como una petición pública de que deje de utilizarles en su estrategia de la tensión.

Los reclusos, como sus abogados, se han adherido a la ofensiva de enfrentamiento directo y desprestigio del magistrado Pablo Llarena, un giro que refuerza la posición de los letrados de Puigdemont en Alemania, pero que perjudica seriamente la suya ante el Tribunal Supremo español. Hecho ya el sacrificio, le reclaman que deje de utilizarles como rehenes porque perjudica sus intereses.

Es una evolución lógica. Puigdemont está en Berlín recibiendo a periodistas, manteniendo una ambigüedad pedante y tuiteando sobre todo tipo de temas de actualidad, mientras los presos tienen cada día más claro que no saldrán de prisión hasta que se celebre el juicio, pero creen que el trabajo de sus abogados será más efectivo si la situación política en Cataluña se normaliza.

Hecho ya el sacrificio, los políticos independentistas presos reclaman a Puigdemont que deje de utilizarles como rehenes porque perjudica sus intereses

Parece que Forn, que ha renunciado al escaño y quiere dejar la política, es el que lo tiene más claro de los cuatro y, de hecho, no sería la primera vez que hace la misma apelación al presidente huido. En la iniciativa no participa ningún miembro de ERC porque en realidad los republicanos imploran desde hace tiempo --aunque con sordina-- un candidato a presidente posible y efectivo.

La carta tiene mucho interés informativo porque dice que una parte de JxCat, no digamos ya del PDeCAT, empieza a estar agotada y reclama a Puigdemont que cambie de actitud. La publicó ayer en exclusiva Naciódigital.cat, un diario nacionalista, bastante más republicano que convergente, y pasó desapercibida para el resto de los medios catalanes.

Es cierto que la noticia del día fue la esperada y polémica sentencia contra La Manada, pero llama la atención el silencio periodístico en torno a esta significativa fisura en el soberanismo. Una vez más, la ley catalana del silencio, no escrita pero efectiva, en torno a los intereses del poder, una ormetá que solo favorece a quien protege, que no son precisamente la mayoría de los catalanes, ni siquiera los de Estremera y Soto del Real.