La etimología de la palabra "idiota" designa a aquellos ciudadanos de Atenas que, teniendo derecho a ir al ágora y dar opinión de la cosa pública, no iban. Callaban. Hoy diríamos que pasaban.

Si desde 1980 manda en Cataluña el nacionalismo (en sus diversas variantes), ha sido por la dejación de los no nacionalistas. Creer que las competencias de la Generalitat no les afectaban.

Por eso han mandado los nacionalistas, por el pasotismo de los idiotas. La prueba de que eso ha sido así es que en las generales normalmente ganaban los socialistas. Todos los nacionalistas votaban. Una parte de los que no lo eran, no.

Esto no es una tesis mía sino que está confirmada por las matemáticas: el porcentaje medio de participación de las elecciones catalanas ha sido de un 60%. Las últimas, en 2015, llegaron al techo máximo: un 75%. Por eso el número de votos de los no indepes superó a los separatistas. Lo reconocieron hasta los de la CUP. Un escaño en la provincia de BCN cuesta más del doble que en las otras tres...

Si la participación sobrepasa el 80%, cambiará la correlación de fuerzas en el Parlament

Si la participación sobrepasa el 80%, cambiará la correlación de fuerzas en el Parlament. Que a ERC le tiemblan las piernas es evidente cuando dicen que no se fían de la limpieza del escrutinio. Se ponen la venda antes de la herida. Nunca nadie había acusado que hubiera pucherazo. Nunca, hasta ahora.

ERC y la banda de Puigdemont dicen que parten en inferioridad de condiciones porque uno de sus cabezas de lista está entre rejas, y el otro fugado. Saber si esta excepcionalidad les perjudica o les favorece es una incógnita que no se despejará hasta la noche del escrutinio, pero creo que les favorece porque llegaran con el aura de mártires. Hubiera preferido que los pusieran en libertad con cargos. Es lo que creía. Ahora bien, no existen precedentes de una convocatoria tan excepcional.

Pero el reto los catalanes que nos sentimos españoles es animar a los nuestros para que vayan a votar. Cada uno tiene reservado un puesto en la trinchera en esta desgraciada guerra entre familiares y amigos...

Me siento privilegiado por tener esta tribuna junto a personas a las que siempre he admirado: Gregorio Morán, con sus sabatinas en La Vanguardia; Manuel Trallero, exfrancotirador incómodo en el reino del conde; o Ramón de España, más que irónico, vitriólico; y otras plumas de Crónica Global que he conocido desde que estoy en la casa. He citado a tres porque hace muchos años que les sigo. Pero todos me gustan, y espero que yo les guste a todos. Somos un haz.

El reto los catalanes que nos sentimos españoles es animar a los nuestros para que vayan a votar el 21D

Pero el trabajo no es sólo de los que estamos en la primera línea, porque sólo somos abanderados de una causa justa. Me importa un pimiento que se vote al PSC, al PP o a Ciutadans, pero tiene que votarse a un candidato de estas tres opciones.

Los comunes me dan miedo no porque tema que crezcan, sino porque una mayoría de sus votantes no son separatistas pero su voto será el caballo de Troya para los indepes. Pablo Iglesias no deja de decir tonterías. Ahora va de pivote de los indepes pidiendo a la justicia que anule el 155. La banda de la Colau desvaría tanto como las Gabrieles.

La CUP también lo ha sido con JxSí (el primer damnificado fue hace dos años Artur, el Menos; con una diferencia esencial: los cupaires son estelados no con el triangulo azul, sino con la estrella roja sobre fondo amarillo. Mientras los que una mayoría de los que votarán a los comunes no quieren romper España. Por eso están en tierra de nadie, el peor sitio cuando se inicia la batalla porque no hay fuego amigo.

La obligación moral de quienes sentimos españoles y catalanes es hacer proselitismo en nuestras relaciones familiares y de amistad porque es demasiado lo que nos jugamos. Si tú no votas, ganan ellos.