En 2020, el precio del petróleo ha sufrido una caída espectacular. En las tres principales referencias, la bajada ha superado el 50%. No obstante, en la West Texas Internacional (WTI) ha llegado al 71,34%, al pasar de un promedio de 57,81 dólares en diciembre a una media de 17,16 dólares en los 24 primeros días de abril. 

La elevada reducción ha sido generada por tres principales factores: una gran disminución de la demanda, la guerra comercial petrolera entre Arabia Saudita y Rusia y las dificultades para almacenar crudo en EEUU.

La espectacular caída de la demanda, aproximadamente del 30% en abril según la Agencia Internacional de la Energía, constituye una repercusión indirecta del Covid-19. La paralización de la industria ha disminuido su uso como materia prima y las restricciones al transporte su empleo como combustible. 

El pasado 6 de marzo Rusia rompió las negociaciones con la OPEP para reducir la oferta mundial de petróleo. La reacción de Arabia Saudita fue inundar el mercado de crudo y forzar una caída suplementaria del precio, con la finalidad de obligar al país europeo a aceptar la propuesta de la organización.

El acuerdo llegó el 9 de abril. A pesar de él, el precio del petróleo volvió a bajar. Los motivos principales fueron tres: una reducción de la oferta (10%) inferior a la de la demanda, una capacidad ociosa de almacenamiento en mínimos históricos y una escasa probabilidad de una disminución rápida de los stocks.

En EEUU, el petróleo adquirido por los inversores, quienes piensan que en el futuro alcanzará un precio superior al actual, tiene como principal destino los depósitos situados en Cushing (Oklahoma). Tienen una capacidad de almacenamiento de 76,1 millones de barriles.

El pasado 17 de abril estaba ocupada en un 77%, siendo éste un nivel inusualmente elevado. Además, los compradores estaban guardando el crudo en buques petroleros, oleoductos sin utilizar y vagones de tren. Sin duda, unos almacenes poco frecuentes.

Debido a que la producción de crudo en EEUU durante dos días equivalía a la capacidad ociosa que había en los depósitos de Cushing, los inversores estimaron que les sería difícil encontrar un lugar donde depositarlo y la futura subida de su precio no compensaría los costes de almacenamiento y transporte.

Por tanto, procedieron a vender masivamente el crudo WTI a entregar en mayo. En el mercado de futuros, el 20 abril y último día de su negociación, dicho contrato cotizó a un precio negativo (-37,63 dólares).

Una anomalía que fue corregida en los siguientes días, al volver a terreno positivo la entrega al mes más próximo. No obstante, es importante destacar que el anterior precio fue asignado a un contrato de futuros y no al petróleo, pues éste mantiene una indudable utilidad como materia prima y fuente de energía.

En 2020, el reducido nivel del precio del crudo beneficiará a los países importadores netos y perjudicará a los exportadores. Entre los primeros, se encuentran la mayoría de los occidentales y del Sudeste Asiático. Entre los segundos, los componentes de la OPEP, Rusia, EEUU y Canadá.

Entre los más beneficiados estará España, pues en una coyuntura normal consigue un 0,2% de crecimiento adicional por cada 10% que baja su precio. Su desplome no le librará de una gran recesión, pero al menos disminuirá en unas décimas el impacto de ésta sobre el PIB.

Además, por primera vez en muchos años, puede ayudar de forma decisiva a conseguir una balanza comercial superavitaria, pues en 2019 el 72,7% del déficit correspondía al saldo desfavorable de la rúbrica de productos energéticos.

Aunque a priori no lo parezca, unos de los más países más perjudicados será EEUU. En los últimos años, una sustancial parte de la bonanza económica ha estado sustentada en el auge de la industria petrolera y, en particular, en la utilización del fracking para extraer el crudo de los antiguos pozos.

Un método que incurre en unos costes superiores a los convencionales y que impide a la mayoría de yacimientos ser rentables, si el precio del petróleo se sitúa por debajo de los 50 dólares, tal y como se prevé durante los próximos 20 meses.

Si así sucede, algunos de los principales bancos norteamericanos pueden tener problemas de solvencia, pues una gran parte de la nueva industria petrolera ha utilizado masivamente el crédito bancario para desarrollar sus proyectos.

En definitiva, el crudo ya no tiene la influencia sobre la economía mundial que poseía en las últimas décadas del pasado siglo. No obstante, en los próximos años continuará siendo un factor importante y su cotización seguirá proporcionando alegrías a unos países y tristezas a otros.