Por una malentendida corrección política, por un contagio de la ideología de los independentistas o por un simple vacuum mentis, con frecuencia los mismos críticos del independentismo hablan del "legítimo derecho a pretender la independencia de Cataluña", siempre que sea por medios pacíficos y democráticos, añaden algunos. Veamos esa supuesta legitimidad con un cierto detenimiento, que inevitablemente comporta desmontar tópicos y falsedades de los independentistas.

Después de tanta adulteración del lenguaje político, conviene ir al recto significado de las palabras para no perdernos. Legitimidad es la cualidad de legítimo, y legítimo, en su primera acepción, es lo conforme a las leyes. Desde esta aproximación, la pretensión de (materializar) la independencia de Cataluña es nítidamente ilegítima, porque no estaría de acuerdo ni con la Constitución española, de la que dimana el Estatuto de Autonomía de 2006, ni con el derecho internacional, al que los independentistas, descartado el apoyo del derecho interno, acuden por su lejanía y generalidad, pero inútilmente como bien demuestra Xavier Vidal-Folch en Cataluña no es Kosovo (El País, 13.08.2017).

Bastaría con esa evidencia de ilegitimidad por ilegalidad para dar por liquidada la cuestión, si no fuera porque planea sobre el ánimo colectivo una fatiga de legalidad, a causa tanto de la invocación omnisciente de la legalidad ante el conflicto político por parte de los unos, como por el desprecio degradante con que tratan la legalidad los otros.

Resulta así oportuno abordar otras acepciones de legitimidad, en particular la de estar de acuerdo con la razón. Norberto Bobbio considera la legitimidad como (casi) un sinónimo de razonabilidad, de cualidad de lo razonable, de lo ajustado a razón; es en ese sentido que se habla de legitimidad de una decisión o de una actitud (política). ¿Es razonable la actitud de pretender la independencia de Cataluña en el tiempo y condiciones actuales?

¿Es razonable la actitud de pretender la independencia de Cataluña en el tiempo y condiciones actuales? En absoluto. Lo razonable implica necesidad como elemento primordial y la necesidad de la independencia no existe, es un montaje falaz de los independentistas

En absoluto. Lo razonable implica necesidad como elemento primordial y la necesidad de la independencia no existe, es un montaje falaz de los independentistas. España ni nos roba ni nos oprime, a los catalanes. El robo real es el de la corrupción autóctona, que ha gangrenado una parte de la sociedad y de las instituciones de Cataluña, más la malversación de caudales públicos tras el espejismo de la independencia. La opresión real es la que ejercen el Gobierno de la Generalitat y la mayoría parlamentaria --que no social-- que lo sostiene con la imposición de un proceso sectario que ha dividido a los catalanes y pervertido la democracia.

Todas las reclamaciones materiales y morales (objetivas) que se pueden plantear desde Cataluña y las que se plantean dentro de Cataluña son negociables políticamente. El coste social de su obtención sería infinitamente menor que el coste de los enormes sacrificios sociales y personales de una independencia traumática e incierta, absurda, contraria a la razón en el contexto europeo e internacional.

Eso que llaman "derecho a decidir" --la estrella del firmamento ideológico del independentismo--, en el que basan el anunciado referéndum de autodeterminación para la independencia, es un montaje tramposo, un puro nominalismo. En la democracia representativa, no en la refrendaria o en la orgánica en las que, afortunadamente, no estamos, se decide el futuro de lo que pertenece al ámbito de la res publica,  e importa, mediante votaciones periódicas para los cuatro niveles de organización política en los que, por fin, estamos: el local, el regional o autonómico, el estatal y el europeo. Si el recuento no falla, los catalanes hemos decidido 37 veces desde 1977. 

En Cataluña, bajo el amparo de la Constitución  y del Estatuto de Autonomía, tenemos democracia y libertades públicas, incluso para poder negar ambas, como hace la CUP y consiente JxSí. ¿Dónde está, pues, la necesidad de la independencia? Y sin necesidad no hay razón, no hay legitimidad.

No concedamos la baza dialéctica y el soporte moral de la legitimidad a la pretensión de los independentistas. La pretensión ni tiene legitimidad, ni la merece.