Lleva tiempo intentando encontrar su espacio político en Cataluña. Pero, sin embargo, el líder de los socialistas catalanes tiene ganada la escena española. Acaba de salir triunfador del congreso de los socialistas españoles del PSOE. Pedro Sánchez, el nuevo secretario general, ha utilizado su discurso para rendir pleitesía al hombre que desde Barcelona le enseñó cuál es la mejor táctica para convertirse en un líder de izquierdas basándose en el debate territorial de dibujo del Estado.

Iceta le ha explicado al nuevo dirigente socialista que su éxito depende en buena parte de que los socialistas catalanes --aquellos que votaban en masa a Felipe González o a José Luis Rodríguez Zapatero, con cabezas de lista como Narcís Serra o Carme Chacón-- ahora necesitan reencontrarse con un partido político en el que hubo no pocas deserciones hacia el nacionalismo más diáfano.

El dirigente de los socialistas catalanes, los pocos que quedan a fecha de hoy, ha convencido al líder español de la necesidad de abrazar el catalanismo como fuente política para mantener el poder. Pero, ¿qué es hoy día ese catalanismo que el PSC siempre dijo comprender? ¿Hablamos de un nacionalismo de baja intensidad con la lengua y la identidad como elementos nucleares?

Iceta ha ganado el congreso del socialismo español por vía interpuesta, pero sigue sin lograr convencer a sus afiliados, simpatizantes y votantes de que su fórmula es la adecuada

Iceta ha ganado el congreso del socialismo español por vía interpuesta, pero sigue sin lograr convencer a sus afiliados, simpatizantes y votantes de que su fórmula es la adecuada. Es posible que el hombre que lleva en política toda su vida tenga una capacidad estratégica por encima de lo normal, pero resulta igual de probable que sea incapaz de entender que dentro de su propio partido ha perdido apoyos que son indispensables para sus objetivos. ¿Puede el PSC jugar la carta del catalanismo sin ninguna distancia? ¿Ese catalanismo cuánto tiene de diferente con el nacionalismo identitario e independentista que maneja el poder administrativo catalán? Esas son las preguntas que ahora deberá responder el líder de un partido que pierde fuelle en las encuestas con respecto al pasado y que puede convertirse en insignificante en el Ayuntamiento de Barcelona si prosigue su política de apluso y actitud acrítica frente al gobierno populista de Ada Colau.

La de Miquel Iceta es una victoria pírrica porque necesita que las bases sociológicas del PSC le revaliden la confianza que antaño tuvieron otros líderes socialistas catalanes. La ruptura del partido entre nacionalistas catalanes y partidarios del proyecto español es innegable. Puede enmascararse en el marco de las diferencias del socialismo español, pero el caso catalán tiene singularidades propias. ¿Seguirán los socialistas del Upper Diagonal dispuestos a mandar sobre una organización que tiene su base en la parte baja de esa misma calle?

Todo queda pendiente de ver cuáles serán las nuevas alianzas, incluso en Cataluña. ¿Puede ser Miquel Iceta el nuevo presidente de la Generalitat? Con mucha probabilidad eso es cierto, e incluso podemos apostar porque su mandato sería mucho más fructífero y razonable que cualquiera de los dos últimos, pero --y aquí radica la pregunta del millón de dólares-- ¿conectaría con su base social en Santa Coloma de Gramenet, Canovelles, Cornellà, La Llagosta, Montcada i Reixac...?

El corolario del congreso socialista que aupó a Pedro Sánchez hizo lo propio con su principal aliado, Miquel Iceta. Más allá de debates estériles sobre otros barones socialistas, con el mapa político que vive el país sobre la mesa, lo que debe explicar Iceta, el táctico de nacimiento y el estratega de devoción, es si tras los últimos acontecimientos puede ser capaz de liderar una opción de gobernación en la Cataluña que nos aguarda después del procés. Con independencia, eso sí, de que en el ring de la política el brazo que se alzó ganador ayer en Madrid fue el suyo.