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Ignasi Jorro, director de Crónica Global y, de fondo, Manel Casals y Jordi Clos, del Gremi d'Hotels de Barcelona

Ignasi Jorro, director de Crónica Global y, de fondo, Manel Casals y Jordi Clos, del Gremi d'Hotels de Barcelona

Zona Franca

Gremi d'Hotels de Barcelona

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El Gremi d'Hotels de Barcelona es una asociación necesaria que, si no existiera, habría que crearla. Aúna a establecimientos de primer nivel, genera sinergias y valor añadido, inteligencia turística y conocimiento, y es organización empresarial tractora. Todo ello hay que reconocérselo al Gremi, actor pivotal en la poderosa industria vacacional catalana y player con solera en la economía barcelonesa.

Seguro que, a menudo, los medios soslayamos la labor que desempeña esta organización cuasi patronal. No la recordamos lo suficiente. De acuerdo.

La pregunta es: ¿reconoce el Gremi la legitimidad de otros actores turísticos? ¿Trabaja con esmero la llamada institucionalidad? Cabe hacerse estas dos preguntas habida cuenta de lo que cuenta Crónica Global sobre el uso de determinadas instituciones.

Que el Gremi utilice unas tácticas u otras para lograr endurecer la regulación sobre los pisos turísticos --que son su competencia directa-- es materia ética que cada uno valorará según su brújula moral, o estrategia legal que los abogados examinarán.

Veo personalmente más preocupante que se vete a operadores de apartamentos turísticos entrar en el Barcelona Convention Bureau (BCB), que no es el Gremi per se, sino una suerte de participada del consorcio público-privado Turisme de Barcelona. Bajo mi punto de vista, sumar es multiplicar. El Convention, tractor del turismo de congresos en la urbe, debería trabajar con actores de todo tipo (legales y regulados, claro está) para favorecer que las empresas y operadores feriales apuesten por la Ciudad Condal.

El segmento de turismo corporativo es tan competitivo que no nos podemos permitir prescindir de nadie, siempre que éste cumpla la normativa, pague religiosamente sus impuestos, cumpla sus obligaciones y aporte valor.

Un congresista del Mobile World Congress no pinta nada en un piso turístico ilegal en una comunidad de Nou Barris, es evidente. Porque ese alojamiento vacacional no debería ni existir como tal. Pero si Huawei o cualquier otra firma china pide dos pisos turísticos de lujo en pleno Eixample de Barcelona durante la feria, unidades que tienen todos los servicios, licencia y limpieza, y que albergan las pernoctaciones de varios de sus directivos, calls con el país de origen y hasta juntas de dirección --hablo de un caso real--, ¿hay que decirles que no? ¿Hay que enviar a todo el grupete a un hotel por fuerza?

Lo veo debatible: habría que dar todas las opciones para que Huawei, o la tech que sea, siga prendada de Barcelona. Al menos hasta 2032, cuando el gobierno municipal prevé extinguir las licencias de este tipo tras el fin del periodo transitorio de la normativa en 2028 y de la prórroga extraordinaria que pueden pedir los tenedores del título habilitante si ven lesionados sus derechos.

Si el turismo lo soportamos entre todos, el turismo deberíamos ser todos. Si el debate de ciudad resuelve extinguir los pisos turísticos en 2028 o 2032, así sea. Que decida la mayoría y, si alguien apela a ellos, los tribunales. Pero en el ínterin, hay que maximizar la posición de nuestra economía. Y solo con las plazas hoteleras actuales eso no ocurre.

Ahora se puede defender que los congresistas del MWC caben en las 88.000 plazas hoteleras existentes, sí. ¿Y cuando se estrene el Hall 0 de Fira de Barcelona en 2027? En otras palabras: si la apuesta es por escalar el Mobile, puede parecer razonable dimensionar también las plazas para ese pico de demanda. Debátase.

Pero lo inaceptable es vetar a otros operadores de un vehículo de promoción público-privado porque está colonizado por un solo sector. No es de recibo, y no pasaría el primer corte de cualquier análisis serio de una economía libre de mercado. 

Negro sobre blanco, el Gremi d'Hotels es un pilar, acaso el principal, del turismo barcelonés. Pero no puede, ni debe, ser el único. Hay que practicar la concertación, el diálogo con argumentos constructivos, la sinergia y, también, el sentido de la institucionalidad.

Porque no queda claro que eso esté pasando en estos momentos.