No me interesan los detalles del presunto caso de doble abuso o acoso sexual en un centro de atención primaria (CAP) del Eixample de Barcelona, que destapó este medio, pues carezco de la formación y herramientas para comprenderlo y remediarlo. Eso sí, creo que sí es de interés, y se puede juzgar, la gestión del asunto que ha hecho el Instituto Catalán de Salud (ICS), la mayor empresa pública de la Generalitat de Cataluña.
Y aquí, como se suele decir habitualmente, ha habido campos de mejora. El proveedor sanitario ha cerrado el expediente con la conclusión de que "no hay indicios" de acoso laboral con tintes sexuales en el céntrico ambulatorio. Bien. No hay motivos para pensar que el ICS no ha conducido las pesquisas con la profesionalidad que merecen. Sea como fuere, el carpetazo al asunto ha dejado a sanitarios descontentos y, lo que es más grave, afectados o personas cercanas a éstos denuncian voluntad de "encubrimiento" y "falta de protección" a las víctimas.
Quien sí sabe de acoso de tipo sexual es ONU Mujeres, que en su publicación Towards an end of sexual harassment [consultar aquí] lanzó diversas ideas-fuerzas para las administraciones públicas, o, en su defecto, empresas del sector público, como el propio ICS. Una de ellas es "aportar transparencia sobre las investigaciones [de acoso] y sus conclusiones", incluyendo "cuántos analisis se hicieron, cuándo, por quién y contra quién, cuántos análisis precedieron a la investigación y cuáles fueron los resultados de esas pesquisas".
En su documento-marco publicado tras el escándalo del Me Too, la UN Women hace también hincapié en que se impone "asegurar que los derechos de las víctimas sean claros, estén documentados y sean conocidos". Para ello, "[éstas] deben tener acceso a distintas vías de denuncia y ser protegidas contra represalias". Tanto presuntos acosadores como víctimas deben ser tratados de forma igualitaria, ser informados y consultados durante todo el proceso y a su conclusión".
Es evidente que lo que dice Naciones Unidas no ha pasado en el CAP Paseo de Sant Joan. Hay víctimas --o su entorno-- muy descontentas, hasta el punto de que la plantilla se ha roto por el presunto episodio. El ICS ha tenido campos de mejora en la gestión del episodio, al menos si somos tan exigentes en atajar la lacra del acoso sexual en línea con los estándares que fija la ONU.
Hay reservas sobre cómo se ha abordado el caso, y no son rumores, se han planteado a la dirección de forma abierta y sin ambages. Como en otros casos --¿recuerdan la vergonzosa gestión de las denuncias de acoso en la CUP?--, en el CAP Paseo de Sant Joan faltó el "liderazgo" que reclama la ONU a la hora de abordar los me too en el lugar de trabajo. Y sin ese liderazgo cuando las cosas van mal, de poco sirve hacer grandes alegatos sobre la igualdad o contra el patriarcado cada 25 de noviembre.
Era el momento de demostrar que la mayor empresa pública de la Generalitat estaba blindada y es proactiva frente al acoso. Y el resultado es agridulce. Insatisfactorio.
Ello sin perjuicio de la absoluta falta de transparencia que ha tenido el ICS con este u otros medios que se han interesado por el asunto. En lugar de comunicar desde la humildad, admitir el caso y tratar de recordar todo el trabajo que hace para prevenir acoso de género en el lugar de trabajo, que seguro que es mucho, la gran empresa pública ha jugado al "circulen, no hay nada que ver". Dando escasa información a los periodistas y a regañadientes. Lo que desmuestra falta de conocimiento de cómo funciona un medio de comunicación --al menos los que no son pesebreros--, debilidad en la organización y, más grave si cabe, la sensación de que las denuncias molestan y deben ocultarse, aunque ello no sea así.
En resumen, un papelón para el equipo de Yolanda Lejardi, la aún directora gerente del ICS, que llegó al cargo con la vitola de ser mujer --la tercera de la historia en el proveedor-- y enfermera --la primera. La gestión de los mandos la definen las grandes líneas de trabajo desplegadas, pero también los detalles. Y en el Eixample de Barcelona, el gabinete de Lejardi ha dejado sabor de que podría haber hecho más, mejor y mucho mejor comunicado.
Porque la sensación que queda es que hubo un Me too en el centro de la Ciudad Condal.