Pere Aragonès ya sabe que le van a hacer sudar. No será presidente como mínimo hasta el próximo 24 de abril, día en el que Junts per Catalunya ha convocado su congreso. Los de Puigdemont han encendido el fuego lento en el que pretenden cocer al candidato. No parece que antes de esa fecha el republicano ocupe el despacho presidencial del Palau. Esta Semana Santa ha sido de vacaciones, porque básicamente los de Junts se han ido de vacaciones. Sergi Sabrià, a través de entrevistas enlatadas, ha marcado la posición de ERC. En Junts, ni eso. Apenas algunos tuits salidos de tono, con ataques directos a la familia de Aragonès. ¿Por qué? Porque Junts ha centrado el debate en lo que le interesa y ERC ha entrado al trapo. Lo importante no es la hoja de ruta del Govern, no es quién lo forma, no son los objetivos de recuperación, sino quién controla el mundo independentista y qué papel juega Puigdemont, porque quiere seguir jugando un papel y lo quiere por encima de Aragonès.

Junts ha hecho una enmienda a la totalidad a ERC, a su estrategia de diálogo. No solo quiere imponer “la unidad”, su unidad, más bien, en el Congreso de los Diputados, dirigiendo una estrategia de confrontación por encima de la negociación, elevando a los altares del procés a Puigdemont como el presidente legítimo, como si Aragonès no lo fuera. De hecho, ERC ha aceptado negociar que, en el movimiento independentista, el president de la Generalitat es uno más, y no el más importante, en la dirección del independentismo. ERC entrando a negociar el Consell per la República, sus competencias y su papel, ha caído en la trampa. Aragonès, si logra ser president, será un president prisionero de Waterloo.

Puigdemont con Torra lo tenía bien. Era díscolo, le daba dolores de cabeza, pero aceptaba las recomendaciones –imposiciones, según se vea— que le llegaban desde Bélgica. Puigdemont mantenía encendida la llama porque sin esta llama su papel quedaría diluido. El presidente huido quiere seguir controlando la situación porque no acepta la derrota del 14F. En 2015, Junts se afanó en proclamarse vencedora. Solo tuvo 10.000 votos más. Ahora, con 60.000 menos, habla de empate técnico, y con base en este argumento quiere jugar la final cuando no ha llegado a la semifinal.

Junts está aprovechando el “terror” que tiene ERC a ser tildada de “botiflera. A los republicanos les tiemblan las piernas cuando son tachados de escaso ardor guerrero para “implementar” la república, algo que nunca se ha concretado más allá de grandilocuentes palabras. Aragonès no tiene el valor y el arrojo de recoger el guante que le ha lanzado esta semana Salvador Illa. Si Aragonès lo hiciera podría consolidar un nuevo espacio durante cuatro años. Podría abanderar la salida de la crisis, arrogarse el mérito de vencer a la pandemia, y consolidar un Govern que no estaría día sí y día no bombardeado desde las propias filas. Y, lo más importante, tendría las manos libres, y la comprensión de las fuerzas de izquierda, socialistas y comunes, para iniciar una negociación con el Estado para plantear una solución política al conflicto. Una solución financiera y estatutaria que se sometería a votación de los ciudadanos. Además, dejar en la oposición a Junts pondría sobre el tapete la fuerza de esta formación, su capacidad y cohesión, para atravesar su propia travesía del desierto, con un líder a 2.000 kilómetros, sin cohesión interna y con más de la mitad de su militancia viviendo a costa del pesebre de su tan denostada Generalitat.

Illa ha lanzado a Aragonès una pértiga para salir del lodazal en el que se ha metido, pero una vez estás en el lodazal es difícil salir de él. Los republicanos han caído en la trampa del imaginario independentista que dice que la independencia es posible y que la tenemos a la vuelta de la esquina. Para ello, se blande la entelequia de que el 52% del voto es independentista. En serio que pueden defenderlo después de perder más de 700.000 votos y de tener que recurrir a los votos del PDECat, un partido que no quiere saber nada ni de ERC ni de Junts, mucho menos de Junts, sin duda. Puigdemont quiere tensar la cuerda porque si la cuerda se afloja, será tanto como perder su poder e influencia. El país, ciertamente, le importa poco.

ERC tiene en su mano la solución. Salirse del abrazo del oso y formar un gobierno de izquierdas rompiendo la dinámica de bloques. Una dinámica que mientras se mantenga le dará un papel de escolanet. Si opta por dar un paso adelante, tendrá un papel de dirección. El problema es que las piernas cuando tiemblan no te sostienen.