El conflicto laboral en H&M España ha creado un precedente en su sector por los términos de la victoria inesperada que la plantilla explica que ha conseguido. Perseguían mejoras en las condiciones de trabajo en uno de los momentos de mayor carga del año, las rebajas de verano, y han conseguido, además, un incremento salarial.
Los trabajadores del resto de gigantes de la moda les miran de reojo. Todo ello, semanas después de celebrarse las primeras elecciones sindicales de la historia de Mango. Tuvieron lugar en el centro logístico de Lliçà d’Amunt y estuvieron marcadas por las denuncias de presunta mala praxis de altos directivos del grupo para impedir que UGT obtuviera la mayoría. Fallaron. El segundo sindicato del Estado, con una organización vertebrada y fuerte detrás, se impuso.
Los gigantes del llamado fast fashion avanzan a paso lento hacia la regulación laboral que sería lo normal en cualquier otra gran empresa análoga. Mientras, la firma de entregas a domicilio ultrarrápidas Getir ha anunciado que deja España. Los turcos han iniciado el despido de los más de 1.000 empleados en el país y siguen los pasos de Gorillas. La alemana bajó la persiana hace un año y dejó en la calle a sus más de 300 trabajadores. De este sector de actividad solo continúa Glovo y, a pesar de los avances laborales que por ley ha tenido que aplicar a sus empleados (porque los riders son empleados), la historia de la compañía en este sentido no es precisamente ejemplar.
Mantener una política de salarios muy baja ha sido la tónica general en ambas actividades. Con una pequeña diferencia, mientras los grandes de la moda amasan beneficios, los unicornios que prometían revolucionar el concepto empresa en el país nunca han conseguido llegar al break even point.
A pesar de los años de promesas de cambio, el grueso de la competitividad del país aún se respalda en los salarios bajos. Seguimos instalados en la sociedad low cost.