José Elías, hacedor del aval de medianoche y notaría de la junta del Barça de Laporta, emerge de sopetón, como salido del bosque de Sherwood. Es el presidente de Audax, la empresa energética con mil millones de facturación que en pocas horas ha experimentado un rally bursátil digno de las Minas de las Indias Orientales. Es el sujeto elíptico de la nueva junta --todos varones menos una dama rodeada de testosterona-- que, lejos de disipar temores, acrecienta las dudas de la masa social alejada de las maniobras del poder. Laporta y los suyos, con la mano en el corazón, exhalan sin disimulo aquella mendacidad sentimental del nuñismo resumida en el visca el Barça i visca Catalunya, la versión vulgar del noble més que un club. Parece que ha vuelto el nacional-futbolismo de duodeno.

Elías, el empresario montado en su Ferrari Stradale y helicóptero en ristre, no será vicepresidente económico porque no cuenta con la antigüedad de socio que exigen los estatutos. Le cede el cargo a Eduard Romeu, vicepresidente de Audax, un niño con zapatos nuevos, que se cobra una promesa de Elías. Después de una campaña electoral ganada gracias al esfuerzo de Jaume Giró, el ex director general de la Fundació La Caixa, Laporta se saca de chistera a sus nuevos socios para que el suministren el aval. Giró tenía el aval atado y bien atado un aval trasparente pero, a la vista del percal, ha dejado la vicepresidencia in péctore del Barça con honrosa discreción y aplicando el "soy dueño de mis silencios". Todos conocen bien a Giró, un hombre de trayectoria impecable: en Gas Natural, con Duran Farell, en Repsol, con Antoni Brufau y en La Caixa, con Isidro Fainé. Que se la juegue Laporta con el tal Elías, mejor dicho, con Francisco José Elías Navarro, un meteque meritorio, pero digno del nacional-populismo, cuna de los Onofre Bouvila que menudean La ciudad de los prodigios (Eduardo Mendoza).

Un minuto antes de constituirse la nueva directiva del Barça, aparecieron Elías, Romeu y Jaume Roures (que naturalmente no está en la junta), el núcleo duro del nuevo Laporta; ellos aportan el aval, es decir pagan, arriesgan y mandan, y además son muy consonantes con la primera fila de los políticos invitados a la toma de posesión del presidente del club, con Laura Borràs y Pere Aragonès por delante y con los expresidentes del Barça, también invitados, pero en el gallinero.

José Elías / PEPE FARRUQO

José Elías / PEPE FARRUQO

Se ha puesto en marcha una opa hostil indepe, que puede acabar con el club en manos de los avaladores, si no lo evita el proyecto Barça Corporate, que salvaría a la institución con un ingreso, fuera de balance, de 200 millones de euros. En cualquier cosa, la fórmula de la sociedad anónima deportiva o la tutela de la Generalitat bajo la ley catalana de deporte son una amenaza para el socio. Kubala, Cruyff, Messi y hasta el mítico Alcántara, pronto serán escoceses en los anaqueles del museo.

El aval de Laporta empezó a fraguarse hace meses con la intermediación de los judicialmente embargados Pujol Ferrusola (Josep, en este caso). Con razón dicen que los coches deportivos de la nueva presidenta del Parlament y de Elías tienen el punto full del garaje del primogénito JPF en su casoplón de Pedralbes. En fin, Jan ha vuelto a las andadas. Los amigos recién llegados del presidente dicen avalar a la junta con su patrimonio personal y lo mismo argumenta Jaume Roures (Mediapro), el outsider que lo hace a través de su sociedad Orpheus Media SL, y no de la productora. Roures declara: “No he prestado ningún aval ni he abonado a nadie ninguna cantidad...". Pero a continuación, asegura que “una empresa vinculada a su persona, al margen de Mediapro, ha garantizado al Banco Sabadell una póliza concedida a los miembros de la junta directiva del FC Barcelona”. ¿Avala o no avala? ¡Rotundamente sí! Y mientras nos chupamos el dedo, la derivada televisiva ya es un reguero a gritos: si Roures avala, siendo accionista de la productora que gestiona los derechos de televisión, se convierte en arte y parte. ¿Qué dirá la Liga? Nada. La patronal pejiguera de Tebas está entregada a los poderes fácticos del fútbol.

Ahora que en Barça se sumerge definitivamente en el esquema político, conviene no olvidar la reunificación de la derecha anunciada por Pablo Casado. El matrimonio PP-Vox, ante unas hipotéticas generales, prefigura un divorcio de última hora, que haría posible un giro de Casado hacia el PSOE, prólogo de la gran coalición, excluyendo a Sánchez y dejando al soberanismo catalán sin puentes en Madrid. Es el diseño en la sombra, con Aznar de muñidor. No llegará, pero si fuera el caso, la frontalidad del Estado aislaría a la Cataluña indepe y convertiría al Barça soberanista en un club cantonalizado, al estilo del Glasgow Rangers, por más que Laporta se apunte a la Liga Europea, auspiciada por Florentino y la UEFA.

La biografía de José Elias, el avalador que de niño fue localizado por su madre tras recurrir al popular programa radiofónico de Elena Francis, como explica la amiga Cristina Cubero en El Mundo Deportivo, es un toque humano que lleva puesto el cartelito de "emprendedor de raza". Otra cosa será ahora su cruce con la política. Sus Indias Orientales pueden estar mas cerca de lo que parece. El Barça de 2003 acabó mal con Sandro y Bartomeu; el club se ha especializado en el cultivo de la informalidad y el empacho de dinero, arrogándose además la representación bobalicona de la Cataluña metafísica.