A finales de abril, el Banco de España, en su informe anual, explicaba que el reto de las pensiones sería uno de los grandes problemas a los que se enfrentarán las economías más desarrolladas en los próximos años, como consecuencia del envejecimiento de la población: España necesitará 24,6 millones de inmigrantes, extranjeros en edad de trabajar, en 2053 para poder mantener la relación entre el número de personas en edad de trabajar y pensionistas. La cifra causa enorme sorpresa a muchas personas.

Sin duda, el envejecimiento de la población es uno de los desafíos más significativos a los que se enfrentan las sociedades en muchos lugares, y no debería ser considerado sólo por los desajustes que pueden surgir en el mercado laboral, sino de una forma integral, atendiendo que se incrementa la dependencia y la presión sobre los sistemas de salud al aumentar la demanda de tratamiento de enfermedades crónicas.

También comporta la variación de la estructura familiar, lo que afectará al cuidado de los ancianos y el apoyo social obligando, a su vez, a ajustes en el transporte, en los servicios de atención a las personas y la vivienda de acuerdo con las necesidades de una población envejecida.

Igualmente, el envejecimiento de la ciudadanía puede comportar cambios en las normas culturales y sociales por la coexistencia de diversas generaciones y el rol de las personas mayores (lo que no significa viejas) en la sociedad.

A raíz de la noticia, diversas personas me preguntaron cómo debían entenderse las afirmaciones del Banco de España entendiendo que avanzamos hacia un futuro en el que el uso intensivo de la robótica y la inteligencia artificial comporta el desplazamiento masivo de humanos de los puestos de trabajo.

Efectivamente, el aumento de la esperanza de vida, un mayor tiempo recibiendo la pensión, incrementa la presión sobre los sistemas de pensiones y Seguridad Social para garantizar que puedan seguir siendo sostenibles financieramente. Un aspecto que puede ir acompañado de una disminución de la fuerza laboral disponible, lo que puede afectar a la capacidad de las empresas para encontrar trabajadores cualificados y al crecimiento económico en los modelos de desarrollo productivo basado en el uso intensivo de mano de obra o de escasa tecnificación.

Afrontar los problemas del envejecimiento comporta superar los problemas asociados a que muchas técnicos, directivos y analistas siguen inmersos con criterios y visiones analógicas cuando estamos en la era digital. Al contemplar el futuro, no se pueden hacer análisis exclusivamente basados en la proporción entre ocupados y jubilados, ni pensando solo en soluciones basadas en subidas de cotizaciones o demoras incentivadas de la jubilación.

Debe considerarse a la vez la potencial sustitución de humanos por sistemas automáticos, robotizados, y la inteligencia artificial. El trabajo humano será menor y la clave estará en cómo redistribuir la riqueza generada por los sistemas tecnológicos autónomos manteniendo el Estado del bienestar.

Sin duda, la automatización y la IA están transformando rápidamente el mercado laboral, lo que plantea desafíos significativos para mejorar la calidad de vida para todos, en lugar de crear desigualdades económicas y sociales.

Por ello, es preciso revisar el sistema tributario para implementar impuestos, sin que ello comporte problemas de competitividad y de crecimiento empresarial a las organizaciones que utilizan la automatización y las IA para reemplazar trabajadores humanos; también la reducción de la jornada laboral; la promoción de la economía colaborativa y solidaria; el apoyo a emprendedores y pequeñas empresas; el fomento de la diversificación económica.

Adicionalmente, y de forma muy especial, es preciso invertir en educación y capacitación para preparar a las personas para los empleos del futuro con jornadas mucho más reducidas. 

Avanzamos hacia un nuevo escenario en el que el aumento de la esperanza de vida, mayor envejecimiento, se efectúa de forma simultánea a la consolidación de la inteligencia artificial; por ello, es preciso asumir la necesidad de pensar en digital y olvidarse de los patrones analógicos. De esta manera, se podrá alcanzar el objetivo de asegurar los ingresos que permitan una renta básica universal, la cual garantiza, a todos los ciudadanos, un ingreso regular y suficiente para su desarrollo personal e interacción social.