La campaña electoral está envenenada porque, fundamentalmente, está enconada. No nos debe extrañar que además de la subasta de promesas nos encontremos con paladas de “mierda”, perdonen la expresión, contra el adversario. El último episodio de este escatológico escenario nos lo encontramos con la resurrección de ETA por parte de la derecha española, con el inestimable apoyo mediático. Es, sin duda, obsceno que Bildu incluya en sus listas a antiguos terroristas porque su presencia no ayuda a la normalización de un proceso que no tiene vuelta atrás. No me iré a tomarme unos vinos con estos personajes, pero los prefiero en listas haciendo política que con pasamontañas y pistolas por la calle. La derecha de este país, sin embargo, está encantada de hablar de ETA como si no hubieran pasado doce años desde el anuncio de su disolución. Como si no hubieran pasado doce años desde que fuera derrotada y el grueso del movimiento independentista vasco hubiera optado por la política. Cierto que sería todo más fácil que Bildu reconociera errores y pidiera perdón, pero el camino se ha iniciado y presentar al PSOE como colaboracionista de los terroristas es una aberración política que puede dar votos, pero al tiempo es impresentable.
La sequía ha sido otro de los episodios que sirven para tirarse los trastos. Desató las hostilidades Moreno Bonilla lanzando el boomerang Doñana contra los socialistas pero que ha acabado dándole en la cabeza. Se ha retirado el proyecto pero se ha desatado la guerra del agua. El Gobierno de Pedro Sánchez ha tirado de chequera para paliar los efectos de la sequía y los presidentes autonómicos arrimando es ascua a su sardina. El último ejemplo es el presidente de Murcia que aboga por los trasvases. No creo que López Miras vaya a contárselo a Jorge Azcón, candidato del PP de Aragón, que la propuesta del murciano puede dar al traste con sus expectativas. No les cuento el papel de García Page que hace del populismo verbal con el agua una guerra en el que no se quieren prisioneros.
En la subasta de vivienda un empacho total. Pedro Sánchez está obsesionado con la movilización del electorado de izquierdas, sobre todo el joven. Sin tener en cuenta que en municipales y autonómicas, los jóvenes hacen mutis por el foro y se reservan para las generales. Quizás el presidente se ha equivocado de convocatoria electoral y su alud de propuestas solo consigue eclipsar a sus candidatos. Si el PSOE aguanta no duden que el presidente asumirá la victoria en primera persona. Si el PSOE pierde seguro que se señalará a los culpables. En este galimatías aparece el conseller de Territori, Juli Fernández, con su propuesta. Tiene las patas cortas y escasa incidencia pero el conseller ha conseguido su protagonismo por unas horas.
ERC asediada por las malas encuestas ha desempolvado el hacha de guerra contra Raquel Sánchez por el caos de cercanías, como si el caos fuera de hoy, y se ha unido a la derecha para reprobarla. Por dos veces, en Senado y en el Congreso. La ministra ciertamente no ha tenido ni el detalle de personarse en su pueblo, Gavà, para interesarse en persona por los desaguisados de los últimos días pero si Aragonés quiere salvar el fiasco electoral en el Baix reprobando a Sánchez demuestra que no tiene demasiadas ideas para superar su bache electoral.
La lista se hace interminable, pero los okupas de Bonanova se llevan la palma. Más que okupas creo que son delincuentes porque su vulnerabilidad es inexistente, y no digamos nada de las condiciones de higiene de las casas okupadas. Algunos partidos han querido hacer su agosto. Por la derecha y por la izquierda, extrema. CUP y VOX quieren agitar el tablero como lo hizo Can Víes en 2015, pero el escenario ha cambiado. Como prueba del algodón, el PP se ha desmarcado porque su candidato sabe que crecerá en votos sin retozar en el lodazal. Hasta Ciudadanos se ha dado cuenta que en esta tómbola no le toca ni un pito ni una pelota.
Trías, otrora esperanza blanca parece estar en horas bajas. Su independencia frente a Puigdemont, Borràs y Turull ha quedado en entredicho y las encuestas le dan a la baja. Su fragilidad en las propuestas hace el resto, recuerden las dificultades para llegar a fin de mes con 3000 euros, y le alejan de la victoria. Tanto como a Gabriel Rufián en Santa Coloma que recurre al improperio contra Núria Parlón. Dice que fue nombrada desde un furgón policial, aludiendo al caso de corrupción que se llevó por delante al alcalde socialista. Pobre argumento contra la alcaldesa que lleva a cuestas tres mayorías absolutas. Apenas ha empezado la campaña y las paladas irán in crescendo al ritmo de la incertidumbre de los resultados.