Francesc-Marc Álvaro en la entrevista en la redacción de Crónica Global / LENA PRIETO

Francesc-Marc Álvaro en la entrevista en la redacción de Crónica Global / LENA PRIETO

Pensamiento

Álvaro: "El 'procés' ha fracasado, pero el independentismo continúa"

El periodista, que desdeña la vía unilateral, señala que el secesionismo "debería haber aprobado los presupuestos de Pedro Sánchez"

29 septiembre, 2019 00:00

Francesc-Marc Álvaro (Vilanova i la Geltrú, 1967) es uno de los referentes periodísticos del independentismo. Periodista, columnista en La Vanguardia, escritor y profesor en la Universitat Ramon Llull, Álvaro no se esconde. Asegura que votaría sí a la independencia en un referéndum pactado con el Gobierno español. Pero ha querido aterrizar con una crítica matizada al independentismo con su libro Assaig general d’una revolta (Pòrtic), Ensayo general de una revuelta (Galaxia Gutenberg). Habla del “trampantojo”, la promesa de los dirigentes independentistas que sabían que no podían cumplir.

En una entrevista con Crónica Global, Álvaro reclama que se rompan los bloques, que se busque algún acercamiento y ofrece varios mensajes: “El procés ha fracasado, pero el independentismo continúa” y “el mundo independentista debería haber aprobado los presupuestos de Pedro Sánchez”, con una crítica sin manías a la figura de Quim Torra. Asume su responsabilidad en ese procés, y cree que no se podía conocer cómo avanzaría ese camino, con sorpresas como la retirada del tablero de Artur Mas. El libro puede actuar como una especie de catarsis para muchos independentistas. Álvaro lo presenta en Madrid el próximo martes, en la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, con Daniel Innerarity, Enric Juliana, José María Ridao y Joan Tarrida, el editor de Galaxia Gutenberg.

--Usted tuvo un abuelo murciano, que llegó a Cataluña en los años 20. ¿Qué le explicaría sobre los últimos años en Cataluña?

--Le daría el libro, porque mi intención es que entienda lo que ha pasado, al margen de la posición que tuviera, o que tenga cada lector. Quiero que se pueda entender por parte de un público extenso. Creo que sólo quedarían al margen los dos extremos, los que tienen posiciones extremas sobre la situación catalana.

--¿Pero lo podría entender? ¿Podría entender lo que ha pasado con el proceso soberanista? Lo digo porque hay muchos abuelos Álvaro en Cataluña. Y muchos nietos Álvaro.

--Creo que lo entendería. Mi abuelo, procedente de Murcia, trabajó mucho y prosperó en Cataluña. También mi abuelo materno, catalán. Los dos, catalanes, prosperaron. Es cierto que mi abuelo murió antes de que muriera Franco en 1975, y pasaron muchas cosas después. Pero la realidad de lo que ha pasado se puede entender con claridad. Y por eso he editado el libro también en castellano, para que llegue a más lectores. He aportado algunas claves sobre la situación catalana y el proceso independentista.

Francesc Marc-Álvaro explica que Cataluña es una tierra con mucha mezcla

--¿Y una de ellas es que el independentismo no nacionalista ha fracasado? Porque el mundo independentista se ha acabado asociando a unos orígenes familiares catalanes y a la utilización habitual de la lengua catalana, como indican todas las encuestas. ¿Ese independentismo no quería superar la cuestión identitaria?

--El independentismo ha tenido mucha penetración y éxito. Ha pasado de porcentajes pequeños, de un 18% o un 20% a un 48%. Ha tenido éxito como narrativa política, con una gran expansión. Otra cosa es que no tenga un 60% o un 70%, que es la cuestión de fondo. Pero es cierto que esa capacidad de narrativa no se traduce en una capacidad ejecutiva. Es decir, el independentismo es muy bueno explicándose, pero muy malo haciendo política. Esa es la realidad. En cuanto a quienes lo integran, hay que decir que la sociedad catalana es híbrida, está mezclada, como yo mismo. La mayoría de ciudadanos catalanes se parecen a mí, con orígenes distintos. Pero es verdad que cuando se produce la gran aportación de voto a Ciudadanos, en las elecciones de 2017, se constata que una parte de esos electores responden a un sentimiento de pertenencia de españolidad. Lo sienten así. Es un sentimiento intenso. Son catalanes que viven esa condición de españolidad. Eso no es raro. Lo importante es si eso se consolidará, si esos votos que procedían de los socialistas o del mundo de los Comunes se quedarán o regresarán. Y creo que Ciudadanos eso no lo va a volver a tener. Creo que era un refugio momentáneo. Pero no tengo una visión dramática sobre eso que se ha llamado la fractura social. Existen visiones diferentes, distintas, con casi la mitad de la sociedad en un u otro lado. No es una fractura en términos sociales. Una fractura es lo que ocurrió en Irlanda del Norte. No hemos llegado ni llegaremos a ese punto.

--¿Pero el independentismo no era consciente de que esa división se podía producir? ¿Ha sido ingenuo u otra cosa?

--El movimiento independentista no ha sido identitario. Ha sido, se podría decir, postmoderno. No ha querido tener una bandera en Naciones Unidas. Ha hablado de creación de riqueza, de recursos, de infraestructuras. Ha sido inteligente, porque quería atraer a partidarios a partir de intereses concretos. Pero eso tiene una frontera. No ha pensado que había catalanes que se iban a sentir vinculados a España, al margen de si esa oferta del independentismo le podía interesar o no. De la misma manera que hay independentistas que quieren una república, pase lo que pase desde el punto de vista económico. Eso es lo que el independentismo no vio. No vio que hay lealtades legítimas, que no se puede hablar sólo de recursos. Es el ángulo muerto del independentismo.

--¿Y por qué usted lo hace ahora, por qué pone de manifiesto eso, y no en los primeros años del procés, cuando se habla de ruptura, de palanca para cambiar el Estado? ¿No se ha transformado en sus análisis y opiniones una evolución clara?

--Yo lo que digo es que hay una realidad que está viva. No es estática. Arranca en 2010, y no veo las cosas igual en cada momento. Sí vi, y lo tengo escrito desde el primer momento, que el lema del “tenemos prisa” era un lema antipolítico. Pero otras cosas no se podían ver, porque no habían sucedido. No quiero atribuirme méritos ni deméritos. Lo de las lealtades identitarias, pues no se veían. Y tal vez para verlo había que observar el crecimiento de Ciudadanos, pero durante mucho tiempo el independentismo no tuvo una fuerte oposición. Una parte lo recibió con indiferencia, y eso tal vez ocurrió porque no se vio que pudiera tener tanta fuerza. No podemos hablar como si en 2010 o en 2012 ya supiéramos lo que iba a suceder. Ahora hemos visto muchas cosas, por ejemplo, ¿se podía pensar que Artur Mas se retiraría de la partida?

--Pero usted titula un libro anterior de una forma significativa, Per què hem guanyat? Se refería a las elecciones de 2015, pero podía significar algo más. ¿Por qué lo hizo?

--Lo titulé así, pero digo en el prólogo que esas elecciones, que Junts per Sí gana con claridad, no sirven si se entiende como un plebiscito sobre la independencia. Dije que no tenía músculo para hacer lo que quería hacer. Y lo comenté con mucha gente, que me dijeron lo mismo, que me objetaron ese título.

Retrato de Francesc-Marc Álvaro antes de la entrevista en Crónica Global / LENA PRIETO

Retrato de Francesc-Marc Álvaro antes de la entrevista en Crónica Global / LENA PRIETO

--¿Ese fue el gran error del independentismo y de Artur Mas en particular?

--Es el momento en el que el independentismo no lee bien la correlación de fuerzas. Junts pel Sí logra un muy buen resultado, pero no es la mayoría habilitada para hacer algunas cosas. Para gobernar sí, pero no para emprender una vía que acaba siendo unilateral. Lo pensaba entonces y lo mantengo ahora.

--Por lo tanto, ¿se puede decir que Mas ha sido un irresponsable, que dejó la hoja de ruta del independentismo a la CUP?

--La CUP es un catalizador, pero las presiones no provienen de la CUP. Llegan del entorno convergente, que teme perder las elecciones. A cada uno lo suyo. Mas da un paso al lado porque se le dice que las elecciones serán un desastre. Mas se sacrifica, porque cree que será algo temporal, y porque no sabe que cuando elige a Carles Puigdemont éste elegirá una senda muy concreta. Lo he hablado con él. Y creo que hubiera sido mejor que se hubiera presentado a las elecciones. Y si perdía y se quedaba en la oposición, pues así es la vida.

--¿Ese es el mayor defecto, tratar de hacerlo todo al mismo tiempo, forzar una negociación, mantenerse en el poder, provocar una ruptura, ganar al contrario?

--Yo critico con claridad al mundo independentista, pero también veo que el Gobierno del Estado ni tan sólo explora una interlocución. Lo lleva todo a una situación de bloqueo. No quiso entrar en la cuestión de la financiación, que es clave y que ahora se vuelve a hablar de ello. Quiero recordar que esa era la principal reivindicación. En la medida que el Gobierno de Rajoy no permite pistas de aterrizaje, el mundo independentista entra en un bloqueo. Se equivoca también. Pero el Gobierno del Estado piensa que puede externalizar esa cuestión en la Justicia, y se desentiende del problema.

--En todo caso, ¿el factor decisivo no es la batalla interna en el campo nacionalista?

--Yo me refiero a ello, lo explico en el libro. Hay una lucha para quedarse con la mayor parte del pastel del electorado nacionalista, entre Convergència y Esquerra, pero también hay la voluntad real de mejorar el autogobierno, con el Estatut de 2006 que impulsa Pasqual Maragall. Y cuando se bloquea el Estatut, con la sentencia del Constitucional en 2010, se modificarán muchas cosas. Hay un cambio de mentalidad, que llevará a muchos autonomistas a cambiar de posición. En muchos círculos de Madrid eso no se ha querido entender. ¿Qué puede llevar a personas tan distintas y todas autonomistas como Artur Mas, Ernest Maragall o Antonio Baños a posiciones independentistas? La escuela o TV3, como se dice, no operan esa transformación. La gente no es idiota o ha sido adoctrinada. Hay más factores.

--Francesc-Marc Álvaro es un referente para buena parte de ese mundo independentista. ¿Establece con el libro una pista de aterrizaje para ese mundo, porque usted mismo ha visto que se debe cambiar de rumbo?

--Soy un ciudadano, asumo mi responsabilidad en lo que me toca. Soy periodista, analista, y tengo mis convicciones, pero no estoy en una trinchera. Estoy a favor de un referéndum pactado con el Gobierno español y, seguramente, votaría a favor de la independencia, aunque me gustaría esperar una oferta del Gobierno español que blindara el reconocimiento como nación dentro del Estado, una mejor financiación, y blindara asuntos culturales, dejando de debatir cada día sobre la inmersión lingüística. Pero yo no me presento a las elecciones, y estoy contento de no bajar a la arena de los partidos. Lo que quiero es establecer un diagnóstico, y si ayuda a las distinas partes estaré encantado.

--Por tanto, ¿es una pista de aterrizaje?

--Yo no tengo la solución, ni lo pretendo. Dibujo el contexto. Soy periodista de Barcelona, mis fuentes son de aquí, y me gustaría que se escribiera un libro en Madrid autocrítico, desde el punto de vista del Estado y del Madrid político, que pudiera ayudar también.

--Pero, al margen de lo que dice, de esa crítica al independentismo y al Gobierno del Estado, ¿no cree que se ha levantado una espita que ya no permitirá regresar al mundo de ayer? ¿No cree que se deberá plantear un nuevo pacto interno en Cataluña, y que una mejora del autogobierno igual no será ya posible?

--Es cierto que la nostalgia es un error. Debemos imaginar de nuevo la realidad. Hay elementos que dificultan un avance, como la situación de los presos, y de los que están en el exilio. La gestión de esto no es fácil y es importante. Y luego si la política de bloques va a seguir funcionando, será más difícil todavía. Es necesario que eso se rompa. Lo que queremos algunos es más política, y eso requiere gestos de todos. Del independentismo y de Madrid.

--Aquí todavía no se ha dado

--Estamos en un trauma acusado, todavía, desde octubre de 2017, aunque hubo un momento de distensión con la moción de censura. Y hubo un error: el mundo independentista debería haber aprobado los presupuestos de Sánchez, sin duda. Y muchos en el independentismo lo creen así.

--¿Se hubiera ganado tiempo?

--Se hubiera ganado tiempo y se hubiera ayudado a que Sánchez se hubiera visto obligado a otro gesto.

--¿Ha sido Jordi Pujol un independentista? ¿Su agenda 2000 para preparar el terreno desde el Gobierno de la Generalitat?

--Eso de la agenda 2000 que se da a conocer a ahora ya se sabía y se había difundido. Y, como se había conocido, precisamente, nunca se implementó, por mucho que se diga ahora. Pero es que Pujol es un catalanista clásico, que quiere más autogobierno para Cataluña y colabora en la modernización de España. Está en ese paradigma, aunque al final, con el proceso, lo que dice es que no tiene argumentos para frenar a los que apuestan por la independencia. Pero nunca ha sido independentista, porque es hijo de su tiempo. Ha leído la tradición del catalanismo, conoce bien la inmigración, y es un hombre de orden, sabe cosas que se pueden hacer y otras que no se pueden hacer de forma unilateral. Sabe muy bien lo que es el poder, quizás el problema es que los que vienen luego no conocen el poder, no conocen el Minotauro, como señala Vicens Vives. Ese es el problema de sus sucesores.

El catalanismo sigue vivo, según Francesc-Marc Álvaro

--¿No se equivocó Pujol en 2000, con la oferta de Aznar, para ayudar a cogobernar España, en un proceso ya de globalización?

--Pujol conoce la historia. Conoce las peripecias de Cambó y sabe que lo que no debe hacer nunca es lo que hizo Cambó. Y sabe que Aznar tiene mayoría absoluta, con una agenda de máximos, cocinada por la Faes, que quiere echar el cierre al estado autonómico. Y no quiere colocar ministros en un Gobierno que quiere echar el cierre autonómico. No se equivocó. Otra cosa es que Aznar le hubiera dicho a Pujol que en ese caso iba a guardar su agenda autonómica. Pero Aznar lo que tenía claro era su plan, con un gran Madrid financiero. Tenía la idea y la plasmó.

--¿Se puede decir que, con todo lo sucedido, el catalanismo ha muerto? ¿Cómo ve las iniciativas de Lliures, la Lliga Democràtica y el movimiento de Poblet?

--El catalanismo no está muerto, como narrativa genérica. Se basa en que Cataluña es una nación, esté dentro o fuera de España. Sólo ha habido un partido que ha impugnado el catalanismo: Ciudadanos. Es un partido que no combatía el independentismo, que no tenía la fuerza de ahora, sino el consenso catalanista, donde estaba el PSC, los comuns, y también en muchos momentos el PP. Ahora el PP se ha salido de ese consenso, pero Ciudadanos nunca ha estado. Respecto a esos movimientos, creo que hacer tuning con personajes históricos a veces no sale bien, y lo de la Lliga Democràtica es extraño, coge cosas de Convergència y otras no, parece el PP cuando quiso darse un barniz catalanista, algo que intentó Josep Piqué y no salió bien. Emite mensajes difusos, del pasado. Lo de Poblet es un movimiento de socialistas catalanistas y exconvergentes que no quieren vías unilaterales, y parece más interesante. Todo lo que sea más realista es interesante, lo haga quien lo haga. Pero lo de Poblet tampoco se sabe si será o no un partido.

--¿Lo más importante es renunciar ya, de forma clara, a la unilateralidad?

--Lo más importante es tener un buen diagnóstico. Y el independentismo sabe, incluso los sectores más partidarios del ruido, que repetir el unilateralismo no serviría, porque no salió bien. Pero hay que dejarles que hagan su camino para que hagan autocrítica, y ojalá también se hiciera en el PP o en el PSOE.

--¿Rectificar se debe ver como una derrota?

--Eso es interesante, porque si se ve la fotografía de los políticos en el Tribunal Supremo, eso equivale a una derrota, pero los catalanes que siguen votando independentismo, dos millones, dejan esa derrota en más discutible. Sería un error pensar que, desde Madrid, si se condena a estas personas el procés será derrotado y, por tanto, el independentismo quedará derrotado. El procés ha resultado un fracaso, pero el independentismo continúa. El contencioso catalán persiste, se mantiene. Me extraña que un hombre como Pedro Sánchez, que ha tenido coraje, haya preferido lo táctico, y no haya asumido reto, con la valentía que tuvo, por ejemplo, Adolfo Suárez.

--Sánchez no tiene una mayoría detrás para hacer eso

--Es verdad que tiene una complicada geometría, pero podía llegar a otros caminos, que no pasan por una mesa por la autodeterminación.

--Pero es que los partidos independentistas no le votaron los presupuestos.

--Sí, sí, digo que es miope no votar los presupuestos de Sánchez, y es una responsabilidad repartida entre el mundo de Puigdemont y de Junqueras, no lo entiendo realmente.

--¿No cree que en Cataluña hay un problema con el concepto de democracia?

--El problema no es el concepto de democracia. Es que si no te habilita un referéndum pactado, nadie te va a reconocer el referéndum si es unilateral. El 1-O no genera ningún mandato democrático, pero sí una legitimidad, cuando lo reprime la Policía. El Estado no tenía por qué hacerlo. Esa causa generó un interés que no se hubiera producido. No iba a ser reconocido el resultado. El concepto de democracia tiene su sentido en la primera parte del independentismo, que es pedir un referéndum. Cuando es unilateral, eso se pierde. Pedir un referéndum fue un acierto narrativo. Francesc de Carreras, uno de los fundadores de Ciudadanos, defendió al principio la posibilidad de una consulta, no vinculante, al entender que cabía en la Constitución.

El papel de Torra, según Francesc-Marc Álvaro

--Al margen de la sentencia y de la posible condena, ¿no debería quedar inhabilitada toda una clase política independentista por presentar ese "trampantojo" como usted define, que resulta un engaño para los propios independentistas?

--El grupo dirigente independentista dio dos mensajes a la vez que llevaron al colapso. Todo lo que se hacía era para llevar al Gobierno a la mesa de negociación, pero luego se dice que se logrará la independencia. Y no se podía prometer lo que se sabía que no se podía cumplir. Puigdemont queda atrapado consigo mismo. O se desmiente a sí mismo o tira hacia delante y decide esta última opción. Y pasa lo que dijo el abogado Javier Melero: no se arría ninguna bandera, y los que declaran la independencia se van a su casa. Melero desmonta de forma eficaz la tesis de la Fiscalía, pero se carga el movimiento político, porque destruye la narrativa independentista. Lo que dice es que el Rey va desnudo.

--¿La sociedad catalana puede respetar a un presidente como Torra?

--Hay dos cuestiones. Como ciudadano español y catalán, debo aceptar cualquier presidente de España y cualquier presidente de la Generalitat. Pero por parte de Puigdemont está claro que comete un error al elegirlo. Torra tiene una visión algo desfasada del nacionalismo, algo antigua, poco inclusiva. No es un racista, pero tiene una visión vintage del independentismo, nostálgica. No es una figura que sume. Genera rechazo entre los que están muy lejos de las tesis independentistas. El independentismo se equivocó al colocar a Torra. El independentismo nace con un discurso muy inclusivo y acaba nombrando a Torra.

--¿Puede haber un salto cualitativo con los CDR y la investigación judicial, con una posible violencia?

--El independentismo ha sido pacífico y democrático. No hay pruebas de lo contrario. Partiendo de la presunción de inocencia, hay que ir con cuidado con las palabras. Los CDR han hecho cosas cuestionables, pero no terrorismo. Cortar carreteras no me gusta, pero no es terrorismo. Terrorismo es el caso Hipercor o el asesinato de Ernest Lluch. Ahora bien, si alguien ha hecho algo que deba ser perseguido, que se persiga y se castigue. Si hay algún independentista que tiene tentaciones armadas, debe ser rechazado por el independentismo y que se aplique la ley.