Pedro Sánchez y Pere Aragonés se las prometían felices. Había costado pero habían recosido las costuras. La Mesa de Diálogo se había reunido, a pesar de los intentos de colapso por parte de Junts per Catalunya, y la negociación presupuestaria en Madrid avanzaba a velocidad de crucero. Debían sudar la camiseta pero los encuentros entre bambalinas hacían avanzar una negociación que ERC impulsaba pensando en los grandes números de la Generalitat. Todo iba miel sobre hojuelas y en eso llegó Puigdemont.

El expresidente catalán es detenido en Italia lo que crea una situación jurídica compleja, porque obliga a Europa a dictaminar de nuevo sobre Puigdemont, aunque la justicia italiana es la que tiene ahora la primera palabra. Para unos es una detención ilegal porque España ha mentido al tribunal europeo y las euroórdenes siguen vigentes. Para otros, la justicia tiene que seguir su curso porque las euroórdenes estaban activas. La Corte italiana tiene ahora que pronunciarse atendiendo a su legislación y a la europea.

A partir de aquí, dos caminos conspirativos. Uno que afirma que Puigdemont se ha dejado detener para provocar este conflicto jurídico y volver a primer plano de la política catalana y española. Otra que afirma que a través el nuevo embajador de España en Roma, el exministro Alfonso Dastis, había movido pieza de la mano del juez Llarena. Nada de esto se ha comprobado pero es el sottovoce de las últimas horas.

La realidad, el impacto político. En varios ramales. El principal que los gobiernos de Pedro Sánchez y de Pere Aragonés pueden caer.

Escenario 1. Es necesario ponderar el impacto en los socios de PSOE y ERC en su propia casa. Podemos puede aprovechar para tensar la cuerda al máximo. Su portavoz parlamentario, ha dicho nada más y nada menos que la detención es ilegal. Junts per Catalunya habla de romper la Mesa de Diálogo y forzar la movilización en las vísperas del cuarto aniversario del 1 de octubre.

Escenario 2. Los presupuestos generales del Estado quedan petrificados en el nuevo escenario. El Gobierno de Sánchez quería presentarlos la próxima semana. Tal y como está la cosa esta hipótesis se hace imposible. Y si no hay Presupuestos Generales del Estado, no hay Presupuestos de la Generalitat, básicamente porque no hay dinero.

Escenario 3. Sánchez y Aragonés se enfrentan a sendas crisis de Gobierno porque sus aliados se harán valer para imponer sus criterios. Sánchez tiene un mal papel. Debe defender el modelo judicial español que le hace la cama constantemente y todas sus apelaciones de respeto a la legalidad serán considerados ataques por los independentistas. Aragonés por su parte debe definir el papel de la Generalitat, presionada al máximo por Junts que aprovechará para dinamitar la estrategia de ERC. Por eso, ambos gobiernos pueden caer. La derecha española no dudará en espolear la idea de que el Gobierno debe convocar elecciones anticipadas.

Escenario 4. Llarena ha usado una argucia legal pero desleal, a juicio del independentismo, que siempre ha tirado de argucias. ¿Recuerdan aquello de la astucia? El paso del juez del Supremo abre dos incógnitas en función de la decisión de los tribunales europeos. Que rechacen su petición y la justicia española quede de nuevo al pairo. En ese caso, el Supremo y el Consejo General del Poder Judicial harían bien en presentar su dimisión en bloque empezando por Lesmes, porque el ridículo tiene premio. Que no la rechacen, con lo que el independentismo más radical aprovechará para incendiar las calles y presionar a Aragonés, incluso con la caída del ejecutivo, acusando a Europa y a España de persecución política.

Escenario 5. Que Aragonés y Sánchez sepan capear el temporal calculando los movimientos más allá de las reacciones a la acción de Llarena y la respuesta de Italia. ¿Cómo capearlo? Separando el proceso a Puigdemont de la realidad cotidiana, cosa harto compleja porque la oposición se cebará y los socios no lo pondrán fácil. Venderán que la Mesa es de Gobiernos y que los Gobiernos tienen obligación de mantener la serenidad, pero mantenerse en esa senda solo tiene una salida: que Sánchez presente de forma inmediata la reforma del delito de sedición. No hacerlo le ha llevado a esta enquistada situación. Si Puigdemont hubiera sido detenido y la reforma estuviera en marcha, tendría las manos libres. Ahora las tiene atadas. El presidente del Gobierno se equivocó parando su tramitación porque Puigdemont es un icono que sabe jugar sus cartas y sin la reforma tiene póker. Es icono para el independentismo, lo que obligará a ERC a hacerle seguidismo; es icono para la derecha española que lo utilizará de ariete para destrozar a Sánchez, y es icono para los que quieren, en España y Cataluña, buscar una solución al conflicto, que aunque no se reconozca pasa por solucionar el tema de Puigdemont. Ahora esa solución se antoja lejos y complicada porque Sánchez dejó de lado la reforma del Código Penal.

Así las cosas, pase lo que pase con Italia, que tiene 60 días para tomar una decisión, los gobiernos de Sánchez y Aragonés tienen la soga al cuello. Un mal paso puede acabar con uno, o con los dos, porque estaba todo atado y bien atado hasta que llegó Puigdemont y acaparó todo el protagonismo político y social. No debemos dejar de mirar la evolución de la temperatura de la calle.