Oriol Junqueras descarta la vía unilateral y abraza los indultos. No lo escribe así, pero es lo que casi todos interpretan y muchos desean. En todo caso, ha tirado de malabarismos lingüísticos para poder defenderse de los reproches de todas las partes. Es un bienqueda, con el peligro que ello supone en las esferas de poder.

El líder de ERC, condenado a 13 años de prisión por el cometido que desempeñó en el procés, solo ha maquillado las palabras que lleva repitiendo desde hace años. Ni una muestra de arrepentimiento que pudiera sostener el indulto, aunque a esta carta se aferra Pedro Sánchez para conceder una medida de gracia escandalosa.

Junqueras no asume errores ni hace autocrítica. Insiste en que la respuesta del Estado el 1-O “fue percibida” como “cada vez menos legítima y alejada de principios democráticos”. La respuesta del independentismo (referéndum y DUI) “tampoco fue entendida como plenamente legítima”, ¿pero sí fue democrática? Eso lo deja entrever más adelante.

“Hemos de acatar leyes que nos parecen profundamente injustas y arbitrarias, que tipifican como delitos comportamientos que son plenamente democráticos y no deberían ser delictivos”, argumenta. Esto es, su democracia sigue siendo esa, la de la unilateralidad, la de saltarse las leyes. Solo que Junqueras necesita algo de tiempo, convencer (manipular) a más gente para el nuevo embate. Y salir de la cárcel.

Si no le gustan las leyes, tiene vías democráticas para cambiarlas, aunque el camino es más lento y no le interesa. Mejor cargar contra España. Tampoco faltan en su tribuna conceptos como “independencia”, “autodeterminación”, “persecución judicial”, “amnistía”, “referéndum” y “negociación”. ¿Negociar el qué? Un referéndum.

Apoya esta tesis la secretaria general adjunta de ERC, Marta Vilalta: “No renunciamos a ninguna vía democrática política para solucionar el conflicto [...], pero la prioridad es el diálogo y la negociación”. ¿Cuál es la alternativa? La democracia que han aplicado hasta ahora. Junqueras no ha cambiado, pero a muchos les conviene ver que sí. Después, que no se hagan los sorprendidos. No olvidemos que fue él quien impidió a última hora la convocatoria electoral que pretendía Carles Puigdemont para evitar el 155.

Hablando de trilerismo lingüístico… La Generalitat también lo ha empleado para saltarse la orden judicial de ofrecer los exámenes de la selectividad en catalán y en castellano sin que los alumnos que desearan las preguntas en español tuvieran que pedirlas. La decisión del TSJC es clara: “Se ofrecerá de forma individual al alumno la opción de escogerlos en el idioma oficial que estime”. La realidad, en varios casos, ha sido otra, como ha constatado incluso TV3.

Lo que ha ocurrido, como ya anunció en la víspera la consejera de Universidades, Gemma Geis, es que se “ha reforzado” la comunicación a los alumnos sobre su “derecho” de realizar las pruebas en castellano; esto es, se han repartido los exámenes en catalán y, si alguno lo requería, se le daba en la lengua del invasor (como se hacía hasta ahora). ¿De verdad en Cataluña hay que pedir permiso para utilizar el español? Pues sí, de verdad. 

Por lo tanto, el Govern ha vuelto a desobedecer a la justicia (y recurrirá), pero por alguna razón nadie se atreve a meterle mano al asunto lingüístico. Y así nos va. La diputada de la CUP en el Congreso de los Diputados Mireia Vehí ha reconocido, tras la carta de Junqueras, que los indultos pueden apaivagar el dolor, pero no son la solución. Estará encantada con la inmersión, pero es incapaz de pronunciar un buen discurso en castellano.

El problema del castellano en Cataluña es que se habla, pero no se enseña. El problema del catalán en Cataluña es que se enseña, pero no se habla.