Laura Borràs estuvo el pasado sábado en TV3 y hasta en dos ocasiones habló de "el enemigo" para referirse al Estado. Obviamente sin que nadie en el plató se alarmara. La portavoz de JxCat en el Congreso está tan acostumbrada a hablar para su parroquia que no se percata de que su vocabulario la separa de todas las fuerzas civilizadas a las que apela cuando van de gira por Europa. Los partidos de izquierda y derecha que se dicen democráticos hace tiempo que comprenden que, en la lógica política contemporánea, hay adversarios políticos pero jamás enemigos.
La portavoz de JxCat en el Congreso usó un vocabulario propio del populismo, que se basa, entre otras cosas, en atacar a las instituciones en su totalidad. Como si nada de éstas fuera salvable. Y en tratar como un bloque monolítico --PP, PSOE, instancias judiciales o Gobierno-- aquello que en realidad es un conglomerado de contrapoderes, con matices, tensiones internas y, a menudo, intereses opuestos. También respecto a Cataluña.
Quizás por ello Borràs insistía en esa misma conversación con la cupaire Eulàlia Reguant en ir unidos el próximo 10 de noviembre. Porque en su pequeña tribu el pluralismo ideológico de las democracias representativas no existe. Y solo importa la identidad. De allí que un adversario pase a ser un enemigo y que a nadie le escandalice.
Sin duda, la magnanimidad y generosidad de la democracia española contribuirán a ampliar el marco mental de Laura Borràs. Quizás descubra que comparte el mismo tono revanchista que el más tonto de los diputados de Vox. Y que los enemigos o “bestias humanas” son solo un espejismo de ellos mismos.