A veces, en ocasiones, Cataluña mira al resto del mundo con los ojos estrábicos de Jordi Farré. Al excandidato a presidente del FC Barcelona, activista independentista y empresario del sector de los mataderos "le fueron a buscar" para que solucionara uno de los problemas de la pandemia del coronavirus: asegurar la cadena de producción de carne cuando faltaba un adjudicatario.
El Govern "le fue a buscar" en 2020 para que hiciera de empresa de trabajo temporal (ETT) y nutriera los mataderos catalanes con personal. Farré no tenía experiencia alguna en el sector de la cadena alimentaria y, pese a ello, dijo sí. Huelga decir que la Generalitat de Cataluña podía haber acudido a empresas expertas del sector del despiece, pero no lo hizo. Fue a buscar a Farré, dice él en privado, y éste les sacó las castañas del fuego, haciendo que las salas de cortado de Cataluña siguieran operando cuando no había concesionaria auxiliar que lo hiciera.
Después, al directivo le han prorrogado el primer contrato a dedo dos veces, y se lo han ampliado con tretas otras dos ocasiones más. La primera, consiguiendo que su competidora, el gigante OneVet, encallara en el Tribunal de Contratos. Ganó cuando el encargo a la empresa de Farré, Appeal, llegaba al fin de la externalización.
Y la segunda vez, en una clamorosa decisión que en un país normal sería carne de sumario judicial, la Consejería de Salud le ha renovado el encargo --pasó en abril-- porque alegó que había constituido mal la mesa de contratación del nuevo concurso. Un Departamento que licita miles de contratos al año no sabe montar una mesa. Ya.
En total, Farré encadena 30 millones de euros públicos en tres años y medio sin haber pasado por un concurso abierto completo contra sus rivales. O bien se los han dado a dedo, o bien la licitación ha naufragado, provocando que continuara su empresa.
Todo ello lo ha presenciado el exproductor de porno con sus ojos estrábicos. Ha observado atentamente cómo, a veces, Cataluña es más la Nápoles del norte que la Dinamarca del sur que algunos tratan de vender. La Fiscalía Anticorrupción le investigó y detectó mala praxis administrativa pero no penal --por ahora--, y muchos en Barcelona se preguntan si esos fondos públicos que ahora riegan sin descanso a su empresa son, en realidad, favores pagados de alguna aventura anterior.
"O es que tiene a alguien del Govern cogido por sus partes nobles", razonan, incapaces de justificar cómo una empresa se lleva semejante montante sin concurrencia al uso. Entre amenazas a sus trabajadores que la Inspección ya ha castigado.
Es, salvando las distancias, un caso que recuerda al de Cinta Pascual, dueña de L'Onada Serveis, residencias de mayores que no eran nada en Cataluña --o poco-- hasta que su propietaria comenzó a compadrear con cierto establishment nacionalista. A Pascual también la fueron a buscar, admitió el empresario independentista Xavier Vendrell, para "sacar a ancianos de residencias" y llevarlos a otro lugar cuando los fallecidos en los geriátricos se contaban por centenares en primavera de 2020.
El juez Joaquín Aguirre, de la causa Voloh, la investigó, pero lo dejó correr al no hallar el rastro del dinero. Como Farré, Pascual podría querer ahora su premio por haber auxiliado al Govern cuando más falta le hacía.
Se cuenta que las presiones sobre DomusVi para no reclamar de vuelta la gestión de la mayor residencia catalana, Ca n'Amell de Premià de Mar, con 311 camas, --la construyó el gigante, pero Salud la intervino y cedió a Pascual en 2020-- son "monstruosas". Alguien bien situado no quiere a DomusVi de vuelta, prefieren que se quede Pascual y, de nuevo, como en el caso de Farré, algunos argumentan que es "para pagar favores pasados".
Sin importarle el hecho de que la directiva rompiera con la patronal nacional por motivos que jamás se explicaron del todo, o que ahora esté en franca guerra con el arzobispado por una residencia a medio construir en la zona alta de Barcelona en la que envió a los operarios por las bravas. El ayuntamiento le reclama que "restituya" lo dañado.
En cualquier caso, son dos ejemplos de cómo el mundo se puede observar desde la óptica de la gestión transparente y responsable con la estructura --y dinero-- común, o bien uno puede otear desde los estrábicos ojos de Jordi Farré, en los que las intrigas palaciegas, la jugarretas y las medias explicaciones son norma.
Es una mirada que, como ha explicado Metrópoli en las últimas horas, alcanza a algunos que prometían renovar la política y creían que todo lo descrito más arriba era agua pasada y males ajenos. Pero resulta que no.
Así que de lo poco que queda ajeno a esas ópticas es la prensa libre y la rabieta al votar. Lean lo que les plazca, pero lean, y este domingo voten. Porque alguno parece que necesita una revisión oftalmológica urgente.