El procesismo ha llegado a final de curso en unas condiciones deplorables. Permítanme que enumere algunas de sus últimas desgracias:
Tras el cese de Laura Borràs (a la que le ha caído un bolo de consolación en la Universitat Catalana d'Estiu, ese desahogo lazi que se celebra cada año en el sur de Francia), la inquina entre Junts x Cat y ERC ha crecido de manera considerable y las juventudes de los primeros ya acusan de traidor a Pere Aragonès. El guardaespaldas de Borràs (otro premio de consolación: la solidaridad del payaso Pesarrodona) se ha buscado la ruina por liarse a voces y a golpes contra el mobiliario en TV3 con la subdirectora del FAQS (que en paz descanse; el programa, no la subdirectora), y, según informa El Triangle del amigo Rexach, pende sobre él la sospecha de haberse metido en el bolsillo dinero de las subvenciones que recibían un par de fundaciones patrióticas en las que andaba metido (parece que lo que no trincaba él, lo pillaba Víctor Terradellas, el cerebro, por llamarlo de alguna manera, de la conexión rusa del prusés). Jaume Roures y Mònica Terribas, héroes de la república, han sido vistos papeando en Madrid con el comisario Villarejo, rey de las cloacas y liante máximo. ¿De qué hablaron? Misterio. Desde Mediapro no se da ningún tipo de explicación, pero la cosa huele inevitablemente a cuerno quemado, dada la catadura moral de los comensales. Xavier Antich, actual mandamás de Òmnium, se querella contra el Ministerio del Interior por los agentes infiltrados en grupúsculos independentistas. Soy consciente de que hay que justificar el sueldo, pero ya le puedo adelantar la respuesta que va a recibir: el Estado tiene el derecho (y la obligación) de vigilar a quienes aspiran a destruirlo. La ANC prepara una manifestación descafeinada para la Diada del 11 de septiembre, limitándola a Barcelona (eso sí: pasará frente al gobierno militar en un acto de valor casi suicida) y con las instrucciones previas de su jefa, Dolors Feliu, para que los asistentes lleven muchas esteladas para disimular los previsibles huecos en las filas, que las tomas aéreas son muy traidoras. El frente de juventudes de la CUP, Arran, se desintegra y se desgajan de la formación original hasta 30 grupos distintos que no están de acuerdo con la dirección de ese señor canoso con pinta de monje de Montserrat que está al frente de la casa madre (aquí nadie se cree lo de que la unión hace la fuerza, pero si no se lo creen ni sus mayores, los de Junts y ERC, ¿qué vamos a esperar de ellos?)…
Ante este cúmulo de desdichas, lo normal sería que el lazismo aprovechara el mes de agosto para lo que en Cataluña se conoce como fer un pensament (sobre todo después de esa encuesta local que demuestra que el 52% somos nosotros, los constitucionalistas). Pero pedirle al lazismo algo de lógica es, como ya sabemos, una pérdida de tiempo. Por lo que supongo que, tras el descanso vacacional, volverán todos a dar la chapa, pues de eso y para eso viven.
¿Y los integrantes del comando Waterloo? No es que necesiten mucho descanso, ya que se tocan las gónadas a tres manos durante todo el año, pero igual les da por pensar que está a punto de caducarles el DNI y el pasaporte, pues hace ya cinco años que se dieron el piro, y en la Unión Europea conviene estar convenientemente acreditado aunque solo sea para seguir dando la tabarra. Por no hablar de que igual en septiembre nos los devuelven, que es, por otra parte, lo mejor que podría pasarle al lazismo en pleno. Puchi en el trullo daría para liar una bien gorda y hasta una nueva batalla de Urquinaona, así como para improvisar una unidad que, como ya hemos visto, no se intuye por ningún sitio. Paradojas de la vida: la ilusión por el posible encierro del Hombre del Maletero y sus cuates es lo único que nos une a independentistas y constitucionalistas. A ver qué pasa en la rentrée...