El pragmatismo natural de los empresarios lleva a pensar que la mayoría de ellos rehúyen las cuestiones políticas, salvo aquellas que afectan a sus intereses. Si hay novedades laborales, fiscales, regulatorias o de cualquier signo que puedan incidir en la cuenta de resultados, las asociaciones representativas del empresariado se muestran activas. La política, por sí misma, preocupa sin ser la principal ocupación de los emprendedores o gestores de compañías.
Cataluña, que siempre ha sido vanguardista en muchos ámbitos, también lo es en la morfología de su empresariado. En Barcelona sí que existe un grupúsculo, un reducto de hombres de empresa que han hecho suyo el discurso del soberanismo y la independencia.
Podría pensarse que están alineados con los dos principales partidos secesionistas (ERC y Junts), aunque sería incierto. Son librepensadores, liberales en su mayoría, que han decidido que una Cataluña desconectada de España sería más próspera y ventajosa para sus negocios. Y ese colectivo que mira con una mezcla de envidia e hispanofobia a Madrid se guarece de forma principal en una organización llamada Femcat. Nacida en los estertores del pujolismo, cobró fuerza a medida que algunos de sus integrantes ocuparon espacios de poder en compañías de tamaño medio.
No son los únicos. Alrededor de la Cámara de Comercio de Barcelona se ha reunido otra corona empresarial nacionalista que consiguió alzarse con el poder en la institución por métodos que, a posteriori, se han visto cuestionados por sentencias y pronunciamientos judiciales que ponían en tela de juicio la transparencia del último proceso electoral. Aquí anidan los seguidores de Junts per Catalunya que a través de Eines de País, una especie de spin off de la radical ANC, lleva casi cuatro años gobernando una corporación que se diluye a medida que pasa el tiempo y provoca añoranza en quienes conocieron su relevancia anterior.
En septiembre es posible que tengan lugar nuevas elecciones para renovar los órganos de gobierno de la Cámara. La primera noticia de ese proceso es que el constitucionalismo empresarial (difícil concepto porque aun siendo el mayoritario sigue desorganizado) ha decidido inhibirse. Las grandes compañías barcelonesas que a lo largo de la historia han tenido un papel crucial en la institución han decidido claudicar y entregarla al soberanismo. Dicho de otro modo: que se peleen entre ellos [independentistas, claro].
Desde el convencimiento de que la Cámara no es más que un juguete nacionalista desde que se politizó y que sus gestores no ganarían un premio a la eficiencia (llevan tres años consecutivos de pérdidas), la burguesía empresarial prefiere jibarizar la entidad que competir por ella. Las razones son muchas y tiene que ver la administración tutelar (la Generalitat de Pere Aragonés), que no acaba de garantizar unas reglas de juego claras. Se ha elegido ya el auditor del voto electrónico que será el mismo que quedó en entredicho en las últimas votaciones y el Departamento de Empresa todavía no ha publicado el decreto que regulará el proceso, aunque ya se ha sacado a concurso la plataforma que deberá hacerlo. Un rosario de decisiones que más que irregulares se presentan como sospechosas de la batalla que al final se librará: ERC contra JxCat. Poca o ninguna relevancia tendrá el nuevo ministro de Industria en el proceso que se avecina. Aunque en Moncloa se lleven las manos a la cabeza, ese asunto no puede enturbiar los pactos parlamentarios.
Femcat, Pimec y ANC velan armas para colocar sus peones en 52 rublos de actividad. De 40 epígrafes de IAE en los que los empresarios y autónomos eligen a sus representantes se pasa a 52. De las 14 empresas que tenían acceso directo como una especie de patrocinadores principales quedarán solo dos. Y, las patronales Pimec y Foment del Treball escogerán a otros seis vocales del plenario de la corporación, 60 en total.
Josep Santacreu, jubilado que estuvo al frente de la aseguradora DKV unos 25 años, es uno de los nombres que suenan con fuerza impulsado desde Femcat. Su eventual candidatura a presidir la institución se mantiene con gran sigilo y solo se ha empezado a difundir su nombre una vez que Eloi Planes, presidente de Fluidra, decidiera declinar el ofrecimiento. Planes se vio forzado porque uno de sus socios se subía por las paredes al conocer la intención de mezclar la compañía con en ese espacio político-lobístico. Nada se sabe de Enric Crous, candidato en la última contienda. Carles Tusquets, al que levantaron la cartera hace cuatro años, no parece dispuesto a una nueva disputa.
Hay más nombres sobre la mesa. Por ejemplo, el de Emili Rousaud, líder de Factor Energía que meritó la presidencia de Barça y la de Pimec sin acumular respaldos suficientes. El empresario energético sería la opción de la patronal de pequeñas y medianas empresas para ocupar su espacio cameral y mantener la tradicional proximidad con el gobierno autonómico de turno, ahora republicano. Están además los actuales ocupantes, los que habitan en la institución desde que la ANC tomó el control. La presidenta, Mónica Roca, no ha conseguido todavía que conozcamos su nombre de memoria. El vicepresidente, Toni Fitó, también aspira. Y, por supuesto, el que fuera su primer presidente en la etapa del independentismo, el que acabó como diputado de JxCat y fue muy conocido por viajar en su coche con un retrato de Carles Puigdemont en el asiento del copiloto, el antiguo empresario de gasolineras Joan Canadell. Hasta el omnipresente Jaume Giró se barajó en algún momento. Todos ellos sueñan con mantener cuotas de poder en una institución menguante, convertida ya en una mala reproducción de sus años de esplendor.
La batalla, una vez que las torres negras de la Diagonal y sus satélites han decidido dejar paso y borrarse de la competición, se antoja una tormenta en un vaso de agua: la tempestad misma que vive el independentismo en todos los ámbitos, la pugna por minúsculos pellizcos de poder que avalen su relato. Será una competición menor entre empresarios partidarios de un independentismo hard o de un modelo soft. Pocos, eso sí, y responsables de convertir una institución centenaria en un poco más que un club.