Cuando estábamos confeccionando la edición informativa que hoy les suministramos, el director adjunto de Crónica Global, Joaquín Romero, preguntó ayer al resto de periodistas presentes en la reunión qué impresión tenían, desde el sentido común y la experiencia personal, sobre cómo los últimos atentados habían podido afectar al movimiento soberanista y en qué medida.

El debate fue apasionante. Estoy seguro de que si lo hubiéramos grabado en vídeo para mostrárselo no hubiera guardado la frescura y el desparpajo que vivimos en la sala en la que cada día se reúne el consejo de redacción del medio.

Hubo quien apostó por argumentar que los atentados habían alimentado la causa independentista, quienes piensan que fue lo contrario y, una tercera vía mayoritaria, entre la que me hallo, que consideró que nada ha cambiado después de la barbarie terrorista. Los que defendimos esta tesis pensamos que las mentiras del Gobierno de la Generalitat sobre las amenazas previas y la manipulación de la manifestación posterior contra el terrorismo fueron insuficientes para variar las posiciones previas de los catalanes sobre la agenda que los nacionalistas nos han puesto sobre la mesa.

A diferencia de lo que sucedió el 14 de marzo de 2004, en las elecciones generales que tuvieron lugar unas horas más tarde de los atentados de Atocha (Madrid), en esta ocasión las filias y fobias de los catalanes apenas deben haberse modificado y, a decir de las encuestas que han publicado en los dos últimos días nuestros partners de El Español, la sustancia política catalana permanece invariable. Es más, de haberse constatado alguna modificación debería ponerse en el haber del independentismo, que saldría mínimamente beneficiado.

A diferencia de lo que sucedió el 14 de marzo de 2004, en las elecciones generales que tuvieron lugar unas horas más tarde de los atentados de Atocha (Madrid), en esta ocasión las filias y fobias de los catalanes apenas deben haberse modificado

La mentira no ha llegado al mismo nivel que las obsequiadas por Ángel Acebes y sus secuaces hace ya la friolera de 13 años. Además, el márketing político del soberanismo que se ha practicado desde el primer día se ha ocupado de mantener las posiciones demoscópicas alcanzadas antes de la amenaza yihadista. Los Mossos, pese a sus errores de bisoñez, a la altanería de su jefe policial y al prietas las filas decretado, se han convertido en una policía al nivel del FBI o Scotland Yard ante la opinión pública. Y si no es así tampoco pasa nada, se supone que son los nuestros y mejor malo conocido...

Lo constatable por los periodistas de Crónica Global es que se han radicalizado las posiciones previas. Quien era partidario de romper con España, hoy aún es más rupturista. Quien estaba en tesis contrarias también está reafirmado y hasta enojado por la inacción de Mariano Rajoy. Es decir, cada uno en su posición de partida y con más dureza y extremismo en sus planteamientos.

Tengamos o no razón, lo incuestionable es que las encuestas publicadas en las últimas horas demuestran que el proyecto secesionista ni se amilana ni se diluye. Esa constatación supone, de hecho, que los contrarios estén contrariados e inquietos ante la solución que la administración del Estado piensa dar para evitarlo y los partidarios monten guardia en sus garitas ideológicas para que nada ni nadie pase sin los debidos controles. Esa es la lamentable situación actual: seguimos a la espera de los políticos y olvidamos las cosas que más nos incumben e importan a los ciudadanos.