Leo en la prensa que el ingeniero sudafricano Elon Musk, paladín del vehículo eléctrico, se acaba de convertir en el hombre más rico del mundo (188.500 millones de dólares), desplazando en el ranking de Forbes Billionaires a Jeff Bezos, el patrón de Amazon (184.000 millones) y prácticamente basureando al tercer ricachón global y baranda en jefe de Microsoft, Bill Gates (132.000 millones). Y a mí hay algo que no me cuadra: el bueno de Elon es el mayor millonetis del planeta y yo no conozco a nadie que tenga un Tesla. Es más, resulta que las ventas de los coches de este hombre son mínimas en comparación con los de otras marcas. ¿Alguien sería tan amable de explicarme --de una manera sencillita, para que hasta yo lo pueda entender-- cómo se ha hecho rico este caballero? Sí, ya sé que promueve expediciones privadas al espacio exterior, ¿pero de ahí saca para tanto como destaca?
No sé si Musk me cae bien, pero es indudable que me intriga. Para empezar, su nombre es fascinante: nunca había oído el patronímico Elon y el apellido Musk significa en español almizcle o musgo. Un pedazo de nombre. Y luego está su cara de malo, que no es exactamente una jeta de mala persona (según las teorías de Lombroso), sino el físico ideal para interpretar al villano de una película de James Bond. Me gusta el nombre de su empresa porque soy fan de Nikola Tesla (Smiljan, Croacia, 1856 – Nueva York, 1943), el mago de la electricidad (interpretado por David Bowie en la película de Christopher Nolan The Prestige) que lo inventó todo y todo se lo soplaron entre Marconi, Westinghouse y algunos espabilados más, hasta que, arruinado, acabó muriéndose de asco en un hotel cutre de Manhattan del que solo salía para echar miguitas de pan a los pájaros. Admiro su resiliencia, que le ayudó a salir indemne de una relación sentimental con Amber Heard, actriz mediocre y una de las mujeres más tóxicas de Hollywood, que le está buscando la ruina al pobre Johnny Depp --del que sus ex novias solo hablan maravillas-- porque el hombre, que es dado al alcohol y a las drogas, le arrojó un cenicero a la cabeza en un momento de enajenación. A la hora de reproducirse, el gran Elon lo ha hecho con la cantautora alternativa Grimes, que tanto le gustaba a Zoe, la hija de Isabel Coixet. No hay duda de que estamos ante un tipo francamente cool, pero…
Vamos a ver, yo la fortuna de Bezos y Gates la entiendo. El primero posee el equivalente contemporáneo de la cueva de Alí Baba, llena de cosas para vender que interesan a la gente; el segundo es el puto amo de Internet aunque tenga a Mark Zuckerberg respirándole en el cogote. Pero Musk fabrica unos coches que no se venden y envía astronautas a no sé dónde. Y con esos mimbres se acaba de convertir en el hombre más rico del mundo. No descarto la posibilidad de que yo sea un poco zoquete y me cueste entender muchas cosas, pero el enigmático Elon Musk me supera y me genera cierta irritación al no conseguir comprender los motivos de su éxito social, profesional y financiero. Si algún economista con fundamento está leyendo esto, por favor, que se ponga en contacto conmigo para aclararme este misterio. Con la nueva cepa británica del coronavirus, la tormenta Filomena y el asalto de los Búfalos Mojados al Capitolio de Washington, ya considero que he empezado muy mal el año. Solo me falta no entender qué ha hecho Elon Musk para conseguir amasar una fortuna personal de 188.500 millones de dólares.