Los laboratorios de capital familiar Almirall, Esteve, Ferrer y Uriach andan embarcados en mudanzas intrépidas.

Esta potente industria tiene fama bien ganada de márgenes muy remuneradores y beneficios ubérrimos, que catapultaron a sus propietarios a la categoría de potentados.

Almirall, el primero de los titanes, feudo de la saga Gallardo, es el único que cotiza en bolsa, y preciso es decirlo, lo hace con más pena que gloria. En mayo del año pasado se jubiló Jorge Gallardo Ballart, hijo del fundador de la casa. Jorge venía ejerciendo el mando desde 1988 y lo entregó a su vástago Carlos Gallardo Piqué.

Era éste el primer miembro de la tercera generación que ascendía a la poltrona. La ocupó en calidad de presidente, mientras que la batuta directiva continuaba confiada al consejero delegado Gianfranco Nazzi.

Solo seis meses después, Nazzi dimitió de forma sorpresiva y Carlos hubo de asumir “interinamente” las máximas funciones ejecutivas.

Ya ha transcurrido un año desde entonces y la búsqueda de otro “hombre fuerte” parece no tener fin y se dilata más y más.

Entre tanto, el cambio bursátil sufre un desplome tras otro. Desde que se anunció el encumbramiento de Carlos, lleva perdido un 25%.

La compañía Almirall entera vale ahora 1.790 millones, frente a los 2.330 que lucía cuando dio el salto al parquet en 2007. Ello significa que tres lustros después, la cuarta parte de la cotización se ha convertido literalmente en humo.

Pasemos ahora al segundo de la lista, Esteve. Se creó en Manresa, hace casi un siglo. En mayo dio un paso trascendental. Por vez primera, los componentes de la dinastía se desprendieron de un 26% de su conglomerado para cederlo a un inversor externo, el consorcio alemán Lubea. Le traspasaron por 250 millones una fracción de la farmacéutica Esteve Healthcare. Los portavoces societarios pregonaron a la sazón que el fruto del trasiego serviría para abordar una etapa expansiva, mediante la compra a porrillo de rivales y competidores.

Es de destacar que la progenie solo ha transferido un renglón de su vasto emporio. En efecto, sigue en posesión del 100% de Corporación Químico Farmacéutica Esteve, que gira 640 millones y contabiliza un patrimonio de 730 millones. Dicha entidad alberga el 50% de la firma de cremas y artículos dermatológicos Isdin y de dos grandes productoras de medicamentos sitas en China.

El tercer coloso vernáculo es Grupo Ferrer Internacional, propiedad de Sergio Ferrer-Salat Serra di Migni, hijo y “hereu” de Carlos Ferrer Salat, el pionero. Sergio controla el 95,9%. El 4,1% pertenece a su hermana Beatriz, casada con el veterano abogado Rafael Fontana, presidente del despacho Cuatrecasas. Como no podía por menos de ser, los hermanos Ferrer-Salat son de antiguo clientes del bufete instituido por Emilio Cuatrecasas.

En el accionariado del laboratorio figuró hasta 2021, con un 1%, el legendario banquero José Vilarasau Salat, de 93 años, exfactótum de La Caixa, amén de tío de Sergio y Beatriz.

Ferrer Internacional dispone de unos recursos propios de 277 millones. En el último ejercicio ingresó 640 millones. Hoy por hoy se mantiene independiente, sin dar entrada a capitales ajenos.

Sergio no se inmiscuye en el día a día. Practica la sana costumbre de delegar la gestión en un director general. El titular de tal cargo es en la actualidad Mario Rovirosa.

Uriach, cuarta empresa de la lista, es la más antigua de todas, pues echó raíces en la lejana fecha de 1838. Está en poder del patriarca Juan Uriach Marsal y sus hijos Enrique, Juan, Javier, Marta y Joaquín Uriach Torelló, representantes de la quinta generación.

Años atrás, el cónclave del clan decidió conferir las supremas atribuciones a Joaquín, el benjamín de los hermanos. Era el único de los cinco que había cursado un máster, en el IESE. 

El resultado del experimento no fue óptimo, por expresarlo con benevolencia. En vista de ello, el linaje recapacitó. En 2012 designó primer espada a un profesional externo, Oriol Segarra.

Nueve años después, Uriach sufrió una mutación profunda. Se deshizo de sus tradicionales negocios farmacéuticos para centrarse en los complementos alimenticios naturales. La drástica transformación significa que la secular compañía perdió buena parte de su esencia primigenia.

Además, los Uriach han copiado el ejemplo de sus colegas de Esteve. El mes pasado enajenaron el 30% de la casa matriz a un fondo británico denominado ICG, por la bonita suma de 250 millones.

Los tiempos cambian. Los reyes catalanes del fármaco han cedido una porción de sus imperios a manos ajenas, a fin de propulsar su crecimiento. Queda por ver si el flamante giro copernicano tiene buen fin, o no.