Pasados ya unos días desde que Yolanda Díaz presentó su nuevo espacio político, Sumar, y se postuló para la presidencia del Gobierno, no hay, que se sepa, negociaciones entre la vicepresidenta segunda y Podemos para integrar a los morados en la organización encabezada por Díaz y a la que se han sumado una quincena de fuerzas políticas, algunas de la relevancia de Izquierda Unida, el Partido Comunista, En Comú Podem, Más País, que engloba a Más Madrid, y Compromís.
Representantes de todas estas fuerzas asistieron al acto del domingo pasado en Madrid, entre ellos la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; el portavoz parlamentario de Unidas Podemos, Jaume Asens; los ministros Alberto Garzón (IU) y Joan Subirats (comunes); el fundador de Podemos Íñigo Errejón o la líder de Más Madrid, Mónica García. Sin embargo, nadie de la dirección de Podemos acudió --aunque sí militantes y exmilitantes--, ni las ministras Ione Belarra e Irene Montero, ni el exsecretario general Pablo Iglesias, que sigue marcando la línea del partido desde sus altavoces mediáticos.
La ausencia de Iglesias es la más significativa porque fue él quien hace dos años designó a dedo a Díaz como su sucesora para encabezar el cartel de la coalición en las próximas elecciones generales, fijadas para diciembre. Pero en dos años se ha producido un evidente distanciamiento entre los dos, hasta el punto de que la ausencia de Iglesias, según Podemos, se debe a que Díaz no acepta celebrar primarias abiertas a la ciudadanía, una condición tan alejada de la euforia con la que el exsecretario general nominó a Díaz. Yolanda Díaz rechaza que no acepte las primarias abiertas y asegura que los motivos del desencuentro con Podemos son otros.
Aunque Díaz no los ha explicado, entre esos motivos figura sin duda la pretensión de Iglesias de aleccionar a la dirección de Sumar y de poner unas condiciones que no responden ya a la preeminencia de Podemos en el espacio situado a la izquierda del PSOE. De ahí la única alusión a Podemos en el discurso de Díaz: no va aceptar “tutelas”.
Díaz hizo un discurso institucional, en el que abogó por el “diálogo” sin “ruido” y en el que reivindicó las ideas transversales propias del primer Podemos, que eran las defendidas también por Errejón antes de su ruptura con Iglesias. Díaz defendió asimismo las políticas sociales del Gobierno en las que ha tenido una participación importante como ministra de Trabajo, pero se alejó del populismo de Podemos, tanto en su lenguaje como en su posición ante el fiasco de la ley del solo sí es sí, por ejemplo. Destacó también el acento europeísta, extraño a las prioridades de Podemos.
Desde el domingo, la situación no ha hecho sino empeorar. Iglesias tachó el lunes en RAC1 de “irresponsable” la afirmación de Díaz de que Sumar sin Podemos no sería un fracaso porque es un revulsivo y aventuró que si no hay pacto se produciría “una tragedia electoral y política”. Es muy posible, como indican todas las encuestas, que en este punto Iglesias tenga razón, pero su dogmatismo no ayuda precisamente a alcanzar un acuerdo. En esas mismas declaraciones calificó a Díaz y Errejón de “vieja izquierda” y aseguró que no se pronuncian contra el envío de armas españolas a Ucrania porque temen las críticas de los medios que él califica de “progresía mediática”.
Iglesias lleva días insinuando que el Gobierno y el PSOE prefieren la ruptura entre Sumar y Podemos para apostar solo por Díaz, intención que fue desmentida el miércoles por Pedro Sánchez, quien se pronunció a favor de que “encajen todas las piezas del puzle” en el debate que se produce en la izquierda de la izquierda.
La ministra Irene Montero ha dejado caer, dirigiéndose a Díaz, que recuerde lo que le pasó a Errejón cuando abandonó Podemos y fundó Más País, que solo consiguió tres diputados. Es una muestra más de que en Podemos no son conscientes de que los tiempos de los cinco millones de votos han cambiado y de que su influencia en la coalición ha disminuido. Al mismo tiempo, siguen minusvalorando a Díaz, la política española mejor valorada desde hace muchos meses.
Es evidente que, para el futuro de la coalición de gobierno, es preferible el pacto entre Sumar y Podemos. Pero, tal como están las cosas, es muy posible que la situación no se aclare hasta la celebración de las elecciones municipales y autonómicas de mayo, en las que Sumar no participa, pero en las que sí que quedará claro hasta donde llega aún la fuerza de Podemos.