El conflicto catalán ha resultado determinante en la convocatoria de elecciones legislativas el próximo 28 de abril. Lo ha sido tanto por la intensidad con que ha venido marcando la agenda política española, como por la negativa de los partidos independentistas a apoyar los Presupuestos Generales del Estado para 2019.

Una decisión de ERC y PDeCat que sólo se entiende desde la perspectiva de quienes apuestan por el “cuanto peor, mejor”. No son mayoría en las filas independentistas, pero sí suficientes para alzar la voz y someter a quienes, de entre los suyos, optaban por apoyar los Presupuestos. Por fin, ERC, PDeCat, Ciudadanos, PP y Vox se han encontrado. Felicidades.

Pese a que el debate va a estar prácticamente monopolizado por Cataluña, como ya ha sucedido en las escasas horas transcurridas entre el anuncio del presidente Pedro Sánchez y el momento de escribir estas líneas, no todo es el conflicto catalán. Hay otras cuestiones, de igual o mayor relevancia, que deberían resultar prioritarias en el debate electoral, y en las propuestas que los partidos presenten a la ciudadanía.

La llegada del PSOE al poder ha evidenciado fracturas preocupantes entre unos y otros. A lo largo de estos meses, el Gobierno ha lanzado una batería de propuestas, algunas sorprendentes pero otras muy cargadas de sentido común. Entre estas últimas, la subida del salario mínimo a 900 euros mensuales, o el alargamiento de la duración mínima de los alquileres de 3 a 5 años.

Estas propuestas han sido recibidas por los partidos más conservadores, y especialmente por una parte relevante de las élites económicas, con un extraordinario menosprecio. Una reacción que va más allá de la racionalidad, y que viene reforzada por el nuevo discurso del PP de Pablo Casado y por la irrupción de Vox.

Cataluña ha exacerbado las posiciones de unos y otros en el conjunto de la política española. Pero, de no existir el conflicto catalán, hoy España se encontraría también fracturada.

En los próximos tiempos nos jugamos si damos la razón a Margaret Thatcher con su “la sociedad no existe, lo que existen son hombres y mujeres individuales, existen las familias”. O si bien procuramos, aún con todas las dificultades, reconstruir esa sociedad que sí existió. Lamentablemente se priorizará el debate sobre Cataluña, cargado de posiciones tan conocidas como irreconciliables.

Y es que, más que nunca, necesitamos política. Pero no la tendremos. La política requiere pensar. Algo que no está al alcance de todos quienes se sientan en un Parlamento.