Cuando vine por primera vez a Barcelona, en 1995, Cataluña se parecía mucho a la que describían en sus crónicas Gabriel García Márquez y José Donoso. Una tierra abierta que acogía con entusiasmo a artistas, escritores y periodistas que llegaban de Hispanoamérica atraídos por la literatura que producía la capital editorial en español que hablaba en catalán. Las conversaciones eran bilingües y nadie veía un problema en ello. Aún existía una división ideológica entre izquierdas y derechas y los lazos se creaban por las luchas comunes. Venir del país de Salvador Allende y Pablo Neruda hizo que mucha gente me abriera su corazón y me ofreciera su amistad.
En la última década he visto como esta Cataluña amable que me acogió era reemplazada por una mucho más agria, cargada de una intolerancia difícil de explicar. Nuestra televisión pública es quizás el espejo que mejor refleja el monstruo que ha creado en estos años el nacionalismo identitario que ahora busca devorar a Javier Cercas. Su error ha sido acudir a uno de los programas más sectarios de TV3, FAQS, para explicar con educación, respeto y argumentos difíciles de rebatir, el punto de vista de una gran parte de la ciudadanía: la que no aspira a la independencia y no tiene cabida en el marco mental de nuestra televisión pública y de las personas que la ven que son las que han provocado el linchamiento.
Francesc Trillas decía en un artículo titulado De la revolución de las sonrisas al linchamiento a Cercas, que es como si al caer una gota de pluralismo en el magma de la uniformidad se hubiera producido una reacción química fulminante. Porque los que dirigen y los que consumen a diario TV3, no quieren una televisión plural que refleje la diversidad y la riqueza del país. Les enerva que venga un catalán que tiene éxito, que es respetado internacionalmente, que habla un catalán perfecto con acento de Girona y escribe novelas en castellano que se venden como churros en las librerías de Barcelona, porque desmonta el relato que tanto se han esforzado en construir.
Del último informe del CAC sobre pluralismo político se desprende que FAQS entrevistó entre marzo y agosto de 2020 a 17 personas partidarias de la independencia frente a 4 que no lo eran. En el programa Tot es mou, la proporción fue de 53 a 15. El informe no analiza el pluralismo de las tertulias pero es fácil constatar que la regla es que hayan tres o cuatro independentistas contra uno o ninguno que no lo es y que el presentador o presentadora se sumen entusiastas al primer grupo. El informe tampoco analiza cómo afecta al pluralismo (o a la falta de él) que una persona como Pilar Rahola haya tenido entre marzo y agosto más de doce horas de tiempo de palabra en 57 intervenciones para pontificar en torno al relato oficial.
En la creación del monstruo que ahora se ha lanzado contra Cercas han tenido que ver también los esfuerzos por esconder aquello que incomoda. No es casualidad que TV3 haya tardado seis años y medio en programar un contenido específico sobre la corrupción que rodea a Jordi Pujol y a su familia. Tampoco es casualidad que el resultado haya sido un reportaje en el que la persona que ha hecho de hilo conductor ha sido uno de los hijos imputados del ex presidente, que haya comenzado con el director del programa advirtiendo que el caso “puede quedar en nada” y haya acabado con diez minutos dedicados a la “policía patriótica” sin una sola voz que discrepara del punto de vista de que Pujol ha sido víctima de una persecución política.
Quizás no está mal puntualizar que Pujol: els secrets d’Andorra no era un documental de autor. Era un reportaje del 30 Minuts sometido a criterios de neutralidad y pluralismo como los que debería tener el resto de la programación. Llegaba además tras años de silencio de nuestra televisión pública en torno a un caso en el que no hay presunción de inocencia: Jordi Pujol es un evasor de capitales confeso. Es un caso que ha ocupado portadas y portadas por su gravedad y porque es inédito en Europa que un ex presidente, su esposa y sus siete hijos estén acusados de acumular una fortuna de 290 millones de euros con actividades ilegales.
Pero la imagen que arroja una Cataluña que ha tenido durante 23 años un presidente defraudador no gusta al monstruo. Tampoco que el escritor más prestigioso del país no abrace el relato oficial. Javier Cercas ya ha dicho que no piensa callarse ni marcharse porque esta es su casa y es lo que todos y todas deberíamos hacer: trabajar para que la tolerancia y el respeto regresen, para recuperar nuestras instituciones, los medios públicos de comunicación y la lengua, porque pertenecen a toda la ciudadanía, no sólo a aquella parte que ha decidido que hay algunos y algunas que sobramos.