Sé que las palabras que siguen a continuación pueden suscitar polémica, agitación y hasta sorpresa. De acuerdo, hemos venido aquí a provocar el intelecto. 

¿Díganme qué político español ha hecho una propuesta tan concreta como la que lanzó ayer el presidente de la patronal catalana Foment del Treball y vicepresidente de la CEOE, Joaquín Gay de Montellà, sobre salarios y riqueza?

Ninguno. Los más izquierdosos quieren acabar con los contratos precarios, el paro y los salarios de miseria, pero no saben cómo hacerlo. Recuerden el revolcón que le propinó Albert Rivera a Pablo Iglesias en el debate organizado por Jordi Évole cuando varias veces le dijo que sí, que su teoría estaba muy bien, pero que cómo se resolvía el problema, que cuál era su propuesta.

Llevamos en menos de un año cuatro campañas electorales seguidas en Cataluña y tres en el resto de España. Hemos escuchado proclamas, sandeces, majaderías, políticos fumados, corruptos colaborativos, asesores beodos, pero ni una sola propuesta en materia laboral seria, competente y edificada desde la experiencia.

Ni la hemos visto, ni después de escuchar a Pedro Sánchez y a Mariano Rajoy en un debate más de puro teatro político, podemos aventurarnos a que llegue algún día un regalo político de esa envergadura.

La primera vez que alguien es capaz de elevar la voz y decir, alto y claro, que a medida que se sale de la crisis hay que distribuir las rentas de forma algo más equitativa es el presidente de una organización empresarial. Catalana, para más señas. Y eso también es hecho diferencial, liderazgo en España. Gay de Montellà no tiene el más mínimo complejo en pedir a sus asociados que eleven los salarios y sean “generosos” con la sociedad en la que participan como emprendedores.

Ha reconocido incluso el papel de los sindicatos, esforzados y casi sometidos durante esta crisis. Mudos, según los más críticos, incapaces de encontrar un relato propio sobre quienes no tienen trabajo o lo poseen en condiciones deplorables.

Si un empresario como Gay de Montellà es capaz de hablar claro y sin tanta teatralidad, desde una posición pragmática e integradora, los políticos no deberían ser menos. Y si, como parece, resultan incapaces de actuar de forma resolutiva en materias tan delicadas como el mundo del trabajo a lo mejor habría que relevarlos por buenos empresarios o gestores. 

No, la democracia no puede sustituirse por una tecnocracia, estamos de acuerdo. Pero, ¿por qué tenemos tan mala suerte con nuestra clase política? Lo dicho, hoy me atrevo a exclamar sin rubor: Gay de Montellà for president…