Como era previsible, cuando más falta hacían los votos de ERC, esta ha dejado tirado al Gobierno. Solo el movimiento in extremis de Cs --con su efecto en el PP-- ha salvado la prórroga del estado de alarma que necesitaba Sánchez, y probablemente todo el país.

Ni siquiera en una situación de emergencia extrema como la actual, los de Junqueras han tenido la más mínima compasión con aquellos con los que hace apenas cuatro meses cerraron un pacto de investidura. Y eso que le arrancaron al PSOE una humillante mesa bilateral para “la resolución del conflicto político” en Cataluña.

Además, ERC refuerza su discurso nacionalista más rancio y amenaza al Ejecutivo con repetir su no en una probable nueva votación para prolongar el estado de alarma la semana que viene. La portavoz, Marta Vilalta, ha acusado al Gobierno de “centralizar”, de chantajearles, de “imponer decisiones unilaterales” por delante de “la capacidad de decidir de Cataluña”. Y exigen acabar con el “mando único” y retomar las negociaciones para ver qué nuevas competencias arañan.

No es una arenga demasiado diferente de la que lanza JxCat, ni una táctica muy distinta de la que usó Convergència durante años hasta llegar al procés. Aunque, eso sí, un poco más ruin y mezquina, habida cuenta de la delicada situación del Gobierno, desbordado con la lucha contra el letal virus mientras intenta que la economía, en coma, no entre en fibrilación.

El líder del PSC, Miquel Iceta, se lamentaba del desmarque de ERC. “Como siempre, al final se deja arrastrar por JxCat. Hicieron presidente a Artur Mas, luego a Carles Puigdemont, luego a Quim Torra”, decía el sábado en una entrevista en El Periódico.

Pero --pese al tacticismo electoral-- no parece que ERC le cueste mucho dejarse arrastrar. De hecho, sus líderes parecen encantados con los chantajes. “Es evidente que el PSOE tiene que decidir si se lanza a los brazos de Cs o si quiere mantener las mayorías de la investidura. [...] Si la mesa [de negociación] no avanza, se acaba la legislatura", decía Junqueras el jueves pasado, poco antes de conocerse que en breve disfrutará de un insultante nuevo permiso para trabajar en el archivo del Monasterio de Poblet durante doce horas cuatro días a la semana, pese a que le queda por cumplir casi toda la condena de trece años de cárcel e inhabilitación por sedición y malversación.

El moderado Rufián se posicionó de forma similar un día antes en el Congreso. La esperanza blanca de los terceristas acusó al Gobierno de aplicar una “recentralización, militarización y regresión de los derechos civiles” con la excusa de la gestión de la crisis del coronavirus. “Sin diálogo simplemente no hay legislatura", zanjó.

Confiar en una mínima lealtad de los independentistas para sacar adelante cualquier proyecto político de ámbito nacional no parece un planteamiento muy razonable. Gobernar así es una lenta agonía, un calvario. No quiero ni imaginar lo que le espera a Sánchez en manos del vengativo Junqueras con la que se nos avecina en los próximos tiempos. Buena suerte. La vamos necesitar todos.