Oiga doctor, tenemos un problema con él, con Joaquim. Parece desorientado desde hace un tiempo, le cuesta tomar decisiones y se ofende cuando intentamos un acercamiento. Por más que nos esforzamos nos acusa de no quererlo. Constantemente, nos amenaza con marcharse, dividiéndonos por la mitad el apartamento. Ya le hemos dicho que eso no puede ser, le prometemos escucharlo más y gastarnos más dinero en él, pero nada parece ser suficiente para evitar su enfado.
Se muestra constantemente dubitativo y dudó de si ir a Tarragona por el único motivo de que también íbamos nosotros. Al final fue, y parecía muy feliz fotografiándose y cantando entre todos, aunque sufrimos algunos desaires de última hora, que traía ya preparados para la ocasión.
La invitaron a Washington, como a nosotros, y allí también nos sorprendió con su comportamiento: nunca nos imaginamos que nos insultaría en público. En vez de aprovechar la ocasión para hacer amigos, generó tan mal ambiente que incluso le impidieron volver a la sala después de haberla abandonado, mientras nos tocaba el turno para hablar a nosotros. Imagínese que suspendieron el acto del día siguiente, al que estábamos todos invitados. Todo fue bastante bochornoso: no sólo para nosotros, por vernos involucrados en algo que no parecía venir a cuento; también para los americanos, muy sensibles a la mala educación de personas a las que habían invitado a participar en un festival de folclore, en un ambiente de concordia y buen hacer. Conscientes que representábamos a todos.
De vez en cuando nos llena el pasillo de bolsas amarillas de basura, y el jardín de cruces de cementerio, y nos agrede si intentamos retirarlas. Aunque eso no es lo peor. Lo peor es cuando altera su propia identidad con la de nuevos personajes que va creando, a veces de forma exagerada, se siente ofendido como teatralizando y dice que le hacemos cosas que nosotros no recordamos. Es como si viviéramos realidades diferentes.
El día 9 de julio tenemos una cita con él para intentar un acercamiento y, de hecho, estamos intentando limar asperezas y no generar ningún conflicto mientras llega el día. Tenemos muy presente que para cualquier negociación que se precie son importantes los escenarios previos. Sin embargo, no tenemos muchas esperanzas, ya que no parece dispuesto a dialogar nada de tipo práctico. Cuando discutimos, se sitúa en un escenario de declaraciones maximalistas y de castillos en el aire que no permiten avanzar. Al no poder discutir en el terreno de lo práctico, se nos antoja una situación inmanejable.
Estamos desasosegados. ¿Qué podemos hacer, doctor?
Pues yo no le veo ninguna lesión importante que justifique el comportamiento, así que lo más probable es que se trate de un conflicto psicológico.
¿Se han planteado si acaso la causa no son ustedes? A veces estos síntomas son un intento de defensa en una situación personal que emocionalmente no se sabe cómo resolver.
Explíquese, por favor...
El gran ataque histérico es una tempestad de movimientos con una teatralidad suprema, en que el paciente grita, se revuelca en el suelo, se desgarra las ropas, araña o golpea, de modo incordiante y no específicamente intencional a los que intentan sujetarle. Alterna movimientos de contracción tónica generalizada, en los cuales se tiende a mover en semicírculo sobre la nuca y los talones, con otros movimientos y espasmos desordenados e intermitentes que recuerdan un ataque epiléptico. Otras veces, se muestra con la parálisis de todo el cuerpo o alguna de las extremidades. Lo que caracteriza al histérico de otras patologías es que éste sufre las crisis tras un disgusto o contrariedad y ocurre cuando hay delante personas que le interesan, a las que desea acercarse, transformándose en el centro de atención. Les digo esto para la comprensión de la situación, aunque con esto no quiero afirmar que se trate de un caso similar.
No, claro, no es lo mismo. Sin embargo, doctor, nos deja desconcertados. Pero ahora que lo dice... tantas promesas incumplidas, tantas hojas de ruta, tanto esfuerzo para la ampliación de las bases que no ha llegado, tantas votaciones que no mejoraron el resultado, tantas movilizaciones, tanto simbolismo, tantas broncas para nada... y ahora sus amigos están en la cárcel. Se deberían sentir avergonzados por todo lo que han hecho, porque nada se ha mejorado y mucho se ha perdido. Doctor, quizás tenga razón. Quizás se trata de una situación en la que los mismos que la generaron no saben cómo resolver, pero no se atreven a reconocer que se equivocaron.
Sí. Es un modo de transformarse en el centro de atención para pedir ayuda, sin reconocer necesitarla, aunque a él todo le parece real. Aunque sé que es difícil, les recomiendo mucha paciencia y no entrar en su juego.
Gracias, doctor. Y díganos, ¿esto se cura?
Aún no se los puedo decir. En todo caso, necesitamos analizarlo más.