No hay negocio más rentable sobre la piel de toro que fundar un medio digital en Cataluña. No lo digo yo, sino Roberto Bermúdez de Castro, secretario de Estado para las Administraciones Territoriales en el último mandato de Mariano Rajoy. En calidad de tal, fue la máxima autoridad del Principado mientras se aplicó el artículo 155 de la Constitución.

El caballero sabe de lo que habla. En efecto, tuvo acceso a las cuentas del Govern y comprobó la copiosa riada de caudales que vuelca cada año sobre los órganos informativos locales.

El único requisito imprescindible para agenciarse la bicoca es que se editen en catalán o en aranés. Si se hacen en castellano, ni un céntimo. En esta Comunidad tal idioma está proscrito. Quienes tienen la osadía de utilizarlo para rotular sus comercios se exponen a crecidas multas.

Hay una segunda exigencia no escrita. Consiste en que la gaceta de marras defienda con ardor el procés separatista y respalde inequívocamente a los políticos golpistas.

Si se cumple solo la primera condición, los fondos que se asignan son de cuantía limitada. Pero si el editor cumple además la segunda ya puede echarse unas buenas siestas, pues tiene la vida asegurada. Como reza el dicho, el generoso donante dispara con la pólvora del rey. Solo que en este caso la pólvora pertenece en un 100% a la masa de los residentes, que la sufragan con sus impuestos.

Las cifras son tan elocuentes como escandalosas. Las mamandurrias para los diarios se han multiplicado como los panes y los peces. Mientras tanto, padecemos los mayores recortes presupuestarios de la historia. A la vez, la sanidad, la enseñanza y la seguridad presentan una situación lamentable.

Desde que comenzó el procés, Quim Torra, Carles Puigdemont y Artur Mas han obsequiado a los editores con casi 50 millones de euros, gratis et amore. Ningún otro sector o profesión ha merecido ayudas tan muníficas de la administración autonómica. Y además, a fondo perdido, es decir, no reintegrables.

Es de señalar que si se computan solo los auxilios oficiales, la foto que se genera está desenfocada. Porque además de esas gangas, los medios disfrutan de otras nutritivas mordidas paralelas. Me refiero al capítulo de la llamada “publicidad institucional”. Es un auténtico cajón de sastre que sirve para untar a discreción a los periódicos. Por este capítulo, sólo el pasado año se repartieron 20 millones.

En teoría la distribución debe seguir estrictamente criterios de audiencia. Es decir, los anuncios se conceden a las publicaciones según el número de sus lectores. Cuantos más lectores, más parné.

La cruda realidad es que el Palau de la plaza de Sant Jaume dispensa sus recompensas según un criterio exclusivo, a saber, el grado de adhesión inquebrantable de cada casa a la cruzada independentista.

El ejemplo de Crónica Global es palmario. Figura entre los digitales más leídos. Sobre el papel habría de recibir más que ningún otro. Sin embargo, el erario vernáculo no nos otorgó el año pasado un solo céntimo en concepto de publicidad. Si esto no es prevaricar, se le parece mucho.

Pese al descarado boicot que hemos estado sufriendo por parte de las autoridades, Crónica Global cerrará este año su cuarto ejercicio de vida desde que se refundó a mediados de 2015. En estos 42 meses hemos rubricado todos los periodos con crecimientos de dos dígitos en nuestras ventas y con resultados positivos en cada uno de ellos.

El mercado periodístico es abierto. Es decir, cualquiera es libre de fundar un medio. Si ofrece un buen producto, los lectores lo premiarán con su fidelidad y crecerá. Si la mercancía es mediocre, lo más seguro es que la audiencia le dé la espalda y huya de sus páginas. En consecuencia, también las rechazarán los anunciantes, que pretenden siempre la mayor difusión posible para sus mensajes.

Pero por nuestros meridianos la historia es otra. Da igual que el noticiero sea una bazofia o un simple vocero de los partidos separatistas, como ocurre en la mayoría de los casos. Si es en catalán y vende su línea ideológica a los prebostes del poder ejecutivo, tiene el momio garantizado.

Las canonjías de esta prensa prostituida suman cantidades estupefacientes. Hay firmas cuyas ayudas de todo género alcanzan el 70% de sus ingresos totales.

Dicho con otras palabras, son incapaces de sobrevivir con sus propios recursos. Si se les corta el cordón umbilical que los une a las arcas de la Generalitat, están condenados al cierre. Por eso no dudan en ponerse en cuerpo y alma al servicio de quienes les abonan los sobornos.

Otra característica común en todos los instrumentos subvencionados es la clamorosa ausencia de anunciantes privados. Son escasísimas las empresas que confían sus cuñas comerciales a esos medios. En el fondo, es comprensible. Ninguna compañía con cara y ojos admite que su marca se enfangue al mezclarse con unos diarios que destilan odio, embustes y groseras manipulaciones en cada una de sus páginas.

Hasta ahora, he resumido lo que ocurre en el sector teóricamente privado. Si de éste pasamos al sector público, el panorama es de aurora boreal. TV3, Catalunya Ràdio y sus dependencias se han convertido en un "monstruo" que cada año engulle más fondos. Su previsión de gastos para este ejercicio es de 307 millones. De tal cantidad, 213 millones provienen directamente de la Hacienda regional, o sea, del conjunto de los ciudadanos. La mayoría de éstos jamás se asoma a unas televisiones y emisoras que emiten 24 horas al día excrecencias secesionistas. La similitud de la nostra y el Nodo del franquismo es clamorosa.

El conglomerado de TV3 y sus apéndices factura unos 60 millones anuales, cuando sólo el coste de sus más de 2.300 empleados supone un dispendio de 160 millones. Cualquier compañía con semejante estructura habría quebrado sin remedio. Desde que TV3 empezó a emitir en 1983, se ha zampado la friolera de más de 6.000 millones de euros, es decir, un billón redondo de pesetas, a costa de los contribuyentes.

Gracias a las arcas oficiales, las empresas periodísticas de la región se han adulterado y pervertido. En su gran mayoría juegan con cartas marcadas y practican la competencia desleal a las que, como nosotros, no han entrado en este pasteleo bochornoso. Es un mercado viciado e infectado de arriba abajo por el gobierno territorial.

Un país sin una prensa mínimamente libre e imparcial es un país con un gravísimo déficit democrático. Es también caldo de cultivo y camino directo hacia la tiranía y la dictadura.

Esto es cabalmente lo que ocurre hoy en esta esquina de Europa donde impera el Gran Hermano del mensaje uniforme y la propaganda a palo seco.

Recuérdese el vergonzoso espisodio del editorial único aparecido en noviembre de 2009. Se ha inscrito con todos los deshonores en los anales de la infamia periodística. Los 12 principales diarios de la zona insertaron el mismo texto, sin cambiar ni una coma. La misma opinión, idénticos argumentos, ni un solo matiz.

En él "exigían" al Tribunal Constitucional que pronunciara una sentencia sobre el estatuto de autonomía, en sentido favorable --cómo no-- a los intereses de la Generalitat. Ese mismo año, sobre los 12 rotativos llovieron 90 millones de euros caídos del cielo, entre prebendas crematísticas, avisos pagados y suscripciones.

La mayoría de los feligreses de estos andurriales distan de ser separatistas, tal como muestran todas las encuestas habidas y por haber. Sí lo es, en cambio, más del 95% de los medios.

Hace dos milenios, Marco Tulio Cicerón escribió que no hay fortaleza tan bien defendida que no pueda conquistarse con dinero. Yo añado, con palabras de un editor inglés, que el dinero es un buen sirviente, pero un mal amo.