No sé si la participación en las autonómicas del domingo será muy alta, lo que sí he constatado es que, en mi entorno más cercano, esta es la cita electoral de las últimas décadas que menos interés despierta.
A estas alturas, tal vez convenga recordar que en las últimas elecciones catalanas (las de 2021) la participación fue del 51,3%, la menor de la historia (en plena pandemia, eso sí). Mientras que en las anteriores (las de 2017) votó el 79,1%, el mayor registro de la historia (coincidiendo con el punto álgido del procés).
Hay quienes apuntan que una alta participación es el reflejo de una sociedad tensionada, mientras que una participación muy baja denota resignación. Veremos lo que ocurre.
En todo caso, a mí me da la sensación de que estas elecciones van a servir para muy poco. Me temo que, gane quien gane, nada relevante cambiará.
¿Acaso hay algún partido con posibilidades reales de llegar a la Generalitat que garantice el fin de la aberración ilegal de la inmersión?
¿Hay alguna formación con opciones de ganar que vaya a combatir sin complejos el nacionalismo que impregna de podredumbre todas y cada una de las instituciones de Cataluña?
¿Hay algún candidato que garantice la ampliación del aeropuerto? Recordemos que la Generalitat rechazó la millonada que ofrecía el Gobierno para ello. Es más, la sensación es que estamos más cerca de reducir el aeropuerto para agrandar la charca de La Ricarda que de ampliarlo. Vamos, involución frente a progreso.
¿Acaso hay algún partido que defienda un reparto más equitativo del pastel del turismo, es decir, permitir a las familias con una vivienda en propiedad que puedan acceder a una licencia turística que les podría resolver la vida, retirándosela -en compensación- a aquellos grupos empresariales o grandes tenedores que acumulan esos privilegios de forma oligopolística?
Como la respuesta a todas estas preguntas es un no rotundo, entiendo a aquellos que tienen pocas ganas de ir a votar este 12M. O que incluso prefieran apostar por las opciones más destructivas.