Escribo esto el día anterior al sorteo del gordo de Navidad, pero puedo prever con exactitud cómo se verá reflejado el resultado en los Tele Notícies de TV3. No es que tenga virtudes adivinatorias, sino que cada año se resuelve la papeleta de la misma manera, sobre todo desde 2019, que fue la última vez que el gordo en cuestión pasó por Barcelona. Si no cae nada razonable en Cataluña, TV3 recurre siempre a lo que podríamos definir como su idea fuerza para asuntos loteros. A saber, la diferencia entre el dinero invertido por los catalanes en la lotería del Estado y el que estos reciben tras los irritantes cánticos de los niños del madrileño colegio de San Ildefonso. Si los catalanes se han gastado más dinero del que han recaudado, la nostra, de manera invariable, aborda un asunto que depende exclusivamente del azar como si se tratara de algo relacionado con la justicia distributiva, creándose así una versión festiva del entrañable lema Espanya ens roba, que de tanto predicamento gozó hace unos años, antes de ser sustituido por ese sintético Puta Espanya que tanto practican Jair Domínguez y otros importantes pensadores de la Cataluña contemporánea. El razonamiento de convertir un juego de azar en una inversión económica resulta muy útil, todo hay que reconocerlo, para remitir al espectador al supuesto expolio que sufre Cataluña a manos de España desde tiempo inmemorial. Y al siempre eficaz concepto de que en Madrid nos tienen manía y los niños de San Ildefonso están tan sobornados como los árbitros de los partidos del Barça, untados todos por Florentino Pérez, como todo el mundo sabe. La única manera de evitar hoy las reflexiones audiovisuales sobre la distancia entre lo invertido y lo ganado es que el gordo caiga en Cataluña. Como no volvamos a rascar ni un euro, volverá la burra al trigo y el locutor o locutora a su versión lotera de las balanzas fiscales.
El resto de la información sobre el gordo también se la puedo adelantar, pues cada año es la misma y no hay manera de distinguir las celebraciones de un año de las del anterior o de las de hace 10 años: recorrido por unas cuantas administraciones de lotería en cuya entrada se agolpan felices ciudadanos que han pillado algo en el sorteo y lo celebran bebiendo cava en vasos de plástico; alguien diciendo que el premio era muy necesario en el barrio (e insinuando que en otros no); lotero o lotera asegurando que el premio ha estado muy repartido; declaraciones de los agraciados sobre lo que piensan hacer con la pasta recaudada (explicación más extendida: “tapar agujeros”); posible aparición de algún pobre de espíritu que, pese a haberle caído un pastón, asegura que seguirá acudiendo a su trabajo de mierda como si aquí no hubiera pasado nada (a esa gente habría que prohibirle comprar lotería porque no entiende para qué sirve). Ah, y si las cosas han ido mal dadas, la periodista o los que se han quedado a dos velas dicen que aún queda por celebrar el sorteo del Niño y que igual ahí cae algo. ¡Y hasta el año que viene!
Cataluña se deja un pastón cada año en lotería navideña de alcance nacional (o estatal, según la terminología lazi). Y da la impresión de que lo de la Grossa no acaba de funcionar como debería, aunque te la intenten endilgar en el BonPreu cada vez que abonas la cada día más desorbitada cuenta. Intuyo que la idea inicial de la Grossa era convertirla en una especie de estructura de Estado que acabara sustituyendo a la lotería del vecino opresor, pero las cosas no parecen haber salido de la manera prevista (entre otros motivos, porque los premios suelen ser menores, y el hecho de que caigan indefectiblemente en Cataluña no da la impresión de alegrar en exceso a los que la adquieren y no les cae nada).
Desde un punto de vista procesista (y me extraña no haber leído algún artículo al respecto del gran Cotarelo), es lamentable que el pueblo catalán se lance en masa a adquirir la lotería del enemigo. Con esa actitud entreguista no hay quien alcance la independencia. Pero como eso es lo que hay, supongo que la única manera de hacerle frente al bochorno derrotista y servil es convertir el azar en una inversión que puede salir a cuenta o no. Como nunca juego a la lotería, me da lo mismo lo que pase hoy con el gordo, pero no pienso perderme el Tele Notícies de mediodía, aunque solo sea para comprobar, si no ha caído el premio en Cataluña, cómo TV3 vuelve a establecer comparaciones con retranca entre lo invertido y lo recaudado. ¡Y es que los conozco como si los hubiera parido!