El segundo mandato de Joan Laporta en el Barça se va pareciendo cada vez más al primero. Con la diferencia de que ahora los acontecimientos se precipitan y las dimisiones y abandonos de directivos y ejecutivos llegan mucho antes de lo que sucedió en su anterior etapa presidencial, inaugurada en el año 2003.

Con la dimisión del director general Ferran Reverter son ya cinco las bajas registradas en once meses de mandato. El primero fue el actual conseller de Economía de la Generalitat, Jaume Giró, que iba a ser el vicepresidente económico de Laporta, pero renunció en marzo del año pasado, solo seis días después de celebradas las elecciones, en las que el presidente se impuso con gran ventaja a Víctor Font y Toni Freixa. Posteriormente, el directivo Jaume Llopis dimitió cuando se anunció la marcha de Messi porque consideró que no se había hecho lo suficiente para retenerlo, y a finales de 2021 dejaron el club otros dos directivos, Jordi Camps y Enric Llopart.

En su primer mandato, la primera crisis tardó dos años en producirse, cuando cinco directivos, encabezados por Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, salieron de la junta en mayo y junio de 2005, junto al entonces asesor jurídico Toni Freixa. Tres años después, en julio de 2008, llegó la segunda gran crisis, que significó el abandono de ocho directivos, encabezados por Ferran Soriano, actual director general del Manchester City. Dos meses más tarde, dejó el club la directora general Anna Xicoy, la salida más parecida a la de Ferran Reverter.

La dimisión de Reverter es, sin duda, la más relevante de todas las producidas en el segundo mandato de Laporta porque significa el enfrentamiento entre dos formas de concebir la dirección del FC Barcelona, el profesionalismo frente al presidencialismo exacerbado y el amiguismo.

En las crisis del primer mandato existieron ya parecidas razones, pero ahora se expresan con más claridad porque Laporta ha formado una directiva de fieles sin la relevancia o la competencia que podían representar Rosell y Soriano, y ha llenado el club de amigos y familiares, entre ellos una hermana y una prima, un hermano que ejerce de asesor y otros parientes de directivos. El nivel y el escaso poder de los directivos lo demuestra el hecho de que prácticamente ninguno pudo suscribir los avales que necesitaba Laporta, que hubo de recurrir a empresas externas. En el núcleo duro del presidente figuran Enric Masip, excapitán del equipo de balonmano que ahora asesora sobre todo, y su jefa de gabinete y exsecretaria particular Manana Giorgadze, que ha colocado también a su hija Paloma Mikadze.

El amiguismo ha sido, al parecer, una de las razones de la dimisión de Reverter, un ejecutivo brillante procedente de MediaMarkt que todo el mundo reconoce que es un gran profesional y que es lógico que se sonroje cuando tiene que firmar una nota de gastos que incluye dos botellas de vino de 350 euros cada una consumidas por un directivo en un viaje a Alemania. Esto puede ser una anécdota, pero indica la concepción que del uso del dinero de los socios tiene quien hace ese gasto, la misma que suelen tener algunos políticos del dinero público.

Reverter tampoco estaba de acuerdo, según han publicado diversos medios, con el patrocinio de Spotify de la camiseta y el apellido del Camp Nou, operación por la que el director general creía que se podía haber obtenido más dinero. Aunque las cifras oficiales no se han hecho públicas, pueden oscilar entre 225 y 280 millones por tres años. Laporta también esperaba un precio más alto, pero al final aceptó esa oferta.

Tras la marcha de Reverter, el presidencialismo de Laporta queda consagrado, en espera del nombramiento del nuevo director general, cuyo perfil --si es otro fiel o un profesional independiente y prestigioso-- indicará hacia dónde se orientará la presidencia. Es cierto que en su primer mandato Laporta fue capaz de sortear las dimisiones y las discrepancias en la junta y la temporada 2008-2009, tras la salida de ocho directivos, fue la más exitosa de la historia del club, con la consecución del triplete y luego del sextete, con Guardiola de entrenador.

¿Puede suceder lo mismo ahora? Es dudoso porque la situación económica es crítica y la deportiva, que depende en gran medida de la económica, puede tardar en recomponerse. Pero, más allá de eso, la dimisión del director general, cuando no llevaba ni ocho meses en el cargo, y los motivos que la han provocado lanzan un mensaje sombrío sobre la forma en que Laporta quiere dirigir el club.