Hace un año el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijo tajante que “no entra en mis planes una crisis de Gobierno”. Apenas diez días después se produjo un terremoto en el Ejecutivo. Esta semana el presidente ha dicho lo mismo. “No entra en mis planes”. Visto lo visto, a los ministros no les debe llegar la camisa al cuerpo. Sánchez además acusó de intoxicación a los medios que publicaban estas informaciones. Estoy de acuerdo con el presidente. Evidentemente que son intoxicaciones pero no de los periodistas que las publican, sino de las fuentes interesadas que desde Moncloa o Ferraz ponen en marcha quinielas y movimientos con el objetivo de despedazar al enemigo íntimo. Que si tal se irá de candidato, que si tal sería el idóneo para esta ciudad, que si el de más allá estaría mejor en otro ministerio, que si el organigrama de Moncloa volverá a cambiarse… En este último caso, sobre todo por su ineficacia. La marcha de Iván Redondo dejó desnortado al Gabinete. En este año, se han producido cuatro cambios de calado y ni así. Por eso, algunos ponen proa a algún ministerio a más de un alto cargo monclovita.

Vamos que los periodistas no escriben en función de una inspiración divina sino porque en el PSOE y en Moncloa están intranquilos. El puzle es complejo. El Gobierno está lidiando con un apocalipsis endemoniado y necesita un empuje para afrontar el último año de legislatura. Tras la pandemia, la crisis energética, la crisis social que se vislumbra, la guerra de Ucrania, el parón económico que se puede producir por la escasez de suministros ya sean microchips o energéticos y a saber que nuevas plagas aparecerán, el Ejecutivo ha quedado mermado.

Ciertamente, no es esta situación monopolio de España. En toda Europa, los vaivenes de la crisis han hecho ya caer gobiernos y en todos los países se ha convertido en un calvario gestionar la situación. Pero, además, Sánchez debe lidiar con una coalición que no ha resuelto, o no ha sabido resolver, su cohabitación, con el espacio de Yolanda Díaz y Podemos dirimiendo disputas y intentando encontrar una hoja de ruta que no acabe en suicidio colectivo. El puzle se completa con un periodo electoral que dará una señal inequívoca sobre las generales de meses después.

Por si fuera poco, la crisis de hace un año no ha sido un revulsivo. La prueba es que “el PSOE ha vuelto” se quedó en agua de borrajas con los cambios en la ejecutiva de hace un mes. Por eso, la cercanía de las municipales se podría aprovechar para amortizar a varios fichajes estrella de julio de 2021. Sánchez ha utilizado las mismas palabras que hace un año. Veremos lo que sucede porque la palabra de Sánchez tiene el valor que tiene.

Aragonés, el presidente catalán, no le va a la zaga. Además de los problemas de Sánchez, el máximo responsable de la Generalitat acumula sus propios demonios. Las municipales serán usadas por sus socios de Gobierno -Junts- y por sus exsocios de investidura -CUP- para debilitar más su liderazgo. En el Govern y en el Parlament. La CUP desempolvará la moción de confianza y Junts quiere batirse en primera persona pueblo a pueblo. Los postconvergentes no quieren un mapa catalán en el que ERC tenga más alcaldías y quedar fuera del poder en el área metropolitana de Barcelona. La vuelta, más que previsible de Xavier Trias, no es baladí, es la bombona de oxígeno que necesitan en Barcelona.

Y otro sí. Junts tiene otro frente en el caso Borràs. Ahora, han pedido que la Mesa rectifique. Si ERC y la CUP lo hacen será ciertamente un gesto de debilidad. Un paso más para elevar la tensión política que se acrecentará en paralelo a los gritos épicos del 11-S y el 1-0 con la presentación de una auditoría del pacte de Govern que puede conllevar una consulta entre sus bases. Les auguro que si hay consulta el gobierno caerá.

Aragonés tiene abiertas todas las carpetas. Las relaciones con el PSOE. Encuestas a porrillo en los municipios. Elección de candidatos, incluido Rufián que dirá sí a Santa Coloma una vez ha preservado su permanencia en el Congreso. Pulso técnico del Govern porque tocan presupuestos. Puentes con la oposición porque Aragonés sabe que su estabilidad ya no pasa por Junts, menos por la CUP, sino por el PSC y los Comunes. ¿Cuándo debe producirse el movimiento? Los tribunales europeos con Puigdemont a un paso de tener problemas. El caso Marta Rovira. Ninguna carpeta está cerrada. Los problemas se acumularán y el Govern seguirá al ralentí, sin fuerza, sin ideas y sin propuestas. Y aquí está la cuestión ¿seguirá? Con esta formulación parece -aunque ya se verá porque los giros de guion en Catalunya son dignos de series de alto nivel- que no. El de Sánchez parece que tampoco aunque lo niega de forma vehemente. Y veremos cuál será el planteamiento de Díaz y si se aviene a que un terremoto en el Gobierno será el principio del fin de Podemos para dejarle claro y diáfano la reformulación del espacio. Sin duda, nos esperan semanas de mucha atención para los cafeteros. Los ciudadanos estarán en otras cosas aunque Sánchez y Aragonés los tienen con el alma en vilo.