El nuevo 2022 da sus primeros pasos en un ruedo ibérico que recuerda cada vez más al famoso y descarnado cuadro Duelo a garrotazos, una de las Pinturas negras que Francisco de Goya realizó para la decoración de los muros de la casa --llamada Quinta del Sordo-- que el pintor adquirió en 1819. Esta pintura ha representado desde su creación (1819-1823) una muestra de la lucha fratricida entre españoles; en época de Goya, las posiciones enfrentadas eran las de liberales y absolutistas.

Dos siglos más tarde, los enfrentamientos cainitas entre las fuerzas políticas parapetadas en sus respectivos rincones nos recuerda, guardando las distancias, al famoso cuadro del genial pintor aragonés. La maldición histórica de un país permanentemente tensionado entre los extremos ideológicos a los que se suman las egoístas e insolidarias reivindicaciones de los territorios más ricos.

En la España del 2022 aparecen posicionados, en un extremo del arco político, un PP anclado en su obsesión enfermiza de no ser desplazado por sus aliados ultras de Vox y dispuesto, por pura estrategia electoral, a alimentar la radicalidad y la ingobernabilidad de un país en shock pandémico. En el otro extremo, una coalición de izquierda gobernante lastrada por las contradicciones internas entre el reformismo socialdemócrata y el infantilismo pseudorrevolucionario de los que son incapaces de gestionar la realidad. Para completar el cuadro los nacionalismos periféricos alimentando bajas pasiones insolidarias y condicionando la gestión del gobierno de coalición. Existe un riesgo adicional, si se abortara definitivamente cualquier vía sensata de concertación en el espacio de la centralidad, se podría acentuar la dependencia del PSOE y PP de sus respectivos aliados destituyentes.

A todo ello habría que añadir la aparición de dos nuevos actores. Por una parte el cantonalismo, consecuencia de la llamada España vaciada, que podría propiciar una multitud de candidaturas provincialistas empujadas por el éxito de Teruel Existe y que podría contribuir a ser un factor más de desestabilización de la vida política. El segundo actor sería lo que finalmente resulte de la voladura controlada de Unidas Podemos, pilotada por Yolanda Díaz. Está por ver en qué se concreta el nuevo invento providencial-populista de las Conversaciones de Yolanda con el Pueblo.

Frente al Duelo a garrotazos y la cantonalización de nuestra vida política ha llegado el momento de intentar una vez más desarrollar una agenda reformista cuyas bases aparecen en la Constitución del encuentro entre las dos Españas. Necesitamos abordar en profundidad la búsqueda de soluciones a nuestros viejos problemas estructurales.

Tenemos la mayor tasa de desempleo estructural de Europa, un mercado de trabajo con una injusta dualidad y una alta tasa de temporalidad que perjudica especialmente a la juventud, un sistema educativo lastrado por la falta de consenso y alejado de la economía, una débil estrategia en el campo de la formación profesional divorciada del tejido empresarial, un déficit de inversión en I+D+i preocupante, un sistema productivo que necesita modernizarse y que produce un estancamiento de la productividad...

España necesita con urgencia dibujar un horizonte de agenda reformista que pueda ser compartido por una amplia mayoría social. Ha llegado el momento de convertir la etapa post-Covid y la llegada de los fondos europeos es una excelente oportunidad para intentar generar consenso político en torno a las grandes reformas que den respuestas a los problemas estructurales antes planteados. Algunas reformas, como la del mercado de trabajo que debería facilitar la generación de empleo y su estabilidad, ya se han puesto en marcha a través del acuerdo para la reforma laboral rechazado de forma sectaria y electoralista por la derecha más conservadora y las periferias insolidarias.

Urge buscar consensos en materias básicas y propiciar un debate público que deje a un lado la descalificación sistemática y el recurso permanente a la demagogia para centrarse en la confrontación transparente de ideas y proyectos.

Para hacer frente a la cantonalización del nuevo escenario político será necesario reconocer que España no es una realidad uniforme y monolítica, sino plural y rica en su heterogeneidad. Avanzando en un modelo que promueva la distribución territorial de las estructuras estatales que haga viable un marco federal basado en la cooperación y la lealtad institucional y que no debería debilitar al Estado sino por el contrario reforzarlo y hacerlo más eficaz y eficiente. Madrid debe ejercer su capitalidad desde la solidaridad y Cataluña debe salir de su parálisis actual, activar sus energías hoy secuestradas en un procés estéril preñado de impotencia e intentar volver a ser el motor que lidere la recuperación económica española.

Es digno de destacar el amplio consenso existente entre las fuerzas políticas mayoritarias alrededor de la UE, por primera vez en nuestra historia derecha e izquierda coinciden en la vocación y el anclaje europeísta de la política exterior española. Sin duda la proyección exterior y la asunción de nuestro papel en la comunidad global deben ser elementos esenciales en la recuperación de nuestra autoestima como país. España debe contribuir a reforzar la construcción europea y potenciar el desarrollo del marco social europeo basado en el amplio ejercicio de los derechos sociales y el bienestar ciudadano.

El 2022 será sin duda un año difícil, pero las fuerzas políticas que aspiran a gobernar España deben ser conscientes de que sin el consenso que permita el desarrollo de una agenda reformista serán responsables de poner en peligro el futuro del país.