El inframundo lazi, por poco que uno se esfuerce en encontrarlas, está lleno de pequeñas historias humanas que suelen pasar inadvertidas a la población en general y al procesismo en particular. Pensemos en la del desafortunado Carlos R., quien el 2 de noviembre de 2018, y hallándose ante el penal de Lledoners para manifestar su solidaridad con los políticos independentistas entonces enjaulados, experimentó, una vez concluido el acto (aunque no sé si antes o después de que Joan Bonanit les diera las buenas noches a los gloriosos presidiarios), una urgente necesidad de orinar. Hombre probo y discreto, Carlos R. no optó por sacarse ahí mismo su miembro viril, y así dar un respiro inmediato a su vejiga, sino que, poseído por una elegancia y una corrección francamente encomiables, se fue a buscar un árbol en el que aliviarse sin ofender a ninguno de los presentes en el happening patriótico. Entre que desconocía el terreno y que no se veía una mierda, con perdón, nuestro hombre se cayó por un empinado talud, dándose una costalada de las que hacen historia y que lo tuvo fuera de combate, desde un punto de vista laboral, la friolera de 216 días (14 de los cuales los pasó hospitalizado). La lista de desgracias (no sabemos si le dio tiempo a mear o si se dio el morrón antes de hacerlo, lo cual añadiría una previsible contrariedad a las ya experimentadas) ocupa su espacio: falta de luz, desconocimiento del terreno, intervención de bomberos y mossos d'esquadra para sacarlo de donde había caído, politraumatismos, costillas rotas, rotura del ligamento deltoide del tobillo izquierdo, edema tibial y una serie de secuelas entre las que cabe destacar una lumbalgia, un dolor en el tobillo izquierdo, más dolor al andar y una seria dificultad para mover el pie izquierdo.

Mientras estuvo hospitalizado, el pobre Carlos R. recibió la visita de algunos ilustres representantes del procesismo, pero en cuanto planteó la posibilidad de una indemnización por su accidente en el cumplimiento del deber (patriótico), se acabaron las visitas de golpe. Fue entonces cuando decidió demandar a la asociación responsable de la convocatoria carcelaria, la Asamblea de Trabajadores para la Defensa de las Instituciones, pero como esta no estaba registrada en ninguna parte, nuestro héroe la emprendió con ERC, Junts x Cat, PDECat, Òmnium y la ANC, a quienes solicitaba la modesta suma de 21.570 euros en concepto de daños y perjuicios (patrióticos, claro). Como la justicia es lenta, nos acabamos de enterar de que a Carlos R. no le va a caer ni un euro por lo que podríamos denominar el accidente de la meada. Parece que no ha sido posible demostrar la responsabilidad de las entidades acusadas ante el costalazo que se pegó nuestro hombre, del que la justicia considera únicamente responsable al afectado por la caída, quien ya sabe que, la próxima vez que lo convoquen los nacionalistas a algún acto en el campo que no sea una calçotada, más le valdrá salir meado de casa. Y yo me pregunto: ¿así se trata a los héroes de la república?

Y no me refiero al juez que se ha encontrado con su demanda (lo más probable es que haya pensado que se merecía su triste destino por ir a dar la tabarra a Lledoners y lanzarse a orinar a oscuras por un territorio desconocido), sino a esos políticos que lo visitaron en el hospital y que desaparecieron en cuanto vieron que Carlos R. planeaba sacarles los cuartos por su accidente. Si hemos de hacer caso al demandante, se abatieron sobre él tras la caída una serie interminable de desgracias que se habría ahorrado de no participar en la muestra de solidaridad con los políticos encarcelados. Y tampoco pedía la luna: si son ciertas todas las desventuras que siguieron a la inoportuna meada, 21.570 euros se me antoja una cifra muy discreta para compensar tanto dolor, tanta incapacitación y tanta molestia.

Me pregunto si Carlos R. mantendrá incólume su fe en la causa. En cierta medida, casi se mata por su compromiso con la patria. ¿Y cómo se lo agradecen las principales entidades procesistas? Pues pasando de él (“si te he visto no me acuerdo, patoso meón”) y sin soltar un euro por su sacrificio. En la actual situación lamentable del lazismo, yo diría que no debería contemplarse la posibilidad de perder ni a un solo entusiasta de la independencia. Por no hablar de la desconsideración del régimen para con sus leales. 21.000 euros deben de ser lo que se gasta mensualmente Puchi en mejillones, y viajar en el maletero de un coche, por incómodo que resulte, no puede compararse con un leñazo como el que se pegó el pobre Carlos R., víctima del prusés, de la oscuridad, del desconocimiento del terreno y de la tacañería de los partidos y asociaciones que se dieron a la fuga al ver que el hombre aspiraba a una compensación por sus desvelos patrióticos. ¡Aquí se ha cometido una injusticia! ¡Todos somos Carlos R.!