Las delirantes declaraciones del consejero de Interior, Miquel Buch, tratando a España como país y Estado “vecino” --al referirse a los efectivos del Ejército que colaboran en la extinción del macroincendio de Tarragona-- solo tienen dos explicaciones posibles. O han sido causadas por su analfabetismo, o por su vileza.
Aunque su pasado como guardián de la puerta de un conocido local de Badalona hace más verosímil la primera opción --la de la ignorancia--, me resisto a aceptar que el máximo responsable de los Mossos d’Esquadra sea tan idiota como para que aún no se haya enterado de que la república no existe. Especialmente cuando es el propio gobierno del que forma parte el que se encarga de mantener enchironados a sus líderes por pasarse de listos.
Así, es fácil llegar a la conclusión de que el independentismo pirómano mostrado por Buch responde fundamentalmente a su integrismo nacionalista. Es decir, no es más que la posición de un hooligan infame, eso sí, con 16.500 hombres armados a su cargo.
Sin embargo, lo lamentable del caso no es el mayor o menor grado de supremacismo y miserabilidad que albergue el conseller, sino que su planteamiento es habitual entre los dirigentes nacionalistas.
Y esto no solo es aplicable al entorno de Puigdemont, sino que también afecta a los mandamases de ERC. Verbigracia --y siguiendo con la cuestión que ha suscitado este artículo--, el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, agradecía este fin de semana “a todos” los que estaban trabajando contra el fuego de Tarragona, y específicamente citaba a los bomberos, protección civil, los Mossos y los agentes rurales. Por supuesto, ni una mención a los cientos de militares que se han jugado el pellejo como el resto de compañeros de los servicios de emergencia --en plena sintonía y perfecta coordinación--, para que los jerifaltes de JxCat y ERC pudieran pasar el fin de semana tranquilos en sus casitas de Tarragona.
Ante esta realidad inexorable, sorprende que todavía haya constitucionalistas que crean que es posible “integrar” de buena fe a los nacionalistas en cualquier tipo de proyecto compartido. ¿De verdad alguien cree que dialogar con estos tipos va a servir para que cumplan las leyes, acaten las sentencias de los tribunales, acaben con el adoctrinamiento indepe y la inmersión en las escuelas, dejen de utilizar las embajadas, TV3 y Catalunya Ràdio como instrumentos de propaganda extrema a favor del procés, y se pongan a trabajar para recuperar la convivencia en Cataluña? ¿Pero en qué mundo viven?