El presidente italiano lo ha dejado muy claro en una entrevista en El País. Lo importante no es tanto salir de la crisis, sino hacerlo rápido, cuánto antes. Los mandatarios están ante una dicotomía maldita. Salvar vidas y esperar no colapsar la economía. España ha hibernado su economía y el problema es saber quién se queda fuera de la recuperación. De momento, millones de trabajadores y miles de empresas están en shock. El Gobierno ha arbitrado medidas que a muchos se les antojan insuficientes, pero esos que menosprecian al “papá estado” ahora claman por un intervencionismo casi enfermizo.

Lo peor de todo es la actitud de la UE. Ya se sabía que Europa languidecía y que era una entelequia incapaz de reaccionar ante los problemas europeos. Lo vimos con la inmigración, lo vimos tras el desastre de 2008 y lo estamos viendo ahora con la pandemia. Si existe la justicia poética está tendría que dictar sus sentencias a esos que como bucaneros se afanan en atacar a los que están sufriendo. Alemania y Holanda, sobre todo los naranjas, son el paradigma del egoísmo y la insolidaridad. Si Europa no pone dinero, a espuertas, por cierto, no saldremos de la crisis en mucho tiempo y eso será letal para las empresas, para los trabajadores y dejará al pairo a millones de familias. Será peor la post-pandemia que la crisis sanitaria actual. Ahora estamos colapsados en los hospitales. Mañana estaremos colapsados en la sociedad sino somos capaces de evitar la ruina económica que conlleve a una ruina social.

La paralización económica se sitúa en 49.000 millones por mes. Una minucia si la economía no se revierte al día siguiente del fin del mundo pandémico. La cadena de pedidos se ha roto, las empresas han cerrado y millones de trabajadores se ven afectados por expedientes de regulación temporal. Y aquí está la clave, como apunta el primer ministro Conte, la temporalidad. Una crisis breve puede ser suturada con rapidez, regándola con billetes de euros que faciliten el crédito para la inversión y la normalización laboral. Si se tarda mucho, iremos sumando 49.000 millones por mes y eso es harina de otro costal. Sería la pandemia, el colapso de la sociedad de hoy.

Se critica mucho al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por sus medidas. Se critica cuando las toma o cuando no lo hace. Muchos se han convertido en expertos epidemiólogos de la noche a la mañana. Otros apuestan por ser más duros que nadie con las medidas, cuando hace apenas un mes menospreciaban la magnitud de la crisis. En este ámbito, encontramos políticos, médicos e incluso investigadores, que alzan su voz para tener su protagonismo efímero.

Sánchez está siendo prudente para no ahogar la economía, y quizás un poco tacaño a la hora de aflorar ayudas. Las críticas que recibe se sitúan al mismo nivel que otros países que miraban la crisis desde lejos y ahora la tienen en el patio de su casa. La eficacia de sus medidas o no, las podremos valorar cuando acabe este festival de malas noticias y, sobre todo, si salimos pronto de la pandemia.

A otros no hace falta esperar tanto. Torra es la antítesis del buen gobernante. Su papel al frente de la Generalitat es deprimente, y al frente de la crisis es miserable. Se me ocurren más epítetos, pero en honor de la educación me planto en éste. Cuando pase la crisis espero que firme el decreto de convocatoria electoral. Cataluña no puede esperar más.

La crisis no ha acabado. Nos apuntan que podemos estar en el pico en esta semana. ¡Ojalá sea así! Pero la crisis antes del final ya nos está dejando encima de la mesa sus enseñanzas, un nuevo mundo para el futuro. Del gasto tendremos que pasar a la prevención, el anarcocapitalismo debe dejar paso a un sistema más equilibrado, el papel de los estados no debe sustentarse solo en del déficit cero en la macroeconomía, sino buscar el déficit cero en lo social, y hasta nuestras costumbres cambiaran.

Hemos encontrado en el teletrabajo una nueva fórmula de vida, y en las redes sociales también ha llegado el tiempo. Ahora, como las viejas misivas, decimos cómo estas, preguntamos por la familia y acabamos con un cuídate.