Con un scherzo molto vivace, el president, Pere Aragonès, anuncia la creación de una empresa pública catalana dedicada a la energía verde. Producirá electricidad limpia, será un generador, no una simple comercializadora; venderá a precios asequibles y contribuirá a reducir la inflación. No sé en qué balneario ha pasado el verano este señor, que nos toma el pelo desde la infatuación. Esta Endesa catalana es la última idea ingenuamente bizarra del Govern, muy parecida a la Campsa catalana de Jordi Pujol. El sueño del soberanismo siempre ha querido pisarle un callo al mundo perdido de la Alicia de Lewis Caroll.
La UE le compra a Sánchez su reforma energética, mientras el PP, en pleno ataque de urticaria, quiere trasladar el debate al Senado, a los pies de Feijóo. El contexto europeo no anima a crear una empresa pública catalana para vender electricidad a precios políticos y menos en medio del mapa español de la energía, dominado por los monopolios (Endesa, Naturgy, Repsol o Iberdrola).
Aragonès, que fue consejero de Economía, aunque no lo parezca, anunció su intención aquel día de julio en que se confesó feminista, ecologista, social y republicano. Venía a cuento de su previsión lanzada en la Cumbre del Clima de la ONU, el pasado noviembre, donde el president mostró músculo y prometió ocuparse del mercado energético. No olvidemos que estaba en Glasgow (Escocia), donde todo se pega menos la hermosura.
Me pregunto si en su momento de euforia energética, Aragonés va o viene de balnearios como el de Baden Wien, el centro termal digno de emperadores, donde los clientes todavía leen a Turguéniev y hablan de música. Allí reposaron Mozart y Schubert, compuso Beethoven la Novena y allí se embriagó de naturaleza Nietzsche para escribir su Zaratustra.
Las aguas ferruginosas tienen efectos mágicos, pero también puede ser que Aragonès tenga una piscina de tierras raras en su pueblo de Pineda de Mar, centro del emporio hotelero de su familia. El caso es que el hombre nos quiere meter en el embrollo de un gran trust energético, sin contar con el Estado. Otra pensada de vis cómica, como la NASA de cartón piedra que inventó Jordi Puigneró.
En política, al incapaz le llaman gestor. Aragonès es ideológicamente plano, con un adorno de papel colgando donde dice “soy republicano y progre”. No es el primero en echar mano al plan quinquenal. Ya lo hizo la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, cuando creó una comercializadora eléctrica, en 2017, fusionando Barcelona Térmica con Tersa y con la placa solar del Fórum. La experiencia no ha sido precisamente un éxito, pero eso sí, tramita el bono social a las familias en riesgo de exclusión, igual que el resto de las eléctricas.
La consejera de Acción Climática de la Generalitat, Teresa Jordà, pondrá en marcha en octubre la nueva empresa pública energética. En fin, es un proyecto que nace muerto, como sabe el titular de Economía, Jaume Giró; lo sabe, aunque no lo diga; conoce el sector, después de su paso por Naturgy y Repsol.
Me pregunto qué será lo próximo. Tal vez un campo de golf para todos los públicos, con El Inimitable Jeeves (Anagrama) de Wodehouse, sometiéndonos a la adicción benevolente del humor. O simplemente llegará el día en que solo hablaremos del Govern para echar unas risitas.