Coincidiendo con la (discutible) celebración de San Valentín, patrón de los enamorados, se registraron algunas enmiendas a la totalidad por parte de grupos feministas y/o antisistema. La cosa, si la entendí bien, iba de que el amor romántico es un asco, un timo y una maniobra vil del heteropatriarcado que conduce irremisiblemente al asesinato de las mujeres a manos de los hombres. Eso insinuaban, por lo menos, unos carteles de Arran, la asociación juvenil dependiente de la CUP, en los que se cargaba contra el amor romántico como supuesta fuente de desgracias para las mujeres (incluido el recurso a la violencia).

Femen, por su parte, montó algunas pequeñas algaradas a pecho descubierto en las que, si no me equivoco, se defendían las mismas teorías que en los pasquines de Arran. Lo que no nos han dicho ni Femen ni Arran es cuál es la alternativa al amor romántico.

Mi limitada mente de varón CIS no da más de sí y no concibe una alternativa no romántica al hecho de amar. Siempre que escucho aquella canción que dice I love you for sentimental reasons, me pregunto qué otra clase de motivos hay para querer a alguien. De la misma manera, considero que el amor y el romance han ido unidos desde siempre, y que las alternativas que se me ocurren (el interés, el dinero y esas cosas) son mucho peores que el romanticismo.

No pretendo decir con esto que sepa exactamente en qué consiste el amor, aunque me haya enamorado en algunas ocasiones (o haya creído haberlo logrado). Lo único que sé es que se vive mejor cuando quieres a alguien y eres correspondido que cuando estás más solo que la una (de la misma manera que vives mejor cuando estás solo que cuando no sabes cómo deshacerte de la persona con la que estás). A fin de cuentas, es un estado alterado de la mente y el cuerpo que dura lo que dura (tres años, según el escritor francés Frederic Beigbeder) y que provoca efectos muy similares a los del alcohol y las drogas, dejando a menudo resacas igual de dolorosas.

Sé que a veces confundimos el deseo con el amor y que tenemos cierta tendencia a llamar amor a cualquier cosa que nos sienta bien, pero, en cualquier caso, la base de todo es siempre la disposición romántica. Sin ella, ¿a qué clase de amor se puede aspirar? Eso es lo que me gustaría que me explicaran las chicas de Femen y de Arran. O, volviendo a la canción de antes, ¿cómo se puede querer a alguien por motivos que no sean sentimentales?

Puede ser que esta minicampaña en torno a la celebración de San Valentín (protagonista de algunas películas españolas de los años 60 con Jorge Rigaud en el papel del divino casamentero) solo sea una nueva andanada contra el culpable de todo lo que no funciona en el mundo, que es, como todos sabemos, el varón blanco heterosexual, ese cerdo que dice que te quiere, pero solo aspira a profanar tu cuerpo y salir corriendo después de correrse (curiosa teoría que hermana al feminismo radical con el puritanismo más retrógrado, por cierto).

De esa clase de hombre, además, ha habido ejemplos en Arran y en la CUP (en casa del herrero, cuchara de palo), por lo que, tal vez, antes de tomarla con los románticos de fuera podrían reflexionar un poco sobre los de dentro. De la misma manera, no estaría mal que Femen enviara a manifestarse a una pandilla de gordas con las tetas caídas en vez de a las aspirantes a top model que acostumbra a desplegar y que, por cierto, son muy del agrado del heteropatriarcado, que puede que no se fije mucho en lo que gritan, pero no se le escapa un centímetro de carne desnuda.

Líbreme Dios de salir en defensa del amor como la panacea universal que todo lo cura. He comprobado que se acaba (por lo menos, en mi caso), que a veces le adjudicamos a alguien por necesidad unas virtudes de las que carece, que con frecuencia no vemos lo que hay, sino lo que queremos/necesitamos ver y que hay que pensárselo un poco antes de decirle a alguien "te quiero", frase que la gente utiliza con una frecuencia inusitada. Pero la única manera que hemos encontrado los humanos de sentirnos menos solos es a través de ese romanticismo que, según Arran, mata o practica la violencia (tolerable para los niñatos de la CUP en otras coyunturas vitales, como pudimos comprobar en este medio cuando nos rompieron los cristales de la anterior redacción a martillazos).

Quedo a la espera de un manifiesto en el que se me ofrezcan alternativas al amor romántico que no sean las ya citadas del dinero y el interés. Si es que Arran y Femen las conocen y lo suyo va más allá de un postureo idiota y de un hablar por hablar y un provocar por provocar, que es, me temo, lo más probable.